Capítulo 19

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Alan se dirigió a la cocina con una bandeja en la mano llena de utensilios. Fue un día agotador, el restaurante estaba lleno desde que abrió. Tenía pensado quedarse hasta tarde para hacer horas extra, pero cambió de opinión. Era inaguantable.

—Mesa veinte, Ricci —dijo Nina, pasando por su lado. Llevaba varios días evitándolo, solo le dirigía la palabra cuando era necesario.

—Espera. —La tomó del brazo y la llevó a un lugar aparte cerca del almacén.

—¿Qué quieres? —Se soltó de su agarre y cruzó los brazos.

—¿Por qué estás así conmigo? —Ella bufó e hizo ademán de irse. Alan la giró para que quedara frente a él—. Creí que éramos amigos.

—¿Amigos? —Rio sin gracia—. Los amigos no follan como animales.

Alan se masajeó la sien en un intento de entender la situación.

—¿Estás enojada porque estoy con Keily? Creí que había sido claro contigo.

—Claro conmigo —repitió—. Por supuesto, Alan. Como tienes a la rubia, no necesitas más de mis servicios. —Sus palabras lo hicieron enojar.

—No hables como si te hubiese engañado o prometido cosas que no son. —La mirada de Nina se tornó fría—. Nos acostamos una vez. Te pedí perdón, ¿y qué me dijiste? —Ella se quedó callada y desvió la mirada—. Que entendías y podíamos ser amigos. Nunca te puse una cosa por otra, siempre te aclaré que amaba a Keily. —Se alejó, dándole la espalda—. Perdóname si creíste que te utilicé, no soy esa clase de hombre.

—No sé qué le ves, Alan. Es una enana, rubia, tan flaca. —Él se pasó las manos por el cabello. Inhaló y exhaló para calmarse—. Es una niña mimada, tú mereces a una mujer de verdad.

—Lamento todo esto, Nina, y entiendo si no quieres volver a hablarme. Debo ir a trabajar. —La dejó sola, no sin antes notar que ella lo miraba con desprecio.

Alan salió del trabajo agotado, le dolía todo el cuerpo. Como era día de pago, se dirigió al banco a cambiar el cheque. Le envió un mensaje a Charlotte y quedaron de verse en una cafetería. Tomó parte del dinero y lo introdujo en un sobre.

Una vez en el lugar, pidió un café con leche mientras la esperaba.

—¿Qué quieres? —dijo, sentándose frente a él en la mesa.

—¿Cómo está la bebé? —Obvió los saludos, puesto que intuyó el mal humor que se cargaba ella.

—Muy bien.

Alan sonrió.

—Me alegra saber eso. —Le pasó el sobre. Ella lo tomó y verificó su contenido con el ceño fruncido.

—Dile a Gian que no pierda su tiempo. —Se lo devolvió con desdén—. Mi hija y yo no necesitamos de su miseria.

Alan se sintió ofendido. Le estaba pasando una gran cantidad de su salario para que lo despreciara de esa manera.

—Charlotte, entiendo que estés dolida, pero Gian es el padre de la nena. Tiene derechos que ni tú ni Jack se los pueden quitar. —Trató de razonar con ella.

—¿Derechos? Como si les importáramos a él. Nunca le interesé, Alan. Solo era una más que le abría las piernas.

—Sí le importas, solo que él no es muy bueno demostrando sus sentimientos. —Tomó el sobre y se lo pasó de nuevo—. El señor Brown le prohibió verlas, pero Gian es el papá de esa bebé.

—Tu hermano es un desgraciado, solo le importan sus beneficios.

—Si fuera así, no te llamaría como lo ha hecho. Tú no le respondes.

—¡Porque no quiero sufrir más! Lo amo y sé que no es correspondido, por eso quiero alejarme de él. —Se levantó y se fue, dejando el dinero en la mesa.

***

Un señor calvo y rechoncho fumaba un cigarro. Su paz fue interrumpida cuando el italiano entró a su despacho. Los hombres se pusieron alerta y le apuntaron con las armas.

—Vengo en son de paz. —Levantó las manos, mostrándoles que no estaba armado.

—¿Qué te trae por aquí? —Les hizo señas a los tipos y ellos retrocedieron con cautela.

Gian se sentó frente a él y tomó un vaso con whisky de la mesa. Lo bebió de un solo sorbo.

—Quiero que hablemos de Aaron. —El tipo se carcajeó.

—Ese insecto no tiene que ver conmigo, Ricci. Se convirtió en un gusano luego de la muerte de Lee. —Asintió, vertiendo más bebida en el vaso de la botella que se encontraba allí.

—Necesito retirarme, Esteven. Las cosas no me han salido como pensé. —El aludido levantó una ceja intrigado.

—Déjame adivinar: una mujer —Sonrió mostrando los dientes chuecos.

Gian arrugó la cara en desagrado cuando una morena, con diminuta falda, se sentó en su regazo y empezó a besarle el cuello.

—Te ves tenso, Leila te ayudará a relajarte. —En otros tiempos él hubiese disfrutado de ella, pero deseaba resolver sus asuntos.

—Déjame tranquilo. —La empujó lejos de él—. Estoy hablando en serio, Esteven. No quiero seguir con esto. —La chica lo miró con desprecio, se arregló la falda y se retiró.

—Eso no es posible, Ricci. Una vez dentro no puedes salir.

—¡No pienso seguir moviendo tu droga! —gritó y se levantó. En un movimiento rápido, tiró el vaso contra la pared.

Los tipos le apuntaron con sus armas con temor. Esteven se posicionó frente a él. Tuvo que alzar la cabeza para mirarlo a los ojos.

—Eres uno de mis mejores hombres, no permitiré que me des la espalda. Si quieres te ayudo a cazar a Aaron —le ofreció con falsa simpatía. Gian negó con la cabeza.

—Quiero olvidarme de todo esto, ya fue suficiente.

—En ese caso no puedo hacer más. —Agarró su barbilla y masajeó la barba—. ¿Tienes un hermano? —le preguntó con cierta amenaza—. Trabaja en un restaurante, turno de mañana a cuatro de la tarde —continuó, haciendo gestos con las manos—. Conduce un vehículo azul oscuro y vive en las afueras del pueblo, en una casita muy acogedora. —Se sentó y tomó otro cigarro.

Gian apretó los puños. Su mirada se volvió salvaje. Solo quería acabar con él.

—No te atrevas a meterte con él, Esteven, porque te mato.

—Tus amenazas no me atemorizan, Ricci. Sabes cómo son estos negocios. Si quieres retirarte, hazlo. Un muerto más no hará la diferencia.

Gian se abalanzó sobre él. Lo agarró por el cuello y lo golpeó en la cara varias veces. Uno de los hombres le dio en la cabeza con un arma, por lo que cayó al piso y lo patearon sin piedad.

—¡Basta! Ya aprendió la lección. —Se agachó para verlo a los ojos—. La única razón por la que no acabé contigo cuando asesinaste a Anton fue porque me eres muy útil. No hagas que eso cambie. 

 

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Bucle © [Completa] (Bilogía Inercia: Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora