Aristóteles aún recordaba el momento en que su padre lo llevó a uno de sus viajes de pesca por primera vez. A sus ocho añitos recién cumplidos, se había puesto sus botitas de goma y su vadeador —que era como un overol impermeable que usaban los pescadores— con emoción, y su madre lo había llenado de bloqueador e insistido en que llevara puesto un chaleco salvavidas, por más que él supiera nadar perfectamente. A pesar de la prisa que tenía, esperó a que su padre lo tomara de la mano para recién caminar por la rampa que conectaba el muelle con el barco; después de todo, su madre le había prometido que le compraría la guitarra que vieron en la tienda de empeño si se portaba bien. Eso no evitó que, ya habiendo zarpado, el niño de nombre filosófico correteara por toda la borda y señalara cuanta cosa le llamaba la atención en el inmenso mar.
—Papá, papá. ¡Mira! Tienes que ver esto — gritaba el niño cada vez, mientras se apoyaba en el borde.
—¿Qué es esta vez, mi Aris, mi orgullo Córcega? —dijo el hombre risueño, contagiado por la felicidad que desprendía su hijo, al tiempo que su atención seguía en las redes de pesca—. ¿Otra roca?, ¿otro barco? —hasta el momento eso era lo único que el niño había señalado, pero a pesar de eso no parecía aburrirse. "Es que este barco es azul" explicaba el niño, o "es que esta roca tiene una forma diferente".
—¡Un delfín! —exclamó, para su sorpresa, su primogénito.
El mayor dejó rápidamente lo que estaba haciendo y se acercó a donde estaba su hijo para ver lo que apuntaba con tanto entusiasmo. "Imposible", pensaba: "Hace mucho tiempo que nadie ha visto delfines por aquí".
Sin embargo, ahí estaba. A solo unos pocos metros de su barco, un delfín rosa saltaba y comenzó a cantar, como si les diera la bienvenida. Su hijo reía, entretenido con el animal, y él aprovechó para sacar de su chaleco una cámara para sacarle una foto. El resto de su tripulación se moriría de envidia por no haber presenciado este momento. Poco después de que lo hizo, el animal se alejó nadando, seguramente para reunirse con el resto de su manada. De por sí, ya era raro que no estuviera junto a ella, no era común que un delfín anduviera solitario en el mar.
—Creo que el flash lo espantó, pa —alegó el niño haciendo un puchero.
—No te aflijas, mi Aris —le sacudió el cabello con cariño—. Verás como, más adelante, encontraremos otros animales incluso más interesantes que este.
—¿De verdad? —se le iluminaron sus ojitos.
—De verdad. Ahora, anda. Ayúdame a recoger las redes.
—¡Sí, mi capitán! —se llevó la mano a la frente como soldadito.
Aristóteles siempre recordaría ese día como el día que vio un delfín por primera vez en su vida, y el día que recibió su primera y única guitarra.
Lo que nunca supo el pequeño Aristóteles fue que, ese mismo día, a varios kilómetros de distancia, cuando la embarcación de su padre ya había vuelto al muelle, el delfín rosado que lo había cautivado, lejos de volver con su manada, nadó solitario hacia una pequeña isla rocosa. El animal tomó impulso para dar un salto en curva suicida que lo hubiera hecho terminar en picado sobre la rocosa superficie. No obstante, a mitad de dicha curva, una luz lo rodeó de modo que solo se veía la silueta de un delfín que fue deformándose y haciéndose más grande mientras caía. La silueta de luz cayó de pie y, cuando la luz se apagó, en su lugar, había un bello joven de piel de marfil y cabellos castaños, con un collar de perlas y conchas, y una corona hecha de huesos de pez y algas como única vestimenta.
—¡Ikniutsin Cuāuhtémōctzīn! —lo saludó una voz melodiosa—. ¿Qué hacías jugando con esa cría de Amanali?
Provenía de una hermosa joven, casi tan bella como él, la cual descansaba medio cuerpo desnudo en la irregular superficie mientras mantenía la mitad inferior sumergida en el mar.
El joven rió.
—Estaba aburrido —respondió de forma monótona.
—Siempre has tenido una debilidad por los niños —comentó la joven. No era la primera ocasión en que veía a su Ikniutsin jugando con alguna cría de Amanali—. ¿Será que estás contemplando probar carne más joven? —sugirió con una mirada perversa.
—Nunca tan joven —hizo un ligero gesto de desagrado—. Me divierte jugar con las crías porque son puras, por más que después vayan a ser igual de podridos como el resto de Amanalis al crecer —dijo con cierta lástima—. Me gusta mucho contemplarlos en su etapa de inocencia porque es bella, pero efímera —observó unas embarcaciones a lo lejos, como si estudiara a una manada de animales exóticos en su hábitat natural—. Realmente es interesante, lo fácil y rápido que puede corromperse el alma humana, pero, por más fascinante que sea corromperlas, no me gusta hacerlo antes de tiempo. Es como cortar una flor antes de que el capullo se abra, simplemente atroz.
—Todos tenemos nuestros límites —la joven se encogió de hombros, restándole importancia a su discurso—. ¿Encontraste carne fresca? —cambió de tema y su Ikniutsin lo agradeció.
Ambos jóvenes se sonrieron con malicia antes de zambullirse en el inmenso mar azul.
Ese día también sería conocido por el resto de los habitantes de la zona, como el día en que Belén Ulloa , una chica de 17 años y Luis Yana, un chico de 18, desaparecieron de la faz de la Tierra sin dejar rastro. Una pareja adolescente que solo quería disfrutar de su romance de verano en la playa, dos adolescentes que apenas estaban empezando a vivir, pero que terminaron perdiéndose en la inmensidad del océano para no volver jamás.
...
¡WAAAAAAA! ¡Ya está aquí! Mi sirena ya está aquí TT^TT
Para los que no lo sepan, esta era una historia corta que escribí en mi libro de "Aristemo SHOTS", pero que decidí volver novela, porque, uno, más de uno me lo pidió, y, dos, vi que la historia, en efecto, tenía potencial para ser más larga.
Los que pocos que ya han leído el prólogo antes, se habrán dado cuenta que este ha sufrido unos ligeros cambios. Eso se debe que esta ahora es una historia colaboración con MayiCassiopeia ¡Amiga, aprovecha y di hola!
¡Estamos muy emocionadas por explorar juntas más las vivencias entre Ari pescador y Temo sirena ^^! Espero que ustedes también.
¿Les gustó la portada? En verdad me esforcé
PD: ¿Vieron que la historia está marcada como contenido adulto? ¿Por qué será?

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𝓜𝓲 𝓼𝓲𝓻𝓮𝓷𝓪 - ᴀʀɪꜱᴛᴇᴍᴏ
FanfictionAristóteles es un adolescente destinado a heredar la profesión de su padre pescador. Sin embargo, él ama la música y tiene el corazón de un artista. Cuauhtémoc, Dios de los mares, pasa los días de su larga vida secuestrando humanos por placer. Ningu...