Muy a mi pesar, llegó la hora de la cita y fuimos al restaurante donde Elisa me había indicado. Ya estaba de noche y hacía tanto frío que me costaba trabajo diferenciar entre el frío de un desterrado y el frío propio de la estación.
—Llegamos tarde. ¿En serio que tenías que ducharte justo antes de salir?—protestó Dan.— Pareces una diva nerviosa por la cita con el amor de su vida.
—Cierra la boca.
—¡Mira! Allí están. Llegamos tan tarde que están entrando sin nosotros —replicó mi compañero molesto.
Observé alrededor y me llamó la atención una inusual cantidad de desterrados atentos a aquel lugar. Estaba pasando algo que me había perdido... Aquel no parecía un lugar seguro. Pero ¿por qué no podía percibirlos como siempre?
—¡Eh, peque!— llamó Dan eufórico. Estaba muy feliz por la cita. Demasiado, quizá. ¿Por qué la llamaba con tanta familiaridad? ¿Peque?
La aludida nos vio y nos esperó en la entrada.
"Hay que tener los ojos bien abiertos" advertí a Dan en su mente. "Esto parece un hervidero, y purificarlos a todos sería una locura. Tenemos que encontrar la fuente que los llama."
"Recibido, aguafiestas" contestó negando con la cabeza.
—¡Vaya! Qué guapa te veo. Vamos a tener que salir más a menudo— sonrió Dan con cierto coqueteo. Pero, ¿qué...? ¿Qué confianzas eran esas? Si apenas había estado con ella un día.
—No digas tonterías— contestó ruborizada. Era preciosa. Y yo idiota por pensar en eso.
Di un último vistazo a nuestro alrededor y, como sospechaba, todos aquellos desterrados tenían sus asquerosos ojos puestos en el restaurante. ¿Por qué no se movían? ¿Por qué permanecían inmóviles como si esperasen una orden? Ellos no actuaban así.
—Hola —pasé por delante de ella sin atreverme a mirarla a la cara, sin embargo, en cuanto puse un pie en el interior del restaurante me quedé helado.
—Eh, ¿Se puede saber qué haces?— protestó Dan, hasta que vio lo mismo que había visto yo.— ¿Eso es lo que creo que es?
—Un guardián incorpóreo— murmuré furioso al sentir cómo la ira recorría cada uno de mis nervios y tendones. Era Caleb. ¿Él era el amigo que Amira había invitado? ¿En qué demonios pensaba ese incorpóreo? ¿Estaba loco o qué?
Percibió mis pensamientos y miró en nuestra dirección, para dedicarnos una sonrisa inocente, mientras saludaba. Caminé hasta allí esforzándome por ocultar mis pensamientos de él. Para un incorpóreo era tan fácil percibir pensamientos como escuchar a alguien hablar.
—¡Hola, chicos!— exclamó Sarah eufórica— por fin llegáis. ¿Ya conocéis a Caleb? Es un amigo de Angie.
Él me miró y sonrió.
"Cuanto tiempo sin verte, Leví." escuché su voz en mi cabeza.
"¿Qué demonios haces aquí? ¿Es que te has vuelto loco?"
"Eh, cálmate. No querrás atraer esa multitud de desterrados al interior del restaurante con tu enfado ¿verdad?"
"¿Sabes por qué están ahí?" inquirí.
"Por supuesto. Pero creo que por aquí hay alguien tan preocupado por sus sentimientos que no está haciendo bien su trabajo y no se da cuenta de nada."
En ese instante quise estampar mi puño contra su cara, pero el hecho de no tener cuerpo físico y la oportuna intervención de Sarah lo salvó.
—Bueeeeno... Vamos a comer algo. ¡Yo estoy hambrienta! ¿No tenéis hambre?
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Guardianes 2: Leví
FantasyAviso: Peligro de spoilers. No leer si no has leído antes Guardianes. Con la sensación de que algo no encajaba y el corazón roto, Leví cumple con rectitud y honor su misión como guardián, hasta que la encuentra a ella y su mundo se vuelve del revés...