Necesitaba a alguien.
Necesitaba a alguien con quien intercambiar un par de palabras. Hablaba conmigo todo el tiempo, ningún mal me hacía.
En mi mente me perdía y del
mundo exterior me desvanecía. No noté las consecuencias de esto hasta que me di
cuenta de cuán difícil era prestar atención a lo que otras personas decían. Ya no podía
concentrarme, sus voces eran demasiado bajas a comparación de los sonidos que mi
mente parecía percibir.Ellos hablaban, pero mi mente no parecía procesar las palabras, les escuchaba a
medias, la otra persona se quedaba esperando a por una respuesta y yo no tenía la
menor idea de qué se suponía debía decir.Las pocas veces que recibía una frase
completa mi cerebro olvidaba las palabras al instante, mi desesperación consumió mi
vida cuando convivir con otros se me volvió imposible.Ya no escuchaba sólo mi voz en mi cabeza, me quedaba sola y me parecía escuchar
vagas palabras en el aire, imágenes mal procesadas llegaban a mí y mi cabeza dolía en sobremanera...Me encontré un día a mí misma pidiendo a las voces que guardaran
silencio.El dolor empeoró con el tiempo.
Mi facultad para hablar fue disminuyendo, perdí todo interés en el mundo “real” y me
perdí entre el ruido del silencio.Un día mis padres decidieron llevarme al hospital. Estuve internada por varios meses...Habían demasiadas personas a mi alrededor, y cuando estaba sola veía cosas donde no había nada, escuchaba cosas en la madrugada, cada vez que iba por el solitario pasillo alguien gritaba, eso me asustaba.
Lo último que recuerdo de aquellos días es haber cumplido los doce años sin poder
diferenciar entre lo que era real y lo que no, no lograba diferenciar nada.“Esquizofrenia”
Eso había dicho el médico a papá cuando lo vi por última vez.
Luché por procesarlo, luché por entenderlo, pero cuando escuché la risa aguda de una
mujer a mi espalda, no me quedó más remedio que terminar riendo con ella.