17.- Borrachos.

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Todo Karmaland estaba celebrando la reciente boda de Lolito y Mangel, los cuales ya llevaban algunos años de hermosa relación, algo "tóxica" pero eso no lo tenían que saber los pueblerinos ¿Verdad?

Cuatro de los siete amigos de los recién casados estaban demasiado borrachos y sus respectivas parejas trataban de alejarlos de todo lo que les hiciera daño o qué estos hicieran alguna estupidez.

—¡Vegetta! ¡Baja de ahí, c*ño!— el híbrido de oso estaba asustado.

—¡Esa boca, Doblas!— grito de vuelta el pelinegro, estaba borracho y se encontraba bailando encima de una mesa junto con Alexby... Otro que estaba borracho.

—Nene, te puedes caer, baja por favor— el castaño casi se arrodilla, tenía miedo de que algo le pasará a su novio.

—vale, voy— dijo para después dar un paso... El problema es que ya no había mesa ahí.

Con el corazón en la boca, el ojiverde logro atrapar a su pareja en el aire, evitando así que se diera un fuerte golpe contra el suelo.

—... ¡Gracias chiqui!— dijo el pelinegro con una enorme sonrisa y un pequeño sonrojo provocado por el alcohol.

—Si, si, si... Pero ya deja de tomar, no quiero que hagas...— fue interrumpido por el grito de Luzu.

—¡Todos al agua!— grito lanzándose al pequeño arrollo que se encontraba en el lugar... Debí aclarar que la fiesta era en casa de Vegetta ¿Cierto?

—¡Si!— contesto el ojimorado alargando la "i" mientras se separaba de su novio.

—... Una estupidez—.

El castaño ni bien reaccionaba cuando vio que Vegetta ya se encontraba adentro del agua aún con todo su traje encima. Aun sabiendo bien que el pelinegro se negaría a salir, solo se acercó un poco y le hablo.

—Nene, sal de ahí— ordenó el menor.

—... No— contesto mirando serio al castaño.

—Bien...— el más alto se alejó del pequeño arrolló dando fuertes pisadas al césped, algo que noto el mayor, luego resolvería eso.

.

.

.

El jardín estaba vacío y sucio, la fiesta acaba de terminar y solo estaban los amigos de los recién casados en el lugar.

Vegetta, un poco más consiente, estaba buscando a su novio con la mirada, recordaba que, aunque no lo hubiera demostrado del todo, el híbrido estaba enojado por qué el mayor no le hizo caso cuando le pidió salir del agua, así que tenía que pedir perdón y recompensarlo.

Al no encontrarlo por el enorme jardín, decidió buscarlo adentro de la mansión y, de igual forma, no lo encontró. Salió al tejado del hogar con esperanzas de verlo ahí, pero tampoco lo halló, levantó un poco su mirada y logro ver que en la casa del árbol las luces estaban encendidas.

«¡Bingo!»

Pensó el amante del morado, se acercó a las enredaderas y las trepó, una vez arriba, logro ver una melena castaña, el dueño de está estaba de espaldas sentado en una silla, el dueño de la casa se acercó y abrazo los hombros del castaño el cual con una de sus manos tomo las contrarias y las acarició.

—Perdóname chiqui, estaba borracho y quería divertirme, perdón si te hice sentir mal— dijo recargando su mentón en la cabeza del ojiverde.

—... Sabes que no te puedo perdonar tan fácilmente— dijo frío haciendo que un escalofrío recorriera la espalda del mayor.

Al pelinegro se le formo una sonrisa en el rostro, con todo el valor de su cuerpo (el cual era poco) se sentó en el regazo del menor y enredo sus brazos en el cuello de este.

—¿Entonces que tengo que hacer para que me perdones?— dijo con una sonrisa coqueta.

-¿Tú qué crees?- contesto con otra pregunta mientras le tomaba de la cintura, que por más que el ojimorado odiara que le respondieran así, resistió y beso al chico que tenía debajo de él.

El castaño lamió el labio inferior del pelinegro pidiéndole permiso de entrar a su boca, lo cual, acepto gustoso.

Esa noche vaya que el híbrido perdono a su novio.
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Palabras: 653.

#Rubegetta MonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora