-Capítulo 9-

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Al llegar a casa encontré a mi abuelo desmayado en el suelo, apenas podía respirar y sostenía fuertemente su pecho

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Al llegar a casa encontré a mi abuelo desmayado en el suelo, apenas podía respirar y sostenía fuertemente su pecho

—¡Mimi! ¡LLAMA A LA AMBULANCIA!— mi abuela tomó el teléfono y entró a la cocina, al ver a su esposo tendido en el suelo se acercó y lo abrazó mientras lloraba —Dame eso— le arrebaté el aparato de la mano y marqué al hospital, no tardaron en llegar y atender al anciano —Todo va a estar bien, lo prometo— sujetó mi mano.

—Por favor señorita alejese, dejenos trabajar— lo subieron al vehículo y mi abuela subió con ellos.

Los vecinos observaban aterrados la escena, luego de unos minutos se metieron en sus casas, entré en la casa rápidamente y tomé mis patines, me los puse y me comencé a andar lo más veloz que mis delgadas piernas me lo permitían.

Llegué al hospital, pregunté por mi abuelo, lo estaban atendiendo en urgencia, busqué a mi abuela con la mirada y la encontré sentada en una de las sillas del rincón, me acerqué a ella.

—Debes ir al colegio— dijo con una sonrisa de boca cerrada, estaba muy desanimada y aún así se preocupaba por mi futuro. Negué.

—La familia es mas importante...

—Aylín— me interrumpió —Ya debes saber que no estaremos por siempre para ti, estamos viejos y el cualquier momento...

—No digas eso, ¡no lo digas!, yo... No creo poder soportar otra partida más. Iré al trabajo, allí estaré mejor que en la escuela— ella asintió sin mirarme.

Me alejé a paso acelerado y volví a ponerme mis patines, comencé a andar sintiendo la fresca brisa de otoño en mi cara.

Al llegar al restaurante saqué mis llaves, era demasiado temprano para abrir pero aún así empezaría a preparar la cafetería para que las tareas no se me acumularan. A pesar de intentar distraerme me era imposible, lágrimas salían sin permiso de mis ojos. Estaba enojada, frustrada, triste, demasiadas emociones negativas juntas en un solo ser, y lo único que podía hacer para liberarlas era llorar, al parecer era mi talento.

Estaba demasiado sumida en mí, tanto que me había quemado la mano con café, apretado los dedos con las mesas y se me habían caído dos platos, todo iba de mal en peor.

—Al parecer no estás tan bien, pequeña— habló el cocinero acariciando mis hombros con sus gigantescas manos —¿Sucedió algo?— Matías era prácticamente de la família, desde la ausencia de mi tío el siempre estuvo pendiente de mi estado de ánimo.

—El abuelo tuvo un infarto— abrió los ojos en sorpresa —Pero tranquilo mi abuela mi acaba de mandar un mensaje diciendo que ya está bien— asiente comprendiendo.

—Tranquila pequeña, todo estará bien, solo relajate— me abrazó y se fue a su puesto.

El resto de la mañana fue algo mas tranquila hasta el mediodía, cuando una señora me tiró un vaso de agua sobre el uniforme.

—¡Te dije que sin mayonesa, además la carne está cruda! Acaso me vas a pagar los tratamientos cuando mi pequeña hija este en el hospital por intoxicación.

—Señora por favor, no altere a los demás clientes.

—¡Que jovencita más horrible! ¡¿ACASO TUS PAPÁS NO TE ENSEÑARON A TRATAR CON RESPETO A LOS DEMÁS?!— preguntó histérica.

—¿Se puede retirar por favor?— hablé con la mirada al suelo.

—Claro que me voy, pero no creas que te voy a pagar este asco de comida. No entiendo como a las personas les puede agradar este... Basurero— tomó de la mano a la pequeña niña que estaba junto a ella y se la llevó.

Apreté el trapo en mis manos, respiré para tratar de calmar mis nervios, junté las cosas de la mesa y las llevé a la cocina.

—Lo siento tanto Aylín, es culpa mía. Siempre lo es, pero eres tú quien da la cara por mí...— habló muy arrepentido el grandulón, negué.

—Tranquilo, yo puedo sola.

No quería volver al salón donde estaban los demás clientes de siempre, por lo que me decidí por sacar la basura por la puerta de atrás del restaurante. La arrojé con fuerza logrando que las cosas dentro hicieran un escandoloso ruido, sentía la mirada de alguien pero decidí ignorar a quién fuera, entré nuevamente. Al volver al salón ya no había prácticamente nadie, todos habían dejado el dinero sobre la mesa, suspiré y fui a la mesa mas oculta a sentarme. La campana de la puerta sonó, sentía un gran peso sobre mí.

—¿Aylín?— preguntó Adam, levanté mi mirada y mis lágrimas volvieron a caer —¿Estás bien?— la preocupación en su voz era notable, me abrazó y me derrumbé entre sus brazos.

—Soy una inútil— mi voz era entrecortada.

Después de estar varios minutos así Adam se sentó frente a mí y espero en silencio a que comenzara a hablar, le conté sobre el abuelo, también sobre los accidentes en el restaurante y lo de la señora, también cómo me sentía, él escuchó atentamente cada palabra que salía de mi boca, sin juzgar o interrumpir.

Su estómago sonó y me reí, estaba hambriento aún así me ponía siempre frente a él.

—¿Querés una hamburguesa?— asintió con un puchero en sus labios —Bien, ahora vuelvo.

Unos minutos despues volví con comida para él y para mí.

—Sabes que yo voy a estar siempre para ti— asentí poco segura— Es una promesa, y yo no rompo mis promesas— sonrío.

—¿Sucedió algo?— indagué.

—Mm no— corrió sus ojos a un lado y pasó la mano por su nuca.

—Te conozco, cuéntame— exijo.

—Bien, al parecer vendrán unos tipos de la selección y de las universidades, el coach dice que vienen mas que nada para verme a mí pero el tema es que quiero ir a la universidad junto a los chicos...

—¡Adam eso es excelente!— exclamé alegre, él sonrió forzadamente.

—Sabes que mi sueño es estar junto a mis amigos...

—Pero una de tus metas es estar en un equipo profesional y tienes la oportunidad frente a tu nariz— toco la punta de su nariz —¿Qué es lo que quiere tu corazón?.

—¿Cómo voy a saberlo?.

—Fácil, cuando se acelera es lo que verdaderamente quieres, piensa estar jugando en la selección, tener la cinta de capitán, admiradores... Luego piensa en estar jugando con tus amigos en la universidad, ganando campeonatos locales... ¿En cuál sentiste que tu corazón se aceleraba?.

—Es dificil saberlo cuando estoy junto a ti, siempre llevo el corazón acelerado... Que fastidio— se cruzó de brazos.

Los sentimientos de Adam eran claros, pero los míos eran un gran rompecabezas, no sabía donde empezaba o donde terminaba, tampoco cómo acomodar las piezas. No sabía como corresponder a lo que él sentía, no quería hacerle daño, pero sí era cierto que a su lado me sentía como estar en patines, libre, tan segura como andar en ocho ruedas.

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Sé que los capítulos son muy
cortos, pero quizá en un futuro
los alargue más, aunque no estoy
muy segura de eso.

Instagram:atenea_escritora

Amor en ocho ruedas [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora