No había nadie que hiciera la recepción de nuestra llegada. Cada entrada y salida de Gallasteria debía ser notificada, pero al no tener quien nos recibiera, habíamos llegado a un punto aleatorio de la ciudad, un poco lejano del centro al que nos dirigíamos. Tendríamos que dar un buen paseo y eso, si no teníamos cuidado, podría resentir las fuerzas de las jóvenes, e incluso las nuestras.
Recuerdos diversos acudían a mi mente mientras caminábamos por las bulliciosas e interminables calles de la inmensa ciudad. Algunos eran maravillosos y llenos de añoranza, pero otros hubiera preferido que se quedasen en el baúl de los recuerdos y que no hubieran salido a flote.
"¿Todo bien, Leví?" preguntó Dan. "Te siento algo triste."
"Todo perfecto" respondí reponiéndome al instante. No tenía tiempo de pensar en mí mismo. Tenía que estar centrado en no mostrar mis intenciones.
A pesar de estar de vuelta en casa, había algo tenso en el ambiente. No podía sentir la paz que recordaba. Algo no estaba bien.
—¿Qué es ese lugar? —preguntó Amira. Sonreí al ver su expresión de admiración. Casi podía ver las estrellitas salir de sus ojos.
—Aquello es el centro de la ciudad, —explicó Dan. —Donde habita el Gobernante y los Bataunti, y también donde están los edificios administrativos de las cuatro casas. Cuando lleguemos a lo más alto, veréis las vistas y apreciaréis mejor la inmensidad de la ciudad. Si creéis que las ciudades de la Tierra son grandes, esperad a ver esta.
Las jóvenes observaban con la boca abierta todo sobre lo que Dan les hablaba como si fuera la primera vez que lo veían. Por supuesto, para ellas lo era, aunque realmente no fuera así. A pesar de que ellas también fueron habitantes de Gallasteria una vez, lo habían olvidado todo. Era como haber llegado a un mundo nuevo y diferente. Escuchaban a Dan deslumbradas con cada pequeño detalle, como turistas en una ruta mágica. Sarah llegó a lamentar no tener su teléfono con ella para poder hacer algunas fotos.
Frente a nosotros se erigía majestuoso uno de los puentes de acceso al centro de la ciudad. Sus bellas puertas blancas brillaban con luz propia, como si fuera oro bajo los rayos del sol.
Frente a ésta, nos esperaba sonriente el pasante, Remiel. Habíamos hecho una buena amistad y fue un gran apoyo en los momentos difíciles. Al verme, me dio un contundente abrazo.
—¡Leví! Me complace ver que sigues bien —dijo mientras me daba fuertes palmadas en la espalda.
—Remiel, sigues tan enérgico como siempre —bromeé. —¿Todavía te tienen aquí confinado?
—¿Qué dices? Este es uno de los mejores puestos que hay. Todo el mundo en la ciudad ha pasado por aquí alguna vez y yo puedo decir que conozco a casi todos en Gallasteria.
Cuando vio a Dan su rostro se iluminó y le dio otro abrazo. Ellos habían sido amigos cercanos antes de que nuestras misiones fueran otorgadas, como lo habíamos sido Caleb y yo antes de que todo se tiñera de celos y resentimiento.
Éste observaba la ciudad con interés. Al haber perdido parte de sus recuerdos, estar allí tal vez le ayudaría a recordar. Sus emociones parecían un letrero de neón, llamativas y contradictorias. Tan pronto se sentía feliz como melancólico. Tal vez, como yo, recuerdos tristes también pasaban por su mente.
—¿Y estas señoritas? —preguntó entonces Remiel cuando vio a Amira y Sarah, que lo observaban fascinadas. —No parecen pertenecer a la ciudad todavía.
—Descuida, Remiel. Son nuestras protegidas —expliqué tratando de restar importancia a su presencia. — Hemos tenido un pequeño contratiempo durante nuestra misión y venimos en busca de sabiduría y consejo.
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Guardianes 2: Leví
FantasyAviso: Peligro de spoilers. No leer si no has leído antes Guardianes. Con la sensación de que algo no encajaba y el corazón roto, Leví cumple con rectitud y honor su misión como guardián, hasta que la encuentra a ella y su mundo se vuelve del revés...