18 ~ Debate

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-¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Jimin?- preguntó la madre del menor mientras se sentaba junto a él y su esposo en el sofá y dejaba de reposar una taza de café sobre la mesita ratona a sus pies.

Las tres tazas humeantes sobre el mueble le daban tranquilidad y hacía que el libro negro en sus manos temblara menos, pero no lo suficiente como para quedarse quito, por lo que este resbalaba de vez en cuando entre los dedos del entrenador, amagando a caer y que este tuviera que incrementar el agarre cada que eso sucedía. Había logrado controlar sus lágrimas y la angustia de su pecho pero no el nerviosismo que le generaba el artilugio negro, por lo que sus emociones pasaban a estar en la parte en ascenso de la montaña rusa en la que se había montado desde que entró en su casa. Sentía que en cuanto lo abriera, el carrito de la montaña empezaría su recorrido y, así, su viaje creciente y decreciente de emociones.

-Todavía podemos destruirlo- recordó su padre, incentivando al más joven con un leve apretón en su hombro.

-No- Jimin suspiró -Debo saber si habla sobre las piedras en algún punto- pausó -Quizás tenga alguna respuesta.

El mayor asintió, entendiendo sus palabras a pesar de no compartirlas. Yongyun, a pesar de querer despegarse totalmente de su pasado no deseado, debía aceptar el lugar que ocupaban en la vida de su hijo y lo importante que era para él el saber absolutamente todo sobre las piedras y lo que estuviese relacionado con ellas. Para su suerte, el no había heredado ni la marca ni la habilidad que le tocaba como maligno de pura sangre, pero Jimin sí, y debía acompañarlo en todo ese proceso tortuoso de desmantelar el pasado al que estaba inevitablemente ligado por su marca en la nuca y en el de descubrir todo lo que estuviese a su alcance con el fin de ayudar a los elementales. Yonghi, por su lado, intentaba contener sus ganas de tomar el libro y arrojarlo lo más lejos posible de su familia, pero también entendía la posición del menor. Ella, como humana completa y sin ningún antecesor maligno o elemental, se sentía en falta teniendo cualquier cosa maligna en su casa, por lo que estar incluso en la misma habitación que aquel objeto negro la ponía nerviosa. Sabía, de todas formas, que debía controlar sus emociones ya que, después de todo, se trataba de su hijo y su sed de respuestas, y contra ello no podía batallar. Su hijo siempre había sido una persona curiosa con todo lo que llevaba a cabo, por lo que esta vez no iba a ser la excepción (a pesar de que estuviera relacionado con algo de lo que ella repudiaba).

Jimin volvió a suspirar y a tomar el libro con fuerza, haciendo que este dejara de moverse de aquí para allá finalmente. Mordió con fuerza su labio inferior, casi sintiendo su propia sangre invadir sus papilas gustativas, y soltó un suspiro más, frunciendo ahora el ceño. Estaba desesperado por abrir el libro y leerlo y a la vez por hacerlo desaparecer, ansioso por buscar alguna respuesta a sus interrogantes entre sus palabras y por matar al autor del mismo; había tantas cosas dentro de su cabeza que creía que en cualquier momento esta explotaría. Sin dejar que sus pensamientos siguieran dominando a su organismo, abrió el libro justo a la mitad, sorprendiendo a ambos mayores por lo rápido de su accionar. A pesar de tener la vista clavada en las palabras frente a él, Jimin no conseguía entender ninguna a causa de la ansiedad; volvió a suspirar y su mano izquierda a moverse, esta vez paseándose con soltura por el conjunto de hojas que había quedado de ese lado del libro. Pasó las hojas de una en una hasta que no pudo contenerse más y agilizó el movimiento de su mano, provocando que este casi se cerrara de nuevo frente a sus narices. Logró detenerse varias hojas más adelante y cuando llegó al comienzo del libro, dejando frente a él un conjunto de palabras más pequeño y ordenado y que, por lo visto daba comienzo al contenido en cuestión. Pestañeó un par de veces y su vista se enfocó, dejando claras las letras frente a sus ojos y concretas las palabras que estas formaban.

-Herederos finales...- leyó sin más y con la voz baja -de los cuatro elementos.

Un escalofrío intenso le recorrió la columna vertebral con esa simple frase, haciendo que el libro volviese a temblar, ahora abierto, en sus manos. Su padre, ante el movimiento involuntario, tomó el artilugio negro de las manos del menor y repasó las palabras que este había soltado segundos atrás, encontrándose también con una pequeña lista de nombres y elementos perfectamente ordenados, el cual incluía el nombre de su hijo al final.

Tierra y otros elementos [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora