Capítulo 12

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Unos minutos después, cuando había conseguido relajar mis crispados nervios, escuché la puerta abrirse a mi lado. Sin necesidad de mirar, supe que se trataba de Amira.

—Hola... —musitó nerviosa.

—Hola —respondí a secas mientras veía cómo los desterrados se iban apartando de nosotros. Había conseguido controlar mis sentimientos y ya no había nada más que llamara su atención allí.

—Lamento no haberme quedado en casa y haber desobedecido —dijo, sin embargo,yo había percibido sus sentimientos y sabía lo orgullosa que se sentía de haber sido capaz de encontrar a Caleb antes que nosotros.

—No lo lamentas— respondí. —No hace falta que mientas para hacerme sentir mejor.  —Vi sus mejillas enrojecer por mi acertado comentario. Al fin y al cabo, la culpa la tenía yo por no ser capaz de controlarme. —Lo peor que podemos hacer es dejarnos vencer por sentimientos negativos. Azariel está intentando desestabilizarnos y conoce perfectamente todos nuestros puntos débiles. Yo...— tragué saliva nervioso antes de seguir hablando. —siento haberme enfadado así.

Ella me miró sorprendida y sonrió incrédula.

—Espera, esto es algo nuevo. ¿Tú pidiendo disculpas?

Su broma me hizo reír también.

—Te sorprendería saber las veces que he tenido que hacerlo últimamente.

—Vaya... Y yo que pensaba que eras inmutable y que nunca cometes errores.

—Para nada —me reí de nuevo. Nada más lejos de la verdad. —Por supuesto que tengo debilidades, y Azariel sabe muy bien cuáles son. Siento que juega conmigo como si fuera un niño... —la frustración tomó cuenta de mí de nuevo al pensar en cómo había estado riéndose de mí todo el tiempo. ¿Qué sabía él que yo ignoraba?

—Todo el mundo tiene derecho a tener sus momentos de debilidad— dijo mientras se apoyaba en la pared a mi lado.

—En realidad un guardián no tiene ese derecho. Mi debilidad puede llevar a grandes tragedias...— la imagen de Caty cayendo por el acantilado apareció en mi mente, como un fantasma que nunca dejaría de rondarme. Ella murió por culpa de mi estúpida debilidad.

—La debilidad es algo muy natural. Forzarte a ser demasiado estricto puede acabar por volverte loco— dijo encogiéndose de hombros.

La observé unos segundos y mi corazón bamboleó dentro de mí como si fuera una pelota. Ella era mi debilidad. La única capaz de hacerme perder todo el auto control. Todo mi dolor, toda mi alegría... mi todo era ella.

—Entonces puede ser que sea eso, porque, de verdad, me estoy volviendo loco—musité empezando a notar cómo volvía a perder el control.

—Deberías intentar dejarte llevar de vez en cuando y vivir un poco más relajado. ¿Qué es lo peor que puede pasar?

Sus palabras acertadas borraron de un plumazo todo rastro de auto control. Por un segundo deseé que ella hubiera podido percibir mis emociones y que esa fuera la razón por la que decía esas palabras, y que no fuera una mera casualidad. Deseaba que ella también me quisiera como antes... 

Noté los sentimientos nublar mi razón como nunca en toda mi existencia. Sabía exactamente lo que debía hacer, pero no quería. No quería apartarme. No quería alejarme de ella nunca más.

—He pasado mucho tiempo forzándome a olvidar mi pasado y a veces me resulta difícil cambiar... ¿De verdad quieres saber qué es lo peor que puede pasar?

Ella asintió, con expresión un poco confusa. Yo me erguí, parándome frente a ella y la abracé. Sentí su calor, mientras su corazón palpitaba con fuerza. Todas sus emociones fueron desveladas en un segundo y mi cordura desapareció por completo. La estreché contra mi pecho con fuerza y sentí cómo sus manos se deslizaban con timidez por mi espalda. Dejé de ser dueño de mis actos. La aparté de mí y la miré a los ojos, ciego de deseo. Sus bellos ojos verdes me miraban sedientos de más.

Guardianes 2: LevíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora