029|Desequilibrio

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Escuché la voz de Evangeline cerca de mí, ella era la persona que necesitaba para así acercarme a ellos.

Mientras háblaba  con el DJ me acerqué a ella, llamando su atención tocándole el hombro.

—¡Evangeline!—sonreí con  hipocresía la cual me caracterizaba a tratar con los idiotas humanos—, quiero agradecerte nuevamente por esta espléndida decoración además de haber planificado todo de manera perfecta.

—No tienes por qué agradecer Conrad es mi trabajo—sonrió

—De seguro fue muy complicado tener todo bajo control—me aventuro a afirmar.

Movió su cabeza de lado a lado indicándome así que no fue gran cosa.

—Tuve un poco de ayuda en algunos detalles.

—En serio!?—pregunté fingiendo sorpresa.

—Si, mi hija me ayudo a finiquitar los últimos detalles en lo que respectaba a la decoración del salón y en la comida que sería servida—dijo con orgullo.

«Así que la creación tenía que ver en todo esto».

—¿Me imagino que aceptó venir? Me encantaría conocerla al fin y agradecerle también por tenderte la mano—Exclamo llevando mis niveles de actuación a otro nivel.

—¡Oh claro!—se movió un poco tratando de buscar a Elizabeth—. Está por allá.

Me indicó donde estaba y ofreciéndole mi brazo caminamos hasta notar que ellos se aproximaban a la mesa que se le había asignado.

Askary se notaba tenso así que le di unas pequeñas palabras de aliento para que se sintiera más tranquilo.

«No sé quién me parece más  apetecible, si la madre o la hija… tal vez debería de probarlas ¿no crees?».

Su mirada hacia mí detonaba rabia. Lo estaba disfrutando, tenía tantas ganas de reírme a carcajadas en su cara pero debía mantener mi porte serio.
Noté como en un vago intento por “proteger” a su creación retrocedió.

Evangeline me presentó a Elizabeth y por un momento me sentí confundido. De ella provenía ese olor que llenaba la habitación y tanto me gustaba, era diferente al que había sentido aquella noche en el bosque, también note en ella algo que me gustaba, en su cuello tenía  el pacto, la verdad dude un poco en si ella se lo pondría pero ¿a qué mujer no le gustan la joyas?

La chica me presento  a su amigo «querida lo conozco a la perfección» Askary estrechó mi mano, lo hacía con fuerza lo cual me divertía, lo rete varias veces queriendo sacarlo de sus casillas para que así el caos que se avecinaría fuera más placentero.

Mientras hablaba con el director ejecutivo del hotel y dos accionistas esperaba el momento oportuno para abordar a la esclava.

—Es el primer hotel de lujo en la ciudad, ya veo en el futuro el éxito que tendrá— dijo Antonino

Antonino Castano, un humano de unos cincuenta y cinco años, tez blanca, de un metro ochenta, regordete y simpático.  Lo había conocido gracias a Erick hace unos cinco años en Francia, era un hombre con un gran conocimiento en hotelería gracias a que ese era su trabajo en el país del croissant. No fue tan difícil convencerlo de trabajar para mí, tan solo hizo falta una considerable suma de dinero para que volviera a su natal Italia. Que más podía pedir si la estabilidad económica era lo que buscan todos, prácticamente le hice un favor.

Aunque tenía un conocimiento muy amplio sobre este oficio, no me iba a someter a estar en el mismo lugar por años arriesgándome a que todos se comiencen a preguntar por qué sigo tan joven, por esa razón me la pasaba evitando estar en el foco de la prensa.

Oscuridad Total ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora