16.- Haciendo algo juntos.

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—¡Doblas, arriba!— grito desde abajo el pelinegro.

—... ¡Voy!— contesto el híbrido apenas logro despertar por completo.

—¡Tu desayuno se va a enfriar!— grito de nuevo.

Rubius, lo más rápido que pudo, se cambió de ropa y bajo las escaleras corriendo... Mala descicion.

—¡Ahhh!— el grito agudo del oso se escuchó por toda la mansión, se había tropezado y todo por las escaleras.

—¡Rubén!— el pelinegro dejo los platos en la mesa y se acercó a su novio tomándolo de la cintura para levantarlo —¿Estás bien?, ¿Te duele algo?— preguntó una vez de pie.

—No no, estoy... ¡Auch!— exclamó el osito después de haber puesto su pie izquierdo en el piso —... Creo que me torcí el tobillo— dijo recargandoce en los hombros del mayor.

—... Te llevaré al sillón— tomo la cintura contraria y cruzó uno de los brazos del menor por sus hombros, una vez en el sillón, lo sentó — Traeré el desayuno y después iré por unas vendas— dijo para después retirase de la sala.

Cuando el pelinegro entro a la cocina, el castaño se estiró a la pequeña mesa que estaba delante del sillón para poder tomar el control remoto de la televisión, pero igualmente fue una mala descicion.

Vegetta, desde la cocina logro escuchar un fuerte golpe en la otra habitación, así que, alarmado y con prisa, tomo los dos platos y salió encontrándose con Rubén en el suelo.

—Es que eres tontito— dijo dejando los platos en la mesita para después levantar a su novio —¿No pudiste esperar a que regresara?— una vez lo regreso al sillón, le entregó su plato.

—No...— se limitó a decir, estaba fascinado por la comida.

Desde que se mudó con Vegetta, este se a encargado de cocinar cosas diferentes para ambos. El pelinegro sabiendo que su novio era híbrido de un oso, o sea un carnívoro, se tomaba la molestia de cocinarle una dieta que tuviera kilos y kilos de carne, algo que Rubén sin duda alguna amaba.

—Voy por las vendas, ahora regreso— dijo el ojimorado saliendo de la habitación.

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El resto del día se la pasaron en el sillón viendo la televisión, el oso en ningún momento se levantó del lugar, tanto por qué no podía como por qué Vegetta se lo negaba.

Cuando era de noche, el ojiverde se dió cuenta que hicieron algo juntos, algo que no habían hecho, y todo por qué el torpe de Rubén se torció el tobillo.

«Vaya día.»

Pensó el oso antes de caer en los brazos de Morfeo.
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Palabras: 418.

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