Capítulo 2

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Habían pasado seis meses desde que la había adoptado como protegida. Le estaba enseñando a leer y a escribir, y algo de artes marciales. De ese modo sería una custodia más eficaz y tampoco volvería a ser molestada por nadie. Sin embargo todavía no había empezado a profundizar en lo realmente importante.

Ella había tenido una vida difícil, tal y como me habían advertido. Su padre abusaba de ella, maltrataba a su madre, quien acabó por morir a manos de éste, y luego ella huyó de su casa. Todo eso cuando no contaba con más de siete años.

Se refugió en un orfanato diciendo que sus padres habían muerto y que no tenía a dónde ir y allí vivió durante muchos años, hasta que su padre la encontró. Ella ya tenía dieciséis años, y en el orfanato no les interesaba tener a chicas tan mayores, así que cuando apareció el padre, hicieron oídos sordos a las súplicas de Catalina y se la entregaron a éste.

Después de una semana de torturas y abusos, el padre decidió sacarle provecho y la puso a trabajar en la taberna que frecuentaba a cambio de cerveza gratis. Y ahí había estado hasta que la encontré, humillada, maltratada y cansada de la vida.

A pesar de todo, ella tenía esperanza y los desterrados todavía no habían conseguido corromper su corazón. Increíble, pero cierto. La encontré justo a tiempo. La saqué de la triste miseria que la vida le había obligado a vivir, y ella, en respuesta, se volvió la protegida perfecta.

Un día, mientras estaba leyendo el libro de Salem, empecé a escuchar a Caty gritar y el estruendo de varios platos y cacerolas chocando contra el suelo. Preocupado corrí a la cocina para ver qué le pasaba, cuando encontré a Dan escondido detrás de la mesa, a cubierto de una horrorizada Caty, tratando de echarlo de casa.

—¡Tranquilo, mi señor! —exclamó ella exaltada mientras sostenía un cuchillo de cocina. —Este ladrón no logrará su propósito. Si hace falta lo cortaré en trocitos.

—Leví... — gimoteó Dan suplicante. 

Empecé a reír y la joven me miró desconcertada.

—Lamento no haberte hablado de él —dije al fin. —Te presento a Dan. Él también vive aquí.

Al comprobar que la violenta joven se había relajado un poco, Dan se incorporó y sonrió, haciendo un ademán con la cabeza. Había estado seis meses fuera, pero no me había avisado de que hoy llegaría, si no, habría preparado a Caty para su llegada.

Por suerte para todos, ella había cambiado mucho desde el día en que la traje y era mucho más confiada y no tan vulnerable. En esos seis meses había conseguido llenar la ropa con las curvas propias de una mujer de su edad. Estaba limpia y su pelo, dorado y suave, estaba recogido en un bonito peinado. Sin embargo, su radiante sonrisa la embellecía más que cualquier alhaja que se pudiera poner. Ya no me preocupaba Dan, pues estaba seguro de que ella sabría defenderse de él si fuera necesario.

—¿Esta es Catalina?— dijo sin quitarle la mirada de encima. Ella, desconfiada al principio, volvió a alzar el cuchillo.

—Así es— contesté mientras salía de la cocina para seguir con mi tarea, fingiendo no estar interesado en lo que ocurría.

—Vaya, no esperaba que fuera tan hermosa— continuó mientras se acercaba lentamente. — ¿Cuándo pensabas decirme que alguien tan bella viviría en nuestra casa? Hubiera vuelto mucho antes de mi viaje.

Ella sonrió ruborizada, pero no bajó el cuchillo. Corrió detrás de mí y me siguió hasta la alcoba de estudio y detrás de ella, un embobado Dan.

—Dan, Catalina vive ahora en nuestra casa— dije con tranquilidad mientras tomaba asiento delante de mi escritorio y continuaba con mi lectura.— ¿Está bien así?

Guardianes 2: LevíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora