Capítulo II: Bajo tierra

215 39 1
                                    

Thomas y yo jugábamos todos los días, habían algunos días que el no venía y en otros yo no podía ir al establo por mi obligación con la iglesia. Pasado un año después de ese día, en 1792 los problemas con los liberales y la burguesía estaba empeorando. Nos pedían evacuar la abadía antes de octubre y el diezmo había dejado de otorgárnoslo desde hace mucho. Los religiosos solo teníamos la opción de irnos y vivir en las frías calles de Francia.

—¿Por qué no te vienes a vivir conmigo?—Pregunto Thomas—Los bobos de Jean y Pierre se fueron en un viaje a Sant Head, podrías quedarte en el cuarto de ellos y mi madre ni se daría cuenta.

—No dejaré la abadía, aún sigo siendo una novicia, además... Creo que algunas monjas están planeando esconderse en el sótano de la casa Sainte-Marie-Madeleine de arrepentidos, en una zona secreta que nadie conoce. La abadesa madame d'Antin tiene un plan para que no nos echen.

—¿Y tú familia Victoria? ¿En serio no sabes nada de ellos?

Me escondí entre mis rodillas cuando escuche la pregunta de Thomas.

—Nunca supe nada de ellos, la abadesa dice que solo me encontraron en una cesta frente a la puerta de la abadía junto con una nota de mi madre. Nunca entendí lo que habla en esa nota, solo de que me ama y que hizo lo mejor para mí.

—¿Segura que estarás bien Victoria? No me gustaría perderte—Dijo sin mirarme.

—No te preocupes Thomas, aunque esté pasando todo esto se que estaremos siempre juntos.

(...)

Para septiembre de ese año varios religiosos se habían marchado, el monasterio de Saint-Jean de I'Habit para monjes estaba completamente vacío y en el nuestro solo quedaban dieciséis monjas contándome a mi también. La abadesa madame d'Antin salió de la abadía, declarándola como despojada en su totalidad, pero no era así. La abadesa antes de marcharse nombró a Sor Janne Romme la nueva abadesa de nuestra congregación, esto sería en secreto y permaneceríamos en el sótano, este conducía a un pequeño túnel subterráneo no mayor de veinte metros.

Había días dónde no comíamos, y otros dónde la abadesa Janne nos traía unos pocos panes con caldo de huesos.

Para octubre se terminaron llevando todos y cada uno de los muebles de la abadía, quedando solo las paredes vacías y el suelo sucio. En el túnel había una mesa con ocho sillas y unas siete camas, algunas dormían juntas por lo poco mientras otras quedaban en el suelo, nos turnábamos para tener más igualdad.

Había días que me escapaba para ver a Thomas de nuevo pero tratando de que no me viera nadie, pero un día fui descuidada porque el 30 de enero de 1793 llegaron unas tropas a la abadía, seguro eran liberales porque causaron desastre dentro de un lugar tan sagrado y por si fuera poco encontraron a 4 de nuestras hermanas, de entre ellas estaba la abadesa Janne. Nombramos a Sor Isabel como nueva abadesa.

Los años pasaron y parecía que la abadía quedó en el olvido para los rebeldes. Sin ningún mueble que pudiesen llevarse, ya no había motivos para que volvieran y quedamos en paz las últimas doce monjas. Después de que aquellas tropas rebeldes atacarán la abadía, quedamos mucho tiempo bajo perfil, sin poder salir de los túneles solo la abadesa Isabel podía salir en busca de comida y está iba con mucha cautela para no provocar el mismo problema.

No veía a Thomas desde hace tiempo y aunque ya estábamos caminando de nuevo tranquilas entre los pasillos y salones de la abadía no había rastro de él, incluso iba a veces al antiguo establo para ver si mi amigo habría de volver un día.

En febrero de 1796 fui al establo como de costumbre, más por nostalgia que por esperar su llegada. No sabía porque me sentía tan sola sin él sí estaba rodeada de mis hermanas las monjas constantemente. Mire entre los cubículos del establo donde Thomas y yo solíamos jugar al escondite.

La abadía ya no era lo que recordaba de pequeña.

—¡Victoria!

Escuche una voz a lo lejos que sonaba familiar, pero aún así era diferente. Cuando gire no podía creer lo que mis ojos profundamente azules miraban en la puerta del establo. Estaba un poco diferente pero sabía que era él. Fui corriendo y lo abrace con fuerza mientras el reía muy fuerte.

-¡Volviste, no puedo creer que estés aquí!-No podía dejar de abrazarlo, me sentía muy alegre.

-Tranquila, tranquila. Se que pasaste por mucho e intente buscarte por la abadía muchas veces pero no estabas Victoria ¿Dónde estabas?

—Las monjas y yo estábamos escondidas en el sótano que te conté...Solo quedamos doce—Él me miro pensativo y me abrazo nuevamente, dejando caer mi cabeza en su hombro, aunque creció aún no me rebasaba mucho la estatura. Me estaba consolando.

—Victoria, este lugar te está haciendo mal cada vez que te puedo volver a ver estás más delgada. No vives bien aquí—Me miro con sus ojos cafés muy preocupado.

—¿Y que más sugieres que haga Thomas?

—Ven conmigo.

—¡¿Qué?!

—¡Si! Victoria no puedo verte así solo sufriendo. Dentro de pocos días me iré, partiré con mis hermanos a América y gracias a los negocios que hacen allá estamos viviendo muy bien. Podrás comer carne, arroz y kilómetros de pan. Yo te cuidare Victoria, por favor—Retrocedí al escuchar su propuesta.

—Thomas... mi vida es con la abadía, con la iglesia y con Dios. No puedo irme y dejar a mis hermanas aquí sufriendo. Aparte me faltan solo dos años para poder contraer mis votos y convertirme en monja...perdóname.

Thomas se poso de espalda a la pared y se sentó en el suelo. Me miro triste, como decepcionado. Pero mi deber era con la abadía, aunque era muy joven estaba segura que debía quedarme. Quedo un silencio incómodo por unos momentos.

—Tu siempre me has cuidado Victoria, quería hacer lo mismo para ti.

—Estaré bien Thomas, mira como han pasado tantas tragedias aquí y sigo bien-Vino otro silencio pero no era incómodo. Cómo si solo tratáramos de razonar todo lo que sucede—Y...¿Cuánto tiempo de irás?—Thomas se levantó del suelo.

—No estoy seguro, pero creo que serán como 6 años.

—¡¿Tanto tiempo?!

—Si, vamos a hablar con varios comerciantes creo, y Jean tiene planeado comprar otro navío con una flota entera.

—mmm, no entiendo ese tipo de cosas pero espero te vaya muy bien en tu viaje...te extrañaré mucho Thomas—Él se echó a reír.

—Yo te extrañaré cada día Victoria.

Después de charlar un rato Thomas partió de la abadía dejándome en medio del establo. Mire como su espalda se desvanecía entre el campo y se alejaba más a cada rato.

Dato curioso: todos los conventos, monasterios y abadías fueron medianamente destruidos durante la revolución francesa por los liberales, aparte que muchos no podían mantenerse ya que la iglesia ya no recibía el diezmo de los ciudadanos.

La Cruz de Zafiro [Terminada]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora