𝘼𝙡𝙡𝙞𝙚𝙜𝙖𝙣𝙘𝙚

XI

"I Never Sharpened My Teeth, I Born With This Fangs"

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— ¿No es esto muy arriesgado?

— Bueno, domar a un furia nocturna también lo fue y sigo vivo.

Tanto Astrid como Hiccup tenían miedo, aunque ninguno tenía el valor de decir qué tanto con palabras, solo con sus actitudes. Era de noche y todos dormían en Berk, incluso aquellos que se suponía debían hacer guardia para avisar de los ataques de dragones en caso de que uno se presentara, pero se había hecho muy tarde y no había nada de eso. Solo estaban ellos dos caminando en la oscuridad de la noche hacia la arena donde entrenaban, el castaño cargando varios pesados crudos que apestaban de tal forma que el chico no quería volver a oler en su vida, y ella llevando un escucho y su hacha, aunque tenía miedo de tener que utilizarla.

Lo habían planeado dos días antes en la cala, habían entendido que no había de otra más que dejar que Hipo ganara para así conseguir que pudiera dar su mensaje a todos los berkianos, pues Astrid no sería capaz de hacerlo. Habían acordado que si querían que se entendiera el mensaje, Hiccup no podía hacerse amigo de su enemigo en plena batalla, sino que tendría que hacerlo desde antes. Y era justo eso lo que se dirigía a hacer. Pese a que prefería hacerlo solo, Astrid se había empeñado en ir, en caso de que algo sucediera y tuvieran que pelear, pero lo ideal era no hacerlo.

Llegaron a la arena y el de ojos verdes le dió su espacio a la rubia para que, haciendo uso de su milagrosa hacha, abriera la puerta. Lo hizo y él tragó saliva. En menos de diez horas tendría que volver a estar ahí, y esperaba llegar a ese punto, pues no se le ocurría ninguna manera lógica que los vikingos encontraran si hallaban sus cuerpos rostizados cuando se preparaban para la batalla—. ¿Sabes qué hacer?— preguntó a la rubia, que asintió con un poco de miedo. Inmediatamente salió de la arena y la cerró,dejando encerrado a Hipo en ella y subiendo a la parte de los espectadores para poder alzar desde ahí aquello que evitaba que las puertas de la jaula del pesadilla monstruosa se abrieran.

Y se abrieron, y el dragón escarlata salió envuelto en llamas, luciendo como una antorcha en medio de la noche oscura que lo rodeaba. Lo primero que hizo fue tratar de escapar, como cualquier otro dragón en su situación, mas en cuanto de dio cuenta de que estaba encerrado, miró al pequeño vikingo frente a él con mirada asesina, lo que era normal después de todo. Los dragones no eran idiotas y sabían que estaban encerrados a la merced de los humanos, y éste en específico sabía que lo único que querían de él era su cabeza separada de su cuerpo. Sin embargo, ese humano tan pequeño y débil no parecía ser el digno oponente que los vikingos le ofrecerían, de hecho parecía que estaba ahí listo para morir, sin armas y sin nada que le permitiera reconocerse a sí mismo como un vikingo igual a el que le hacía capturado. De hecho, y si hacía memoria, ese vikingo era la razón por la que le había capturado y le debía la vida por eso. Se acercó a él de forma amenazante. Si Hiccup hubiera entendido el idioma de los dragones, habría sabido que ese dragón iba a jugar con su presa antes de matarla.

El chico respiraba pesado, con el mismo miedo que había sentido cuando se acercó por primera vez a Chimuelo. Con una voz lenta pero tranquila habló—. No te vengo a hacer daño.

El dragón se acercaba más y más. Su mirada le amenazaba y tenía que ser idiota para no saber que estaba pensando qué forma de muerte sería más dolorosa para él— ¿Tienes hambre? Tengo pescado, y a decir verdad yo odio el pescado— se lo mostró al Pesadilla Monstruosa, que pasó olímpicamente de eso y se preparó para disparar—. No no no, espera— dijo, poniendo una mano adelante mientras retrocedía lentamente—, lo siento. Siento que estés aquí y sé que es mi culpa— el dragón se sorprendió al escuchar esas palabras en boca de un vikingo, o lo que había pensado que era uno—, mi intención nunca fue que te capturaran, lo único que quería era no morir esa noche, pero ahora mismo necesito que me ayudes— lo olió, y su aroma le pareció realmente atractivo. Por algún motivo sentía que había olido un aroma familiar en algún momento de su vida y era como si tuviera la necesidad de estar cerca de él, acercando su hocico a la mano que el muchacho extendía hacia él—. Necesito que confíes en mí.

Se dejó tocar. Astrid agradeció a los dioses desde fuera, mirando como la espectadora que era, las acciones de Hiccup y asombrándose de que fuera capaz de hacer literalmente lo que se acababa de proponer. Era admirable. El chico, dentro de la arena, le explicó el mismo plan que le había dicho a la rubia hace horas, minutos antes de discutir terriblementem

"Mañana voy a entrar a esta arena, todos pensarán que vengo a matarte, pero vendré a liberarte a ti y a todos los demás encerrados aqui".

En chico sabía que las cosas habían funcionado muy bien para él esa noche, pero estaba seguro de qué no iba a tener la misma suerte por la mañana. No tenía ni idea de lo terrible que iba a pasar y mucho menos que esa sería la razón por la que dejaría su hogar para siempre.

De momento todo iba bien.

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— IC3P34K

IV