Estaba acostada en mi cama, hace dos semanas que no salía de casa, no quería ver a nadie, no creía que valiera la pena siquiera explorar el mundo exterior.
Si tan destinada a la soledad estoy, ¿por qué no dejar este miserable cuerpo que ya no quiere vivir más?.
Unos golpes suaves en mi puerta me sacan de mis pensamientos.
—Adelante— seguramente era mi abuelo quien me venía a dejar la comida, él era quizá el más fuerte de nosotros, estuvo cocinando, hasta bañando a mi abuela, iba a trabajar al restaurante y siempre trataba de levantar mi ánimo pero lamentablemente solo lo empeoraba, de igual manera no se rendía.
—Hola...— esa no era la voz ronca de mi abuelito. Me giré bruscamente y me encontré con el chico castaño del funeral, ¿cuál era su nombre?... ¿Alan?.
—¿Qué haces aquí?— me giré nuevamente dándole la espalda, no quería que me viera, estaba horrible.
—Tu abuelo llamó a mi madre y-
—No me digas, te obligaron a venir— lo interrumpí.
—En realidad...— me giré para verlo, pasó una mano por su nuca nerviosamente —Yo me ofrecí a venir— fruncí el ceño confundida.
—¿Y para qué querrías venir? No es momento de que me molestes niño— su cara me indicaba que tenía unos 14 años quizá menos.
—¿Niño? Tengo 16— abrí ligeramente la boca, ¿dieciséis?, es mayor que yo. Río levemente ante mi cara de asombro —¿Querés ir por un helado?— me sonrío calidamente.
—No estoy de ánimos— volví a girarme mientras me tapaba con mis sábanas —Si eso era todo puedes irte— no escuché respuesta de su parte, suponía que se había marchado, quizá había sido muy grosera, cinco minutos después me giré y lo encontré apoyado contra la puerta cruzado de brazos, me incorporé un poco en mi cama —Vete, shu, shu— moví mi mano. Negó con una sonrisa divertida.
—No me iré hasta que aceptes mi invitación— resignada accedí —Wow, fue mas fácil de lo que creía— sonrío victorioso —Te esperaré en el comedor, tómate tu tiempo— me echó un último vistazo y salió por la puerta.
Golpee mi cara con mi mano. ¿Enserio había aceptado la invitación de aquel chico?. Solté un suspiro de frustración, salí de mi cama y me dirigí al baño.
El reflejo en el espejo había cambiado radicalmente después de tomar una ducha y arreglarme ligeramente, mis ojos que estaban hinchazos por las lágrimas habían vuelto a su tamaño y forma original, oculté las ojeras con maquillaje, peiné mi cabello que parecía un nido de pájaros y me puse unos pantalones de jeans holgados, una remera amarilla, mi color favorito, y unos aros.
Salí de mi habitación con mis patines colgando de mi brazo, si al menos iba a salir que sea en ruedas, ¿no?.
Al llegar al comedor me encontré con el fastidioso castaño hablando alegremente con mi abuelo quien también sonreía.
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Amor en ocho ruedas [Pausada]
Teen FictionTras la terrible perdida de su amado tío, Aylín se sentía terriblemente sola, con la única compañía de sus abuelos quienes ya estaban muy viejos y arrugados como para darle un poco de emoción a su vida. Dejada por sus padres siendo una recién nacida...