-Capítulo 8-

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Al despertar busqué con la mirada el cuerpo de Aylín a mi lado pero para mi sorpresa no se encontraba, ¿había sido un sueño? No, era muy real para ser un simple sueño

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Al despertar busqué con la mirada el cuerpo de Aylín a mi lado pero para mi sorpresa no se encontraba, ¿había sido un sueño? No, era muy real para ser un simple sueño. Suspiré y me incorporé, miré la hora en mi celular, aún faltaba para ir a la escuela, me preparé lo más rápido posible y bajé a la cocina, quizá la castaña estaba allí. Una nota en la mesa llamó mi atención.

Fui a prepararme a casa, nos vemos en la escuela.
-A.

Que fastidio, se habia ido sola. Con poco ánimo me preparé algo para comer, desayuné solo mientras miraba la televisión hasta que el timbre sonó, me levanté del sofá y al abrir la puerta me encontré con mis cuatro mejores amigos.

—¿Qué hay para desayunar viejo? Tengo hambre— dijo entrando Edwin.

—Hola si, ¿cómo estas? Yo estoy bien gracias por preguntar— hice pasar a los demás.

—Como sea, nos vimos ayer, no seas llorón— reclamó entrando en la cocina. Negué, este chico no tiene remedio.

Mi desayuno a solas se convirtió en uno entre risas, estos malditos imbéciles hacian que mis días sean mas divertidos.

Fuimos todos en mi auto hacia la escuela. Al llegar mi mirada se topó con la de Colette, ella la desvío enseguida, rodé mis ojos.

Caminamos hasta nuestro aula bajo la mirada de muchas espectadoras, no sabía mucho de mujeres, tampoco me interesaba saber de ellas, pero lo que verdaderamente no entendía era su fascinación con los chicos que las rechazaban... Que fastidio.

—¿Estás bien? ¿Qué sucedio con Colette ayer?— preguntó Salvador a mi lado.

—Esta loca— me limité a decir.

—Cada día que pasa creo que eres gay.

—Sabes muy bien que no lo soy— levanté mi ceja.

—Esta bien, esta bien, no lo eres, solo te estaba molestando. Igual hace días que llevas un poco raro— insinuó, era mi mejor amigo, no podía metirle, pero aún así ni yo mismo sabía que me estaba pasando —¿Es Aylín, no?— lo miré confundido —Te has enamorado de ella, pero ella no lo está de ti— suspiré y crucé mis brazos.

—No lo sé, me gusta pero somos mejores amigos, anoche...

—¿Casi lo hicieron?— me limité a asentir —¿De nuevo?.

—Sí— la mayoría de las veces en las que la castaña fue a dormir a casa terminaba en lo mismo, debía morderme la lengua para contenerme.

Salvador y yo no volvimos a hablar del tema, comenzó nuestra clase entre piropos de parte de Edwin hacia la profesora, para que lo aprobara, se excusaba diciendo que en tiempos de guerras se debe usar cualquier arma para ganar la batalla, había veces que queria golpearlo.

El timbre sonó indicando el primer recreo, nos quedamos en el aula jugando con una pelota de papel, era un partido de dos contra dos, mientras David relataba el partido Salvador formaba equipo conmigo y Edwin con Christian. Al final terminamos en empate.

—Recuerden que hoy tenemos entrenamiento con los nuevos— habló Christian mientras se acomodaba en su asiento —Debemos demostrar quienes son los titulares— todos asentimos.

—Jugaremos al fútbol en la universidad, ¿no?— preguntó Edwin con un tono de preocupación en su voz.

—Claro, todos iremos a la misma después de este año— aseguró David.

—No tienes porqué preocuparte, nunca nos separaremos— prometí.

—Sí— asistieron al unísono.

Continuamos con las clases, todo era demasiado aburrido para mi gusto, y sentía como alguien quemaba mi cuello con la mirada, al girarme me encontré con Colette quien sonrió, la ignoré y seguí intentando resolver los problemas de Álgebra.

El último timbre del día sonó, nosotros con los chicos teníamos práctica, en el segundo recreo busqué a Aylín por todas partes pero no la encontré, seguramente se habría quedado ayudando a sus abuelos en el restaurante.

Me dirigí a los vestuarios, eran bastantes pequeños pero aún así debiamos usarlos, me puse la camiseta de entrenamiento junto a mis pantalones cortos. Los chicos jugaban a empujarse, fuerza bruta.

—En cinco los quiero en la cancha— avisó el entrenador, todos asentimos y nos dirigmos a la cancha donde ya estaban los elementos para entrenar —Ya que estan todos les daré una noticia para los de último año, la semana próxima vendrán entrenadores de las universidades mas cercanas, espero que se luzcan ya que habrá un coach de la selección nacional— era mi sueño jugar en primera liga, ser un futbolista profesional... —Ahora, ¡Quiero 10 vueltas a la cancha!— exclamó y luego sonó su silbato.

—¿Oiste? - preguntó Edwin a mi lado —Es tu oportunidad— me guiñó el ojo y siguió corriendo.

Era verdad, la semana próxima vendría una persona demasiado especial, debería dar lo mejor de mi, pero si me elegía no iría a la universidad con mis amigos, era algo que habiamos planeado desde que teniamos 10 años, jugar en la univesidad local era un sueño compartido, lo peor de todo es que estabamos a un paso de cumplir ese sueño que parecía imposible.

—¡Morrison, mueve esas piernas!— exclamó el coach al percatarse que me habia detenido. Dejé de lado mis pensamientos y me dispuse a entrenar.

Las dos horas pasaron volando, los nuevos chicos eran buenos, pero no lo suficiente, mejorarían con el tiempo. Después de estirar nos fuimos a los vestuarios a cambiarnos, me dolía el estómago del hambre que tenía, ¿por qué no comí algo en el recreo?.

—Adiós— me despedí saliendo de la habitación, fuera de ella me encontré al entrenador cruzado de brazos.

—Morrison, ¿podemos hablar?.

—Claro coach, ¿qué sucede?— su expresión era seria.

—Veras... Estos entrenadores vienen a verte a ti sobretodo, han visto videos tuyos jugando y se interesaron al instante, aunque también es una oportunidad para los demás te pido que no la desperdicies porque luego te podrás arrepentir— asentí comprendiendo.

—Tranquilo, daré lo mejor— aseguré, me despedí y salí del edificio.

Subí a mi auto y conduje hasta el trabajo de Aylín, tenía hambre y además queria hablar con ella, daba muy buenos consejos. A lo lejos pude ver a la castaña sacando la basura, sonreí inconsientemente.

Bajé del auto y entré en el restaurante de su familia, Mía, mi hermana, de pequeña amaba este lugar, y en todos estos años sigue luciendo igual de genial.

El lugar estaba prácticamente vacío, en una mesa del fondo pude ver a la castaña que tenía la cabeza apoyada en sus manos, parecía que estaba llorando, sin dudarlo me apresuré para llegar a su lado.

—¿Aylín?— ella me miró y lágrimas caían de sus ojos —¿Qué sucedió?— la abracé fuertemente mientras ella sollozaba.

—Soy una, una inútil— dijo entrecortadamente.

Amor en ocho ruedas [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora