Capítulo 18

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—Me gusta cómo el artista trata de reflejar lo que siente —dijo la señora luego de observar la pintura por un rato.

—Muchas gracias —respondió Keily.

—¿Es tuya? —Asintió, emocionada. La señora la miró de arriba abajo con escepticismo—. Tienes talento, pero debes pulirlo más. —Se alejó y salió de la tienda.

Keily suspiró. La decepción se apoderó de ella porque no había vendido ni una sola pieza de las suyas. Cuando los clientes se enteraban de que ella era la persona detrás de los cuadros, el interés se les iba. Tomó su lugar detrás del mostrador para seguir investigando una tarea pendiente en el navegador.

Gian entró a la tienda, mirando con cautela los alrededores. Keily se cruzó de brazos cuando estuvo frente a ella.

—¿Qué quieres? —Gian resopló y miró hacia arriba, como si buscara alguna señal divina.

—He llamado a Charlotte varias veces y no contesta. —Evitó mirarla—. No he sabido nada de ella desde hace un buen tiempo.

—¿Será que se cansó de ser tu juguete? —La voz de Keily salió dura. Esas palabras provocaron que él arrugara la cara—. Mi papá se puso furioso cuando se enteró de que tomó el dinero por ti. Ella no quiere verte, Gian, después de todas las cosas que le dijiste y de que casi la obligaras a abortar.

—Estaba ebrio. —Se pasó una mano por la cara en señal de frustración—. Tu padre fue a casa de Alan, armó un escándalo y hasta tuvo la osadía de golpearme. Solo quiero saber si ella está bien, si la bebé está bien.

Keily se sorprendió, no creía que en realidad se interesara por ellas.

—Están de maravillas lejos de ti.

—Lo sé. —Su mirada le causó lástima. Estaba segura de que debajo de toda esa armadura y todo lo que quería demostrar, Gian era una buena persona. Muy en el fondo.

Él se alejó para irse, pero se giró y se acercó a ella de nuevo.

—Se me olvidaba algo. Esto es tuyo. —Extendió su mano y dejó en el escritorio el anillo en forma de cruz que era de Willy. Los ojos de Keily se nublaron por las lágrimas contenidas.

—¿Cómo lo conseguiste? —preguntó, conmocionada. Gian se encogió de hombros.

—Tengo mis contactos. —Se giró y caminó hacia la salida.

Keily reaccionó rápido y le gritó un gracias cuando cerró la puerta. No supo si logró escucharla.

***

—Piénsalo, pequeña. Esta es tu casa.

Jack se movía de un lado a otro en la habitación, sosteniendo al pequeño William que se encontraba muy entretenido con la cadena de él en la boca. Estaba en la etapa que todo lo quería morder.

—Era cuestión de tiempo, papá. Me iré a vivir con Alan.

Jack se sentó en el pequeño sofá y le quitó con cuidado la cadena al bebé. Él lloró de inmediato.

—Ya, mi príncipe. Es toda tuya —lo arrulló y se la devolvió.

Keily entornó los ojos. Su padre consentía demasiado a su sobrino. Se levantó y lo tomó de sus brazos, besándole las mejillas regordetas. Lo sentó en la cama e hizo lo mismo a su lado. Agarró uno de los peluches y se lo pasó. El niño empezó a babearlo de una vez.

—No lo tomes a mal, pero esa casa es tan... —Jack movió las manos como si buscara la palabra correcta—. ¿Minúscula?

—Papá, es lo que necesitamos. Para nosotros está bien.

Bucle © [Completa] (Bilogía Inercia: Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora