Capítulo 5

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—¿Qué haces aquí?

Keily saltó por el susto cuando escuchó la voz de Alan. Alzó la mirada, encontrándose con unos orbes verdes que la observaban con rabia. Se levantó de la banca y acortó la distancia.

—Esperándote, necesitamos hablar.

—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar. Estoy agotado.

Sus palabras fueron tan rudas que la hirieron profundamente.

—Por favor, Alan, déjame explicarte...

—¿Explicarme? —la interrumpió y rio sin gracia—. ¿Qué me vas a decir? Tuviste una cita con un hombre rico en un lugar que ni trabajando todos los días hasta la madrugada podría pagar. —Su voz era dura, sus ojos se habían oscurecido por la ira—. O lo humillante que fue para mí servirle a mi novia mientras otro tipo la coqueteaba con descaro y la impresionaba con su maldito dinero. Dime, Keily, ¿qué quieres explicar?

Los ojos de ella se nublaron por cómo él lucía. Tenía las manos apretadas, estaba tan tenso que las venas se marcaban en su cuello. Keily retrocedió un poco, alejándose de su imponente figura.

—Te juro que no es así, estás exagerando todo. Arthur es hermano de Josh y solo me invitó a comer.

—Ese tipo te desnudaba con los ojos, Keily, ¿crees que soy estupido? —Ella negó, era incapaz de emitir algún sonido—. Me tengo que ir, estoy cansado y mañana debo trabajar.

Se giró para marcharse, pero Keily se movió rápido y lo agarró por un brazo.

—Voy contigo, Alan. Por favor, créeme cuando te digo que nada es como piensas.

Alan la recorrió con la mirada neutra.

—Eres una niña rica, Kei. Estos lujos son lo que mereces, yo no puedo darte estas cosas.

—Sabes que eso no me interesa, me importas tú —afirmó con la voz entrecortada.

—No llores. —Le pasó el pulgar por la mejilla y ahí ella se dio cuenta de las lágrimas que habían salido de sus ojos. Alan se alejó en medio de un resoplido, se pasó una mano por el pelo y la cara en señal de frustración.

—Vamos. —Caminó hacia el parqueo hasta el fondo. Keily lo siguió despacio, a una distancia prudente. Él abrió la puerta de un coche azul marino y puso un paquete en la parte trasera. Subió al volante y la miró con los ojos entornados—. ¿Te vas a quedar ahí parada?

Keily se acomodó en el copiloto con rapidez.

—¿Y este auto? —preguntó curiosa, pues él no tenía uno.

—Gian me lo vendió, aún no se lo he pagado siquiera.

—Oh —es lo único que logró decir.

Quiso reclamarle el porqué no le había comentado, pero no estaba en calidad de reprocharle nada. Así que solo mordió su mejilla interior y recargó la cabeza en el cristal de la ventana. Alan conducía en silencio, agarraba el volante con fuerza. Aún se sentía enojado, no había dejado de fruncir el ceño y apretaba la mandíbula.

—La única razón por la que no le partí la cara a ese bastardo fue porque no quiero perder mi trabajo.

Keily se encogió en el asiento, agarró sus piernas y las rodeó con los brazos.

—No sabes lo arrepentida que estoy por haber aceptado su invitación —susurró—. Pero solo fue un almuerzo, debes confiar en mí.

Alan la miró por unos segundos, luego regresó la vista a la carretera.

Bucle © [Completa] (Bilogía Inercia: Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora