Capítulo 29

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Varios años después...

Gian salió del recinto con una bolsa en mano. Alan corrió a su encuentro y se abrazaron con fuerza. Estaba tan feliz porque ya no estaría encerrado y podría rehacer su vida y empezar desde cero.

—Suficiente —dijo, empujándolo lejos. Alan negó con la cabeza y entraron en el auto.

—¿Le dijiste?

—Quería que fuera una sorpresa. —Asintió y notó lo nervioso que se encontraba su hermano. Sería la primera vez que vería a su hija en persona. Alan estaba al tanto de lo emocionado que estaba, aunque trataba de ocultarlo.

—Debí cortarme el cabello, Alan —espetó, tirando de sus mechones largos—. No se llevará una buena impresión de mí.

—Solo es una bebé, Gian —le recordó—. Además, ella te va a adorar. —Asintió no muy convencido, moviendo los dedos de las manos una y otra vez y peinando su pelo hacia atrás en repetidas ocasiones.

Llegaron a la casa. Ahí se encontraban Keily, Charlotte y la pequeña Bella, como le decían de cariño. Keily sabía lo de Gian, pero su hermana no. Alan se percató de que Gian no lo seguía y se giró. Retrocedió y lo vio parado cerca del portón con los brazos cruzados.

—No creo que sea buena idea. Seré un padre terrible, ellas estarán mejor sin mí —dijo serio y angustiado.

—Deja de decir estupideces, ¿no quieres ver a tu familia? —Asintió—. Entonces deja de ser un cobarde y avanza.

Gian caminó a pasos lentos y lo siguió. Alan abrió la puerta, se hizo a un lado para que pasara.

—Linda decoración —se burló de los detalles coloridos. Keily se había ido a vivir con Alan unos meses atrás y remodeló todo, dándole más vida a cada rincón.

—Keily, Alan llegó... —Charlotte se quedó de piedra cuando vio a Gian. Se le cayó una cazuela que tenía en la mano, que se rompió en muchos pedacitos—. ¡Gian! —chilló y se abalanzó sobre él, llorando de emoción. Alan se hizo a un lado y se dispuso a limpiar los vidrios.

—No lo puedo creer —declaró ella con la voz entrecortada.

Keily entró en la sala con su hermosa sobrina de la mano. Alan y ella se miraron cómplices, sonrientes. Isabella tenía un vestido rosado y los rizos castaños al aire. Lucía encantadora. Alan la cargó y besó su mejilla, provocando que ella riera. Gian y Charlotte se separaron y él se acercó a la niña sin pestañear.

Alan nunca lo había visto de esa manera. Las manos le temblaban, los ojos llenos de ternura y amor. Jamás pensó que sería posible en él.

—Saluda a papá —dijo Charlotte, tratando de retener el llanto. Bella lo miró detenidamente y apretó su agarre en el cuello de su tío con temor. Sus labios hicieron un pucherito tierno cuando Gian la tomó de sus brazos.

—Mi amor, papá está aquí. —La abrazó suavemente, olfateando su pelo. La bebé se puso a llorar y Charlotte la tomó para calmarla.

Keily abrazó a Alan, emocionada y al borde del llanto. Decidieron darles privacidad.

—Te invito a comer. —Ella asintió y le tocó la mano, guiándola.

***

—Ya me dice papá —habló Gian, emocionado. Keily bufó

—No te creas tan importante, ella le dice así a cada hombre cerca: a Alan, a Josh y a mi padre —los enumeró con los dedos y él frunció el ceño. Alan estalló en carcajadas.

—No le hagas caso —intervino—. Lo tuyo con Isabella es especial.

Desayunaron en medio de una amena conversación.

Bucle © [Completa] (Bilogía Inercia: Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora