19. Toxicidad.

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Yo soy el tiempo que tú y yo
hemos compartido,
ahora dime qué no.
Perdemos los dos, si te vas.
A qué no me dejas,
a qué te enamoró una vez más
antes de que llegues a la puerta.
A qué no, a qué no me dejas.
A qué hago que recuerdes
y que aprendas a olvidar. (...)
A qué te beso y te entregas,
sin que ni siquiera te des cuenta.

A qué no me dejas. ”
—Alejandro Sanz.


Habían pasado con exactitud, diez días.

Y en esos días, todo lo que había reconstruido con LuHan, se había ido a la basura. Todo ese avance y la confianza, la dulce reconciliación y las muestras de cariño en público, la complicidad y todo, se había ido a la basura.

Mentiría si dijera que no le afectaba, mentiría si dijera que cada día que pasaba de esa manera no lo estaba matando, era frustrante poder ver a LuHan y no poder acercarse, tener que estar en silencio porque con una simple palabra, el menor se pondría de pie y lo dejaría solo. Tener que soportar dormir solo en una cama enorme, sintiendo la frialdad de la noche caer sobre él.

Pero se lo merecía.

SeHun merecía eso y mucho más.

Sin embargo, en esos diez días LuHan era un cambio radical. Pasaba la mayoría del tiempo fuera, no le dirigía ni siquiera una simple mirada o alguna palabra cortante, comía en la cocina solo y dormía en los sofás de la sala. Cuándo SeHun se acercaba a unos metros, él menor simplemente se ponía de pie y abandonaba la habitación. Solo y sumido en sus pensamientos.

Incluso físicamente lucía mal.

Había perdido peso y su piel estaba pálida, tenía ojeras debajo de sus lindos ojos y SeHun no estaba seguro de que estuviera alimentándose o durmiendo lo necesario. Vestía siempre ropa holgada y se la pasaba perdido en libros y libros.

Incluso ahora, cuándo solo los separaba una puerta, SeHun sentía que estaban más separados que nunca. Sentía que estaban divididos por una enorme muralla que no lo dejaría estar nunca a lado de su chico, no hasta que le contara toda la verdad.

Y con ese panorama tan oscuro, SeHun estaba seguro de que en cualquier momento LuHan tomaría sus maletas y se iría lejos.

Así que sin meditarlo demasiado abrió la puerta encontrándose con el diminuto cuerpo de LuHan sobre la cama, sentado y con la mirada fija en algún punto de la pared blanca frente a él.

—¿Puedo...?

La voz pasiva de LuHan lo interrumpió.

—Por favor, déjame solo.

Eso fue un golpe bajo para SeHun, esa voz tan apagada y vacía. No había ningún sentimiento para él.

—Necesito que hablemos Lu— le susurró con suavidad adentrándose en la habitación.

LuHan se quedó en silencio, sin emitir ni siquiera el sonido de su reparación.

—Por favor —le suplicó SeHun.

Entonces el menor extendió su pequeña mano hacía su lado, palmando el colchón para que SeHun se acercará. Y así lo hizo, de un par de pasos y sin darle tiempo para arrepentirse, se dejó caer a su lado.

Y la imagen de LuHan tan roto lo hizo pedazos.

Tenía el rostro enrojecido, sus mejillas húmedas y sus labios hinchados y con marcas de sus dientes. SeHun sabía que había estado llorando antes, sin embargo reprimió esas ganas de abrazarlo.

ITS OKAY IF IS YOU | HUNHANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora