Llegó el sábado y nos tocó ir al instituto otra vez. Agradecía los pasillos vacíos y no tener que caminar entre adolescentes hormonalmente inestables, pero estar ahí un sábado era un fastidio. Tenía que preparar el papeleo para nuestro traslado de domicilio. Para mi desgracia, Heredia insistía en llevarlo a cabo cuanto antes.
—¡Sábado por la mañana! —se quejó Dan. —Todo el mundo tiene derecho a descansar un sábado por la mañana. ¿No podías haber hecho esto por mí?
—Cállate ya, Dan. Los desterrados nunca descansan.
—¡Pero yo sí! Ya le dije a Heredia que...
Dan se paró en la puerta, antes de entrar, con la vista fija a su derecha y el ceño fruncido. Había visto algo que no le gustaba.
—Leví, entra tú. Creo que voy a tener trabajo del bueno en sábado por la mañana —sonrió con malicia.
—Si me necesitas, avísame. No hagas tonterías.
Se alejó murmurando improperios por la calle y yo entré en el instituto, directamente al despacho de Heredia. Llamé a la puerta y él me invitó a entrar. Supuse que estaba leyendo el informe que Jake había redactado sobre la purificación de Luís.
—Veo que todavía no habéis podido hacer la prueba del tiempo a la joven —el viejo fue directo al grano.
—No, señor. El imprevisto de ayer hizo que tuviéramos que enviar a la muchacha a casa y juzgamos que sería mejor posponer la prueba.
—Lo entiendo. Últimamente tenemos que hacer demasiadas purificaciones al día. La de Luís fue la tercera de Jake y empieza a mostrar señales de fatiga. Tendré que comunicarme con Gallasteria y ver si podríamos disponer de un par de guardianes más. El que vosotros estéis a cargo de una misión tan particular hace que nos veamos escasos de personal.
—Los jóvenes de esta época son complicados.
—Lo son, Leví. ¿Puedes creer que ayer purificamos a una niña de tan sólo catorce años? ¿Qué les está pasando?
—Eso habrá que preguntárselo a Marou...
—Por cierto, ¿dónde está tu compañero?
—¿Dan? Está afuera. Decía que tenía trabajo.
—Estoy percibiendo una alta concentración de desterrados ahí fuera. Deberías ir a ver qué está pasando— dijo Heredia asomándose a la ventana de su despacho.
—Sí, señor.
Salí del instituto siguiendo el rastro de la esencia putrefacta de los desterrados y, en un pequeño callejón, no muy lejos, encontré a Dan, rodeado por un grupo de jóvenes de nuestro propio instituto. Frente a él había uno que tenía a varios desterrados sobre él murmurando todo tipo de perversiones.
Realmente no parecía que necesitara mi ayuda. El joven que estaba frente a él estaba tan adulterado por las drogas que había perdido los reflejos, y el influjo de los desterrados ayudaba poco. Una y otra vez era esquivado por Dan, que se divertía dándole toques en la espalda cada vez que lo sorteaba, como un torero.
—¡Eres un desgraciado! Pienso rajar esa cara de princesa que tienes.
—De verdad, no entiendo que os pongáis así. Yo no he hecho nada. Si ellas me usan como excusa para dejaros, es porque ya las habíais perdido antes de que me conociesen.
Negué con la cabeza. Siempre hacía igual, provocando a sus oponentes fortalecía al desterrado y sentía que el reto era mayor. Eso era lo opuesto a lo que habría hecho yo en su lugar.
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Guardianes 2: Leví
FantasyAviso: Peligro de spoilers. No leer si no has leído antes Guardianes. Con la sensación de que algo no encajaba y el corazón roto, Leví cumple con rectitud y honor su misión como guardián, hasta que la encuentra a ella y su mundo se vuelve del revés...