Capítulo XXXIV: Entre egoísmo y engaños

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Quienes nos habían emboscado no trataban de hacer algún ataque o movimiento por los momentos, pero estaban preparados para defenderse de lo que pudiéramos hacer.

Habían llegado en silencio, como la ligera brisa, invisibles en las sombras y con sutileza nos habían acorralado. Olivier seguía dormido en la carreta, sin percatarse del peligro que nos rodeaba ahora mismo. Inútil.

No teníamos sables, pistolas, ni siquiera un palo para al menos golpearlos ¿Cómo pensaba Thomas que nos podríamos defender así? Carecíamos de recursos y aunque Olivier es bueno en combate es imposible que pueda enfrentarse solo a una turba de maleantes armados, más que eran asiáticos así que seguro tenían buenos conocimientos de artes marciales.

—Tranquila princesa. No te haremos daño—Dijo la mujer asiática de hermoso vestido tradicional. Su expresión facial era sería y no parecía mentir o querer burlarse de nuestro estado de desventaja. Estaba segura que ella era la líder de estos maleantes.

—¿Es así? Porque veo que todos amenazan con matarme ¡Si es verdad lo que dices, dígale que bajen sus armas! Así tal vez confíe un poco en ustedes.

Ella se quedó mirándome fijo frente a mí, algo desafiante podría decir. Con un ligero cabeceó disimulado dio en señal a los demás y estos bajaron los sables o los guardaron de nuevo en sus fundas en señal de paz, a excepción de dos personas delgadas paradas detrás de la mujer asiática, estos estaban vestidos de negro con ligeros trajes chinos de combate y portaban aterradoras máscaras de hannya típicas de Japón, evitando así que sus rostros sean revelados. Parecían ser aquellos dos enmascarados los protectores más allegados y profesionales de la mujer asiática por su tal posición, es decir que solo actuarían si la mujer se veía amenazada o en peligro, más no atacarían sin ver tal acto de nuestra parte.

—¿Quién eres?—Pregunte aún asustada pero firme.

—Es difícil de entender. Si gustas puedes llamarme Zheng Shi—Apenas escuché su nombre me sorprendí. No eran sicarios. Son piratas y para ser exacta, es la famosa pirata del océano indico ¿Pero qué hacían aquí?—De seguro  conoces sobre…mi. Has escuchado sobre mi vida pirata, pero no soy solo eso princesa.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Soy como tú. Soy la Pandora de la piedra Chantamani de la omnisciencia. Soy Fuxi.

—¿Qué? Eso es mentira. Olivier es el Pandora de la omnisciencia, incluso tiene el diamante Kohinoor. Estás mintiendo—Mi mentón estaba tenso. Hablé de más revelando la identidad de Olivier ¡Que tonta! Pero estaba tan sorprendida de sus palabras que no me dio tiempo de pensar claramente antes de hablar.

—Sabia que no me creerías, al parecer el joven Levasseur se hace pasar por un Pandora y tú le creíste como ingenua. No sabes nada de las piedras ni los Pandoras princesa y le crees ciegamente a quien te de un poco de información con lógica del tema.

—¡Estás mintiendo! ¡Solo tratas de confundirme para entregarme al Vaticano y así obtener la recompensa! ¡Maldita zorra!

Uno de los enmascarados hannya se intento mover ante mis ofensas contra la mujer asiática, pero este se detuvo al ver el brazo de la mujer extenderse dándole la orden de quedarse tranquilo, lo cual obedeció sin queja alguna y con calma pero manteniendo su posición de ataque.

No soy una persona agresiva o grosera, pero ya estaba cansada de correr, huir y ser engañada, aún más por la iglesia que por otros. Ellos eran los causantes de que solo tuviera que huir y esconderme ahora en mi nueva vida. Los odio.

—No te engaño—Con su mano tomo del precioso collar que cargaba para mostrarlo, este en el medio traía una piedra onix de color negra, tan obscura como el cielo nocturno—Esta es la piedra Chantamani, la verdadera piedra de la omnisciencia. La que trae el pirata Levasseur es la piedra de la omnipresencia.

La Cruz de Zafiro [Terminada]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora