Al ver a Amira aparecer por la puerta, Heredia se puso tenso.
—Señorita Ángela, buenos días. ¿Necesita algo? —sonrió, mientras una gota de sudor le caía por la sien.
—No... yo sólo buscaba a Leví... —Dio un paso hacia atrás, inquieta. Probablemente podía percibir la extraña atmósfera que se había formado a raíz de nuestra discusión.
—Ya veo. —Heredia la observó unos instantes y luego me miró a mí. —Está bien. Leví, tu protegida te necesita —dijo sarcástico. "Ya seguiremos nuestra conversación en otro momento." Añadió en mi mente.
No esperé un segundo más. Tenía que huir o explotaría allí mismo, y, ciertamente, no me convenía seguir enfrentándome al director del distrito. La impotencia me dolía en el pecho, como si una estaca se estuviera clavando en éste. Desde hacía un breve tiempo, cada vez que intentaba reprimir mis emociones, sentía un dolor en el centro del pecho que empezaba a ser molesto.
Al pasar junto a Amira, la tomé de la mano y tiré de ella para que me siguiera. Ni siquiera sabía hacia dónde iba, sólo sabía que quería alejarme de ahí cuanto antes, o acabaría por golpear a Heredia hasta matarlo.
—¡Leví! ¿Qué ha pasado? —preguntó Amira con esfuerzo mientras corría para intentar seguir mi paso.
No contesté. Sólo seguí avanzando, pues sin saber por qué, cuanto más lejos estaba de Heredia, más ligero me sentía. Todas esas emociones negativas iban apaciguándose hasta que la adrenalina dejó de bullir en mi interior. Me paré frente a la puerta de la azotea. No me había dado cuenta de que había ido hacia ahí.
—¡Me estás asustando! ¿Se puede saber qué pasa? —insistió ella alzando la voz.
Abrí la puerta y el aire frío llenó mis pulmones. Se sintió bien. Salimos y al notar el alivio, las rodillas me flaquearon un instante. Me senté en el suelo y escondí la cara entre mis brazos para que Amira no me viese así. ¿Qué demonios me estaba pasando? Ella se arrodilló frente a mí y sentí el leve contacto de su mano en mi hombro.
—Leví, ¿qué pasa? Háblame, por favor —su voz sonaba temblorosa. Estaba realmente preocupada. Preocupada por mí.
Y ese fue el instante en que me rendí. No seguiría acatando órdenes como un soldado más. Era mucho lo que podía perder y si tenía que renunciar a ser un Bataunti por ella, lo haría. Deslicé mis brazos alrededor de su cintura y la atraje hacia mí. La abracé y dejé salir todas mis emociones, sin dejar ninguna. Estaba triste, cansado, harto, me sentía impotente y frustrado. Pero sobre todo, la amaba, y eso me hacía feliz. Tenía total certeza de que no era algo malo y nunca volvería a reprimir esos sentimientos.
Ella, al principio sorprendida por mi reacción, me devolvió el abrazo. Sus brazos eran suaves y delgados, pero tenían mucho poder sobre mí. Noté cómo mi corazón se aceleraba y cientos de emociones, todas y cada una de ellas prohibidas para mí, se manifestaron con fuerza. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan vivo y no quería que terminase. No quería seguir siendo el mismo de siempre. Me sería imposible después de haber vivido algo así.
—No puedo más... —musité con un nudo en la garganta. —Quiero que todo esto termine de una maldita vez y que todo vuelva a ser como antes.
Ella colocó sus manos sobre mis mejillas y alcé la mirada para encontrarme con sus ojos. Me miraba con ternura, exactamente igual que otras miles de veces, antes de venir a la Tierra. Era ella, después de todo. ¿Cuánto duraría este momento? Y si lograba que Heredia no se saliera con la suya y permanecíamos juntos, ¿qué ocurriría cuando ella volviera a Gallasteria y yo me quedase en la Tierra? Observé su dulce sonrisa, tratando de atesorarla en mi memoria para nunca olvidarla. ¿Acaso era posible tener un futuro juntos? ¿Debía dejarla marchar y que fuera feliz?
ESTÁS LEYENDO
Guardianes 2: Leví
FantasyAviso: Peligro de spoilers. No leer si no has leído antes Guardianes. Con la sensación de que algo no encajaba y el corazón roto, Leví cumple con rectitud y honor su misión como guardián, hasta que la encuentra a ella y su mundo se vuelve del revés...