Capítulo 9

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—¿Te has vuelto loca! —Zoe gritó, lo que provocó que Keily saltara en su lugar—. No debiste aceptar.

Marian entornó los ojos.

—No veo el problema. —La pelirroja la miró como si estuviera poseída

—A ver si mi tío dice lo mismo cuando se entere.

Keily se estremeció al pensar en lo loco que se pondría Jack si llegara a saber que saldría con Josh.

—No es nada romántico —dijo mientras caminaba hacia el armario—. Ahora ayúdenme a buscar algo que ponerme, que para eso las llamé.

Marian sonrió y empezó a verificar una por una las prendas. Zoe siguió de pie con los brazos cruzados.

—Esto me parece perfecto. —Su amiga les enseñó un vestido negro muy bonito. Keily lo agarró y se la midió para comprobar qué tan corta era.

Marian se quejó y acarició su vientre de arriba abajo.

—¿Estás bien? —preguntó Keily con preocupación.

—Sí. Dame tu mano.

Ella obedeció y marian la llevó hacia su abultada barriga.

Keily sonrió emocionada cuando percibió los leves movimientos de su sobrino. Zoe se unió y le hablaron al pequeño William mientras su amiga sonreía como boba.

Unas horas más tarde, Keily ya estaba arreglada. Optó por un ligero maquillaje y el pelo suelto. Bajó las escaleras donde Josh la estaba esperando.

—Estás bellísima.

Keily agradeció en un susurro y lo siguió hacia su vehículo.

—¿A dónde vamos?

—A divertirnos.

Una sonrisa genuina esbozaron los labios de Josh, como hacía mucho no sucedía, y empezó a manejar.

Llegaron a un club abarrotado de gente. La música estaba tan alta que los hacía vibrar. Las personas bailaban y bebían como si no hubiese un mañana. Se acercaron a la barra y Josh pidió dos bebidas. Le entregó un vaso con un líquido rojo a Keily y él se tomó el suyo de un solo sorbo.

—¡Bailemos! —gritó en su oído para que pudiera escucharlo. Lo siguió, dejando la bebida en el lugar sin haberla probado.

Keily se contagió por el ambiente vibrante y la música. Movió su cuerpo al compás de Josh. Este la tomó por la cintura y se fue agachando de una manera sospechosa.

—Necesito ir al baño —mintió para salir de ese momento incómodo. Asintió y siguió bailando.

Keily caminó lejos de él, abriéndose paso entre la gente que saltaba a su alrededor. No sabía dónde iría ni vio ningún letrero que la llevara a algún baño. Se paralizó cuando divisó a un chico muy parecido a Alan. Sacudió la cabeza en un intento de borrarlo de su memoria.

Sin embargo, la curiosidad pudo con ella. se movió para distinguirlo mejor y, efectivamente, era él. Alan bailaba muy pegado con una morena alta, en un vestido rojo diminuto que no dejaba nada a la imaginación. La chica lo abrazó por el cuello y lo besó. Él, por su parte, le acarició el trasero sin pudor alguno.

La vista de Keily no se apartó de la escena que la lastimó. Fue inevitable compararse con ella: parecería un duende a su lado. La morena hizo contacto visual con Keily y le susurró algo a Alan en el oído mientras la señalaba. Todos sus sentidos se pusieron alerta cuando se giró y la vio. Corrió desesperada en busca de alguna puerta para escapar. Atravesó su pase a la salida al fin. El viento de la noche le golpeó el rostro y su pelo voló en varias direcciones.

—¡Keily, espera!

Aceleró el paso cuando escuchó su voz. No entendía por qué Alan la había seguido.

La agarró por un brazo y la giró con brusquedad. Los ojos de él la recorrieron de arriba abajo mientras el corazón de ella subía y bajaba frenético.

—¿Con quién viniste?

Keily se zafó de su agarre.

—No te importa.

Se dio la vuelta para irse, aunque no sabía adónde, pero él no lo permitió. En un movimiento rápido, acercó su cuerpo al de ella. El aliento alcoholizado de Alan le golpeó en la cara, sintió que desfallecía por su cercanía.

—Alan. —La morena avanzó hacia ellos con los brazos cruzados.

Como pudo, Keily se separó de él. Sus ojos se nublaron por las lágrimas contenidas, pero no quería llorar.

—Hazle caso a tu novia y deja de perder el tiempo conmigo —dijo con la voz entrecortada.

Keily estaba dolida, en cualquier momento se caería a pedazos.

Alan negó con la cabeza.

—Ahora no, Nina —expresó sin dejar de mirar a Keily.

Como un ángel caído del cielo, Josh hizo acto de presencia y miró con desdén a Alan.

—Te estaba buscando.

La tomó de la mano y la llevó con él, ignorando las miradas que les daban los presentes. Keily no miró atrás, pero escuchó que empezaron a discutir por algo que no logró entender.

Josh le abrió la puerta del copiloto, acto seguido Keily se abrazó a sí misma. Lloró en silencio bajo la mirada preocupada de Josh. Él agarró su mentón y le limpió las mejillas con su pulgar.

—Ese maldito no te merece.

Sus palabras la hicieron sollozar más porque, aún separados, le guardó fidelidad y él se olvidó de ella tan fácil. Le dolía que no dejaba de pensarlo mientras él se acostaba con otra mujer.

—Es la última vez que lloro por Alan Ricci —prometió decidida. 

 

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Bucle © [Completa] (Bilogía Inercia: Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora