Salió de aquel lugar de muerte y le anotó en su plano. Durante los últimos meses se había dedicado a buscar las guaridas que Orochimaru había ido abandonando.
De nuevo prosiguió su camino. Había tratado de localizar un patrón que la llevase hasta Sasuke, pero por el momento no encontraba nada. Aunque de todas formas había conseguido mucha información.
Llegó a la aldea oculta de la lluvia, donde, curiosamente, llovía.
Miro la seguridad de la puerta y comprobó que nunca la dejarían pasar. Así que se coló por las alcantarillas.
El túnel por el que avanzaba parecía el intestino de una bestia. El suelo estaba recubierto por un arroyo de aguas fecales. Avanzó con la única luz que desprendía su linterna.
A medida que se adentraba hacía el centro comenzó a acomodarse al olor de las cloacas. La temperatura también iba ascendiendo, una humedad pegajosa se adhería a la piel, la ropa y el pelo. Los ojos de las ratas, rojos y brillantes, observaban dispuestos a atacar.
Unos metros más adelante distinguió diferentes signos religiosos pintados por las paredes con un color rojo. Comprobó que en el suelo había algo esparcido, eran hojas de papel, fotografías de ninjas, manuscritos médicos, imagines de personas convertidas en madera, marionetas que sangraban. No dudo ni un segundo y se los guardo en la bolsa que llevaba a la cintura.
Reconoció ante ella un pasadizo que hasta ese momento se ocultaba en la oscuridad le alumbró con la linterna y avanzó en silencio por él. Un viento salió de el golpeándola en la cara. La pestilencia del lugar casi la hizo vomitar, reconoció el olor, un olor al que por desgracia comenzaba a acostumbrarse, al de carne en descomposición.
La linterna se cayó de sus manos y ella comenzó a tantear a sus alrededor. Un ruido se escuchó avanzar por el techo. Había algo allí y no eran ratas.
Encontró la linterna y la encendió rápido. Al principio la cegó, pero al adaptar su vista vio personas avanzando hacía ella. No. No eran personas, eran muñecos de madera. Corrió fuera de allí. Era imposible que no la alcanzaran si se movían con hilos de chakra. Mientras corría observó a un lado una compuerta de metal. No lo dudó y se lanzó contra ella abriéndola de un golpe. Las figuras corrieron sin fijarse, eran solo serrín.
Alumbró el interior y entonces deseó estar fuera de nuevo.
Atrapados entre el vapor, colgando del techo en ganchos, había docenas de cuerpos tambaleándose de un lado a otro. Sobre una gran mesa un caos de piezas de metal, engranajes y mecanismos construidos de madera y acero. Una colección de frascos reposaba en estanterías que iban desde el suelo a lo más alto de la galería, un juego de jeringas hipodérmicas y un muro repleto de instrumentos quirúrjicos sucios.
-¿Qué es esto?- se preguntó Hana con un hilo de voz.
-Mi taller- respondió a sus espaldas un tipo bajito y pelirrojo, con la capa de Akatsuki.
Una figura de madera y piel se levanto lentamente de una mesa. Abrió sus ojos con cuencas vacías y Hana, como pudo, desenvainó una espada que guardaba bajo su falda, desde el bajo de sus pantalón corto a su rodilla.
La figura avanzó hacía ella con toda su fuerza y ella alzó la espada, que llenó de su chakra, cortando por la mitad a la figura inacabada. Esta cayó al suelo muerta y él otro tipo la miró sorprendido por haber podido destruirla.
Hana abrió la puerta y salió. Veinte figuras saltaron detrás de ella. Observó a las ratas quedarse atrás y gemir de dolor.
Uno saltó ante ella y Hana le reventó la cabeza con su espada. Una explosión de astillas brilló ante su mirada. Ella se propulsó en la marioneta llegando a la boca de la alcantarilla, que daba justo a una calle perdida de la aldea.
De un salto salió fuera y se dirigió a una calle llena de gente, pero no llegó porque la sujetaron de los tobillos, haciéndola caer y arrastrándola hacía el lugar del que acababa de escapar.
El propio chico pelirrojo era el que había estirado sus manos hasta ella. Hana se removió y le golpeó, pero sus manos eran de madera.
-Nadie se escapa de Sasori de la Arena- dijo él. Ella hizo un genjutsu que sujetó sus brazos tirando de ellos en sentido contrarió y con la espada corto los cables, dejando las manos apretadas a sus tobillos.
Se puso en pie y se quito las manos de una patada. Dos marionetas más salieron en su búsqueda, pero se mezcló entre la multitud. Perdiéndose.
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Llegó a una posada y entró, el hombre que atendía la miró con recelo y se tapó sin disimulo la nariz. ¿Qué esperaba? Venía de las cloacas.
-¿Tienes dinero?- preguntó con asco. Si no fuera el único hostal...
-Una habitación- dijo buscando en su alforja -Prepáreme un baño fuerte y necesito que alguien lave mi ropa- dijo tirando un saco lleno de monedas sobre el mostrador.
-Lo necesitas...- murmuró mirando las monedas con brillo en sus ojos -Ahora mismo- ella se quitó la capucha que durante toda la batalla había llevado, ocultando su rostro -¿Qué edad tienes?- se le escapó automáticamente al verla.
-Diecinueve...- mintió, el hombre no la creía, pero la situación de la villa no era la mejor, tal vez solo estaba escapando de un destino incierto y doloroso.
-Pareces menor... Toma la llave de tu dormitorio-.
Poco después ya estaba frotándose duro la piel bajo un chorro de agua tratando de hacer desaparecer el olor.
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Comía en su dormitorio sola, vestida solo con una camiseta grande y celeste, que le había robado a Neji varios meses atrás.
A la vez revisaba los papeles de los Akatsuki. La mayor parte de la información solo era de ese Sasori. Le había localizado en los libros de ninjas desertores y le sorprendía que no hubiera matado a toda esa gente hiendo tras ella. Le tenían que tener muy agarrado de los huevos.
-Solo uno no basta...- dijo guardando todo en su bolso y escondiéndolo bajo la almohada.
Para entrar en Akatsuki una debía llamar su atención, hacer algo terrible...
O tener una persona que abriese tu camino de par en par.
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Estaba en un bar esperando a que le sirvieran el almuerzo para llevar.
A su lado se detuvo alguien que vestía igual que Sasori, le observo de arriba abajo, un chico joven, rubio de pelo largo, con ojos azules.
Pensó en una forma más segura de conseguir información, una en la que no se arriesgara a morir. Pero tampoco podía arriesgarse a que sus compañeros la reconociera. Itachi Uchiha era el único que había visto su rostro...
Solo se le ocurría una forma.
-Hola- llamó su atención, él la miró de arriba abajo. Ella aprovechó para meterle en un genjutsu, subiendo sus niveles de dopamina, narodrenalina y oxitocina, sus hormonas favoritas del amor -Me llamo Cosmos- se presentó cambiándose de nombre.
-Deidara- dijo él con voz de ligar, cayendo de lleno en su trampa.
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La Reina del Byakugan 2
FanfictionBueno, esta es la segunda parte de "La reina del Byakugan". Es una historia de Nejixtu. Trata de que tú eres Hana Yuhi, una chica de Konoha, y por otro lado esta Neji. Y, bueno, tendrás que ver si te gusta. Recomiendo leer la primera parte para ente...