031| Ojos grises.

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Ya que no tenía nada que hacer este fin de semana y la noche de ayer había sido demasiado caótica para disfrutarla como era debido, necesitaba distraerme alejarme de lo que implicaba ser creación, vampiro, humano vampiro o como le quieran llamar.

Jessica y los chicos me habían invitado incontables veces a salir pero como ellos decían yo era la aburrida. Así que comencé a buscar en mi laptop lugares que nunca había visto pero si escuchaba  en boca de muchos.

Tomé mi celular y llamé a mi amiga.

Ciao bella—solté de manera efusiva

—¿Y ese milagro? ¿Acaso te sientes mal?—pregunto Jess con voz confusa.

Aún sabiendo que no me estaba viendo negué.

—Muy graciosa señorita Ross!— dije imitando el timbre de voz de profesor que no soportaba.

Soltó una gran carcajada.

Bene, bene… entonces dime, ¿qué tienes en mente?

—¿Cómo sabes que tengo algo planeado?¡Bruja!—pregunté evidenciado asombro.

—Para que veas mi dolce pastelito yo lo sé todo, además sé lo mucho que odias las llamadas y  cada vez que lo haces es para contarme algo… deducción.

Tenía razón, las únicas veces que lo hacía era cuando debía preguntarle o contarle algo de manera rápida, así me respondía en el momento.

—Primero que  todo… ¿estas disponible para tu amiga del alma todo el día?—pregunté mientras miraba los lugares en la laptop.

—¿Para ti? ¡Siempre!, ¿qué quieres hacer?

—Quiero turistear, conocer la ciudad…

—Aun no comprendo cómo es que si eres de aquí no conoces nada.

—¿Sera porque solo nací aquí?  He pasado la mayor parte de mi vida viviendo en Florencia y Verona.

—Entonces no se diga más… te llevaré a los lugares más bellos que tiene esta ciudad. Y ¡prepárate! Que al fin haré  uso de mis dotes de conductor; papá me prestará su auto.

—¡AY NO! Soy muy joven para morir—solté burlona.

—¡Tranquilla! e invitare a Nathan, de seguro estará asombrado de que salgas de tu burbuja. Nos vemos dentro de una hora.

—Está bien, cuando estén por llegar me envían un mensaje.

Colgué aun mirando mi laptop.

Hace un par de años atrás si me interesaba conocer esta ciudad pero solo de paso, ¡no mudarme!  Tampoco tenía cabeza para estar conociendo nada, desde que había llegado mi mundo había dado un tremendo vuelco dejándolo todo patas arriba y aun sigue igual o más bien peor.  

Las mudanzas siempre me habían afectado pero debo resaltar que esta se convirtió en  la peor de todas. Verona se había convertido en mi hogar, ahí fue donde di mis primeros pasos y viví mi infancia, estuvimos hasta que cumplí los diez años. 

Florecía… pues había florecido convirtiéndome en una señorita  “carismática” como algunas personas decían.  Había conocido a mi primer amor, las desilusiones y alegrías que conllevaba  la adolescencia.

Son los lugares que más añoro.

«¡Tengo que tratar de avanzar! y no quedarme en el hoyo de preocupaciones que me ha estado consumiendo».

Hoy sería ese día  que me daría la libertad de volver a sentirme la yo de antes pero repotenciada. 

Me apresuré a estar lista a tiempo y justo cuando me estaba colocando las zapatillas escuché mi celular sonar, fui rápido a mi armario  y tomé un pequeño bolso; guardé  mi celular y mi billetera. Cerré  la puerta y fue cuando ví llegar a un vehículo de color gris, caminé rápido pero no tanto como para a parecer de golpe frente el auto, al tener los vidrios polarizados me dificultaba el saber quién estaba dentro así que me limité a golpear suavemente el vidrio. De repente abrieron  la puerta de manera brusca y como acto reflejo retrocedí, alcé la mirada y noté que un chico con un ligero ataque de pánico trataba de recobrar el aliento.

Oscuridad Total ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora