Capítulo 24

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—Estás loco —dijo Alan entre sorprendido y enojado—. ¿Crees que te saldrás con la tuya?

—¡Déjala ir, Aaron! —gritó Gian—. Me tienes a tu merced para vengarte. Déjala libre.

—Ah, ah. —Negó con la cabeza—. Ansío ver tu cara cuando la mate.

—Por favor —rogó y ninguno de los presentes dieron crédito a lo que escucharon. Aaron se carcajeó.

—¡Esto es épico! —gritó emocionado—. Es el mejor día de mi vida.

—Suéltala, por favor. —Rose intervino, acercándose a su primo—. Tú no eres así, Aaron. Recapacita.

—Quítate de mi camino. —Le apuntó con manos temblorosas.

Gian aprovechó la interrupción y bajó los brazos lentamente. Miró a Alan con complicidad mientras sacaba un arma de su espalda.

Rose, por su parte, agarró la mano de Aaron que sostenía la pistola y la posicionó en su pecho.

—Mátame si quieres —dijo con lágrimas en los ojos.

Charlotte se alejó de él despacio.

Alan corrió hacia ella, la atrapó y la llevó lejos de Aaron que forcejeaba con su prima. Varios disparos retumbaron en el destartalado edificio. Rose, con la mirada perdida y sangre brotando de su boca, cayó al piso. Aaron gritó desesperado, tomó su arma y disparó de manera errática varias veces hacia Gian sin lograr acertar.

—¡Saca a Charlotte de aquí! —pidió Gian a Alan mientras se acercaba a Aaron—. Asesinaste a tu propia prima, bastardo. —Lo golpeó y él no opuso resistencia.

Alan se llevó a Charlotte. Echó de menos a Louis, ¿acaso se había ido? La metió en el auto y ella lo agarró por el brazo cuando quiso alejarse.

—Busca a Keily —dijo sollozando—. Ella no está bien.

Alan corrió como un poseso en dirección a la edificación de nuevo. Gian trataba de ayudar a Rose al lado del cuerpo de Aaron sin vida en medio de un charco de sangre. Siguió su camino, ignorando la terrible escena. Abrió una a una las puertas que fue encontrando, pero en ninguna de las habitaciones estaba Keily. Sentía que se asfixiaba, cada segundo se le hacía eterno.

Entró a un cuarto oscuro, pero se iluminó de repente. Kevin, el que le había disparado aquella vez, estaba parado frente a él, apuntándole con un arma. Alan miró a Keily que yacía en una cama moribunda. Tenía una venda en la cabeza y lucía muy pálida.

—Al parecer tienes más vida que un gato —dijo Kevin, acercándose. Alan retrocedió por inercia, pero chocó con la pared.

—Estás armado y yo no. Es injusto—alegó levantando mis manos—. Suelta la pistola y peleemos como dos hombres. —Kevin se rio sin gracia y negó con la cabeza.

—¿Crees que esto es como esas películas que ves? Te voy a matar, Ricci, y luego a la linda rubia en nombre de Anton.

Louis se asomó por encima de su hombro. Le apuntó a Kevin y le disparó varias veces. Alan se agachó. La sangre le salpicó en la espalda y piernas.

—¿Estás bien? —preguntó Kevin y él asintió.

—¿Dónde rayos estabas?

Kevin solo se encogió de hombros.

Alan se acercó a Keily y verificó su cuerpo. Tenía fiebre, la venda que llevaba en la cabeza se encontraba empapada de sangre. La cargó al estilo nupcial y la sacó de ahí. Gian se levantó cuando lo vio. Sus manos y pecho estaban ensangrentados.

—Hice lo que pude, lo siento. —Sus ojos angustiados no pasaron desapercibidos por Alan.

Caminaron hacia el auto. Charlotte salió deprisa y se tiró en los brazos de Gian. Él revisó su cuerpo con desesperación y, cuando comprobó que se encontraba bien, la besó con dulzura.

Alan acostó a Keily en la parte trasera del vehículo con cuidado.

—Debemos llevarla a un hospital —dijo Louis, mirándola fijamente.

A lo lejos, el ruido de unas sirenas hicieron que se miraran unos a otros nerviosos.

—Debemos irnos —dijo Charlotte, tirando del brazo de Gian hacia el auto. Él le tomó la cara con fuerza.

—Vete con Alan, yo me quedo.

—¿Qué? —intervino él, acercándose—. ¿Estás loco? Te meterán a prisión.

Gian asintió sin despegar los ojos de los suyos. Entonces, Alan comprendió lo que quería hacer y sujetó el brazo de Charlotte.

—¡No! —Ella se zafó de su agarre—. Por favor, vámonos. Huyamos lejos de aquí —pidió a gritos. Gian juntó sus frentes.

—Estoy cansado de huir, Charlotte. La única forma de salir de esto, y que me dejen en paz, es rindiéndome. —Ella lloró aferrada a su cuello—. Perdóname, fui un imbécil. Quiero que sepas lo mucho que significas para mí, y la bebé. —Le dio un beso en los labios cargado de despedida y arrepentimiento.

Alan desvió la mirada, el corazón le latía salvaje en el pecho.

—Debemos irnos —dijo Louis, entrando al auto. Las sirenas se escuchaban cada vez más cerca.

Portala con te. Ci terremo in contatto.

Alan asintió, un nudo en la garganta no lo dejó expresarse como quería. Tomó a Charlotte con cuidado y caminó en dirección al vehículo. Ella se sacudió con violencia, tratando de soltarse.

—¡Gian, no! Te amo, mi amor. No me dejes —vociferó de una manera desgarradora. Entraron con ella al auto y Louis condujo como un demente, alejándolos del lugar.

Alan miró a través de la ventanilla cómo varios policías rodearon a Gian. Él se arrodilló con los brazos detrás de la cabeza. Se adentraron a la carretera, lo que provocó que lo perdiera de vista. Los gritos de Charlotte hicieron eco en su cabeza y lloró en silencio por la decisión que había tomado su hermano. 

 

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Bucle © [Completa] (Bilogía Inercia: Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora