Capítulo XIV: Eureka

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Nos daban de comer una vez al día, cerca de la media noche. Nos daban algunas sobras o la comida añeja. Esto era más deprimente que la abadía, aunque eran diminutas raciones de comida al menos tratábamos de comer dos veces al día. La cubeta que nos dejaron para hacer nuestras vergüenzas corporales, la sacaba cada mañana lo cual causaba que para la noche estuviese llena de cada una de las asquerosidad es de todos dejando un olor repulsivo en el área que no se iba ni siquiera cuando se llevaban la cubeta para botar su contenido al mar.

El área donde nos tenían cautivos era sofocante, solo entraba la luz por aquellas rendijas diminutas entre la madera del barco antiguo. Todos respirábamos el mismo aire caliente, tanto que podía sentir a veces que me asfixiaba.

Cada día cuando los guardias cambiaban de turno insistía en preguntarles las misma dudas que seguro ya consideraban irritantes “¿Dónde estamos? ¿Qué harán con nosotros? ¿A dónde vamos?” pero como la primera vez solo fueron ignoradas, dejando mis palabras en el aire como si no existiera.

—¡¿Qué harán con nosotros??!—Sentía la desesperación cada vez que no respondían mis dudas, el ambiente quedaba en silencio y los tripulantes de Thomas seguro ya pensaban que había perdido la cabeza—¡¿Por qué no contestan mis preguntas?!—Sentía ganas de llorar y gritar al cielo pero ni quería—…perros malditos…—Susurre como si intentará que Dios no me oyera maldecir como una niña malcriada y blasfema que teme a qué sus padres la escuchen.

—Por Dios monja ¡¿Acaso no piensas rendirte?! Ellos no te contestarán aunque prometas chupárselas—Parecía como si todos se hubieran rendido a que nos humillen y maltraten de esta manera...Estaban acostumbrados a este estilo de vida.

Me quedé pensando un rato haber que podía preguntar de diferente que tal vez contesten.

—Si estuvieran en nuestro lugar ¿No les gustarían saber esas cosas? ¿No sienten la mínima empatía hacia nosotros?—No les afectaron mis palabras en lo absoluto. Sentí la risa disimulada de Nadine en el fondo y me sentí muy ridícula en ese momento y luego pensé—¡Pido hablar con su capitán!

Ambos vigilantes voltearon y se mirando mutuamente. Eureka.

Nadine noto esas expresiones y se sorprendió, dio una media sonrisa en virtud de que los tenía.

—Esta en su código pirata ¿No?—Nadine dedujo lo que era. Ellos miraron de reojo pero sin voltear descaradamente como lo habían hecho hace unos momentos—Si lo está y si es así, deben cumplir con ello…¿o acaso prefieren que el capitán se entere y los termine tirando al mar? Romper una regla del código de piratas es imperdonable ¿Sabían? Uno vez me hicieron eso y por suerte no habían tiburones ya que el capitán Thomas Lafitte no es tan despiadado ¿Y su capitán? ¿Qué tanto se puede divertir con ustedes?—Su voz sonaba juguetona al principio pero mientras más hablaba más obscura y retorcida se volvía, sonaba amenazante.

Nadine los estaba poniendo nerviosos, sabía muy bien sobre la conducta de los piratas e incluso sabía cómo jugar con sus mentes. Era la reina del engaño.

Ellos hablaron entre si en un murmullo y luego uno volteo a vernos a medias.

—Preguntaremos al capitán sobre su petición, pero no sé alegren mucho. El capitán no es alguien con quién se pueda al menos hablar—Dijo aquel vigilante con una mirada sería, como si hablara en serio.

Aunque me sentía intimidada no debía de demostrarlo. No me rendiría en aquella esclavitud solo por unas simples palabras. Ese mismo vigilante salió del lugar a avisarle a su capitán sobre nuestro pedido.

(…)

Pasaron varias horas hasta que se hizo de noche, otro vigilante había venido en su relevo al igual que al otro que lo acompañaba. Nuestras esperanza de qué hablase con alguno de nosotros eran muy escasas. No habíamos planeado siquiera lo que le fuéramos a decir o pedir. Tal vez eran las 9 de la noche o aún más tarde, no estaba segura por el hecho de no tener al menos una guía como los eran el sol y la luna para mí.

La Cruz de Zafiro [Terminada]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora