Esa noche no conseguí dormir bien. A pesar de lo cansado que estaba, había mil cosas rondándome por la cabeza. La nueva perspectiva de ir a Baltzoak para salvar a los padres de Amira lo cambiaba todo. No había precedentes sobre una hazaña así. Puede que llegar a aquel lugar fuera posible, pero ¿volver? Eso era más difícil. Lo peor era que Amira se mostraba inflexible. Nunca dejaría de insistir, así que debía encontrar el modo de encontrar a Nacor y Eder, manteniéndola a ella al margen de aquel siniestro lugar.
Era probable que en Gallasteria pudiera encontrar la información que necesitaba, aunque debía ser discreto. El simple hecho de mencionar nuestras intenciones a la gente que no debía podría darnos muchos problemas. Un viaje a Baltzoak como el que queríamos hacer estaba totalmente prohibido, en especial para aquellos que todavía estábamos en la Tierra cumpliendo nuestras misiones. Podría costarme el llegar a ser Bataunti, por tanto sólo debía ir hasta allí si estaba seguro de que lo conseguiríamos. No podía dejarlo a una posibilidad.
Aunque lo cierto era que Gallasteria no estaba pasando por su mejor momento. Seguramente tenían tantos problemas allí que no prestarían atención a un guardián recabando información sobre Baltzoak en los libros ancestrales.
Miré mi reloj unas cuarenta veces y vi pasar las horas una tras otra. No conseguía dormir, y para colmo, no me fiaba de Caleb. ¿Y si aprovechaba las horas de la noche y se metía en el cuarto de Amira? Di un par de vueltas, intentando no pensar más de lo necesario. Ese tipo de cavilaciones me desquiciaban y eso no era bueno. No parecía yo. ¿Celoso de Caleb? ¿Por qué tenía la sensación de que parecía el adolescente que me habían mandado aparentar para la misión?
Me harté de estar en la cama y me levanté. Eran las seis de la mañana y todavía no había amanecido, pero si seguía en la cama dando vueltas y pensando tanto, acabaría por darme cabezazos contra la pared para evitar dárselos a Caleb.
—Buenos días, cara de palo. ¿Estás de mejor humor? —dijo Dan mientras hacía abdominales en el suelo de nuestro cuarto.
No respondí. Supuse que era una pregunta retórica, porque estaba seguro de que había escuchado todas las vueltas que había dado, por no decir que mi cara representaba exactamente cómo me sentía en ese momento: demolido.
Fui a la que era la habitación de Amira. A partir de ese día ella dormiría en la habitación de su abuela, así que ese cuarto pertenecería a Caleb. Lo observé dormir profundamente sobre la cama y sentí la rabia recorrer mi cuerpo al pensar en todos los sentimientos que habían manifestado la noche anterior, haciendo que mi respiración se agitase.
Dan no tardaría en llamarme la atención por mi despliegue emocional, así que decidí actuar rápido. Agarré un lado del colchón en el que dormía y lo levanté hasta ponerlo en posición vertical, haciendo que Caleb cayese al suelo con un ridículo estruendo.
—¿Qué está...? —éste asomó la cabeza entre el amasijo de mantas y sábanas, todavía algo aturdido y me miró furioso. —Maldito desgraciado, ¡me las vas a pagar! —exclamó intentando ponerse en pie torpemente y sin éxito.
Dan, al escuchar el ruido, corrió para ver qué había pasado, pero rompió a reír a carcajadas cuando vio a Caleb peleando con la sábana. No era la primera vez que usábamos ese método para despertar a los guardianes novatos a los que habíamos entrenado.
—Buenos días —dijo entre risas. —Este es el servicio despertador de los guardianes. Pensado para los dormilones más insistentes.
—Es hora de levantarse —gruñí. —Los guardianes tenemos que madrugar para ejercitar mente y cuerpo cada día. Se acabó ir haciendo el perezoso como hasta ahora. Te levantarás temprano, harás ejercicio, meditación y leerás los tomos de Izen durante, al menos, una hora cada día antes de ir a clase.
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Guardianes 2: Leví
FantasyAviso: Peligro de spoilers. No leer si no has leído antes Guardianes. Con la sensación de que algo no encajaba y el corazón roto, Leví cumple con rectitud y honor su misión como guardián, hasta que la encuentra a ella y su mundo se vuelve del revés...