Capítulo XI: Pandora omnibenevolente

100 25 3
                                    

Caí en el estanque que parecía desde afuera ser poco profundo pero al entrar pude ver qué era muy hondo. Parecía un océano entero por dónde nadaban algunas serpientes algo extrañas a la distancia.

Estaba atemorizada y trate de aguantar la respiración como pude, el agua era muy oscura y algo turbia. La bruja tomo con sus manos mis mejillas y acerco sus labios a los míos dándome un beso. El beso de la muerte.

Tan pronto la bruja me soltó salí inmediatamente a la superficie e inhale todo el aire que pudo tanto por mis pulmones como por mi boca. Nade hasta el borde del estanque y salí de el escupiendo un poco del agua oscurecida que había tratado un poco. Thomas me ayudó a levantarme, estaba enfurecido.

—¡¿Pero que hiciste Victoria?! ¡¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer?! ¡Le diste parte de tu vida!—Thomas me sujetaba con fuerza por mis hombros, aunque estaba molesta también tenía un rostro triste de preocupación—¡¿Por qué lo hiciste?!

—No iba a dejar que des tu vida por la mía. Es mi vida y si yo decido lo que hago con ella, así como de darla por ti.

Thomas me miro desconcertado y entristecido, me dio un fuerte abrazo que le empapó un poco su ropa.

—No lo hagas de nuevo por favor—Dijo casi en un susurro, como si aguantase las ganas de llorar.

—Ay, que bonita escena la que veo. Por cierto fue un buen trago de energía, pude saborear cada momento de ella—La bruja hablo entre risas, era burlona y eso me recordaba a Pierre, el hermano de Thomas.

—¡Tu maldita!—Thomas se acercó con irá a la bruja pero yo me interpuse entre él y el estanque, lo mire con desapruebo dándole a entender con una sola mirada lo que no debía de hacer. El con todo el enojo que traía dentro suyo tuvo que aguantarse y reprimirlo todo. Apretaba los nudillos con fuerza al igual que apretaba la quijada. Escupió con repulsión hacia la bruja donde el poco de saliva de Thomas le cayó en la clavícula, lo cual ella no parecía provocarla ni afectarle tal acto de desagrado.

Me gire en torno al estanque y con firmeza me impuse frente a la bruja, dejando de lado mi temor. No dejaría que me intimide ni tampoco que parte de mi vida allá sido usada en vano.

—Habla bruja. Un trato es un trato, así que cumple con tu parte.

La bruja se alzó un poco entre el agua dejando ver parte de su cuerpo desnudo, sus pechos estaban al aire y aunque era de tez obscura parecía como si su piel fuese más al grisáceo. Se alzó como si el estanque no fuese casi nada profundo, quedando del abdomen para arriba fuera del agua. Era inexplicable.

—Ustedes buscan respuestas sobre los caballeros del templo y de las piedras de Dios—Ella se volvió a sumergir recostando se de nuevo al borde del estanque—comenzare con las piedras de Dios, tengo más conocimiento de ello que de los caballeros. Verán, las piedras de Dios son 4, las cuales cada una otorgan un don divino que solo podría poseer un Dios. Pero…estás piedras no te darán ese poder a menos que sean su Pandora.

—¿Qué es eso? No entiendo—Pregunté.

—Claro que no entiendes. No muchos lo saben pero un Pandora es aquel recipiente único que podrá portar el don de un Dios, o así es como dice la leyenda. Según si no eres el Pandora de la piedra, está acarrea consecuencias a quien la porte, la mayoría conllevan a la muerte. Por eso es que te buscaban los caballeros del templo princesa, eres un Pandora.

—¿Qué? ¿Soy eso que llamas Pandora?

—Claro, eres la Pandora de la piedra de Dios de la omnibenevolencia. Por eso te preocupas tanto por los demás—Ella puso un puchero como de lastima—Como mencioné, cada piedra otorga un don divino digno de un Dios: las omnisciencia, la omnipotencia, la omnipresencia y la omnibenevolencia. Por eso son tan buscadas las piedras—Ella sonrió de manera hipócrita.

La Cruz de Zafiro [Terminada]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora