Capítulo 8

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Alan se introdujo al almacén en busca de Nina para avisarle que debía llevar unos productos a la cocina. Ella se giró a la vez que anotaba algo en su libreta y sonrió cuando lo vio. Era linda y alta, con una cabellera larga oscura. Trabajaban en el mismo turno y, en los últimos días, se habían hecho muy cercanos.

—Alan —llamó cuando iba a salir.

Se giró y Nina le rodeó el cuello con los brazos sin ningún esfuerzo por su estatura. Alan la besó desesperado mientras la pegaba a la pared. Nina le correspondió y le mordió el labio inferior.

—¿Por qué no vamos a mi casa cuando acabe nuestro turno? —preguntó sugerente.

De algunos besos no habían pasado. Aunque aún amaba a Keily, y el haber terminado con ella fue la peor decisión, estaba convencido de que necesitaba olvidarla. Pensó que estaría mejor sin él, que merecía a alguien de su mismo estatus social.

—Te veo a la salida.

Nina lo besó de nuevo antes de retirarse muy contenta.

Una vez que salieron del trabajo, se marcharon juntos a casa de Nina. Ella le brindó un vaso de Whisky que él tomó de un solo sorbo. Lo llevó a su habitación y lo besó salvaje.

Tuvieron sexo de una manera brusca, sin una pizca de delicadeza. Nina le arañó el cuello y lo mordió por todas partes, como si sintiera rabia por algo y quisiera desahogarse con él. Alan dejó que le hiciera lo que quisiera. Trató de seguir su forma rara de entrega, muy distinta a su exnovia. No pudo evitar compararlas.

Él había sido su primer beso, su primer amor, su primer todo. Esos pensamientos sobre ella causaron que se sintiera miserable. Tenía la sensación de que la estaba engañando, aunque ya no seguían juntos.

Se sentó en la cama de espalda a Nina, quien yacía desnuda a su lado. Se cubrió la cara con las manos. Nina lo abrazó desde atrás.

—Eso fue intenso —susurró en su oído.

Alan se soltó de su agarre y se levantó para agarrar la ropa. Se vistió en silencio bajo la atenta mirada de Nina que se fumaba un cigarro. Trató de buscar en su mente las palabras correctas que pudieran explicarle que lo que pasó entre ellos no se repetiría sin que la hiciera sentir mal.

—Esto, nosotros...

Ella sonrió y se levantó de su lado.

—Tranquilo, Alan. No espero nada de ti, tampoco quiero un compromiso ni que me jures amor eterno. Podemos seguir como amigos y, si necesitas a alguien, sabes que aquí estoy.

Suspiró aliviado, lo menos que quería era una relación ni más drama en su vida.

—Quiero conocer a esa tal Keily. —Esas palabras lo paralizaron—. Debe ser alguien muy especial para que estés así por ella.

Tragó saliva ante los pensamientos que se agolparon en su mente.

—Es perfecta —dijo en un susurro.

Nina frunció el ceño y encendió otro cigarro.

—¿Por qué no vuelves con ella?

Claro que quería volver, pero se había metido en la cabeza que estaba mejor sin él. Que merecía otra vida.

No le contestó. Al cabo de un rato se despidió y salió de a toda prisa.

Cuando llegó a su casa encontró el auto de Keily parqueado. Ella estaba ahí, pero ¿por qué? Abrió el portón rápido y corrió hacia la puerta estrepitosamente.

Sentada en el sofá, con una taza de café en manos, se encontraba Keily frente a Gian. Sus ojos brillaron cuando lo vio. Se puso nerviosa, sus manos empezaron a temblar incontrables. Esto no pasó desapercibido por Alan que sonrió complacido porque aún no le era indiferente. Las mejillas de Keily se sonrojaron y agachó la cabeza para cubrirlo. Esto hizo sonreír a Alan. Gian se percató de ello y lo observó con suspicacia.

Bucle © [Completa] (Bilogía Inercia: Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora