Capítulo VII: Brest

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Pasaron unos días y solo estuve en el camarote de Thomas orando y escribiendo unas memorias. Sentía que un día alguien encontraría mis pensamientos en papel y conocería nuestra historia. Thomas estaba afuera en la cubierta haciendo cosas de capitanes piratas. Pensé en salir y ver cómo estaban todos, era muy aburrido estar solo encerrada y ver en las noches a Thomas. Me vestí con mi hábito diario y mi velo, estaba últimamente dudosa de seguir vistiendo como monja, ya no pertenecía a ninguna congregación y he pecado al abandonar a mis hermanas y al subirme a un barco pirata, ya no era digna de usar aquellas virtuosas togas con velos y hacerme llamar una cierva religiosa de Dios.

Salí a la cubierta del barco, el sol estaba resplandeciente y el cielo despejado sin ningún rastro de alguna nube pasajera. Aunque hacía bastante calor eso no detenía a los marines en sus labores diarios. Ellos notaron que estaba caminando por la madera del barco y como se les estaba haciendo de costumbre, me observaban con sus rostros disgustados por el hecho de estar en el barco sin ser un pirata.

Vi hacia atrás donde estaba Thomas con el intendente Joyce en el timón, él noto que estaba fuera del camarote pero no hizo nada, seguro sabía que ya me estaba cansando de estar solo encerrada. El me hizo un gesto para que fuera a dónde estaban a lo cual me encaminé, los piratas seguro pensaban que era muy obediente a Thomas ya que todo lo que me decía yo lo hacía sin reproche, pero es porque así siempre nos educaban en la abadía.

Subí por las escaleras hasta llegar al lugar de Thomas. El me dio su telescopio y señalo hacia el horizonte dónde la punta del barco iba encaminada en su dirección. Supuse que era para que observase a lo lejos lo que se encontraba allá, al poner mi ojo izquierdo en uno de los extremos más pequeños del telescopio pude notar con el las costas. Estábamos cerca de nuestro destino.

—Esas son las costas de Brets. Para la tarde estaremos pisando su puerto—Aclaro Thomas.

Eso me alegraba, llegar por fin a tierra. El mar no es mi ámbito y nunca había estado antes siquiera en un barco. Todo era muy nuevo para mí.

—¿Qué haremos allá Thomas?

—Mis hombres se encargarán de subir una mercancía que mi hermano Pierre nos entregará. Pero tú y yo iremos a visitar a alguien en especificó.

¿Visitar a alguien? No entendía a qué se refería Thomas y no podía preguntarle porque estábamos rodeados por su tripulación. Ellos no sabían nada de lo ocurrido en la abadía ni de los caballeros templarios, no sabían nada de mí ni por lo que he pasado. Así como yo no sabía nada de ellos y como terminaron sirviendo en un barco pirata.

Después de estar un rato afuera para agarrar aire fresco y así también dejar mi encierro, fui de vuelta al camarote de Thomas, pasando por los pasillos del barco donde habían varias puertas a cada lado que imaginaba, eran los camarotes de los demás piratas. Caminando por aquel pasillo se encontraba Nadine recostada sobre la pared de madera con su mirada ácida y los brazos entrelazados. Pensaba en saludarla correctamente y así presentarme de mejor manera que como lo hizo Thomas la otra vez, pero fue más rápida que yo y tomo la palabra primero.

—Quiero saber algo princesa ¿Por qué Thomas te trajo con él?—No entendía porque todo el mundo me llamaba con tal título si no lo era.

—Él quiso ser amable y cuidar de mí. No tengo donde más ir—Ella no parecía convencida con mi respuesta.

—Eres su mujer ¿No? Bueno eso dice él, pero ¿Por qué eres una monja? ¿No se supone que ustedes están bajo celibato? Porque es obvio lo que haría el capitán con una mujer en su camarote—Se acercaba más a mi cada vez que hacía una pregunta quedando a escasos centímetros de distancia, como si me desafiará.

La Cruz de Zafiro [Terminada]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora