Episodio 13: Mi nuevo vecino

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La tarde transcurría, eran ya las 5 pm  aproximadamente, habían niños jugando en el jardín de la casa de al lado, todo el ambiente estaba muy feliz; sin embargo, el único que irrumpía ese momento de aire positivo era yo, que tenía la cara tapada con las manos. Me encontraba sentado en la vereda, afuera de la casa de Luis, triste porque nunca más podría volver a ver a mi amigo, escuchar su voz, recordar su aroma, la suavidad de sus manos, ni sobresaltarme cada vez que me asustaba. Me levanté del lugar. Bueno - bufé y fui caminando a mi casa.

Llegué a esta y noté que la casa vieja del costado, ahora era una morada hermosa (al parecer en ese tiempo que demoré en la anterior casa de Luis lo pintaron muy rápido)el solo hecho de que esté pintada de blanco hacía que sea la más bonita de toda la cuadra. Entré a mi casa, fui a la cocina a comer algo, ya que me moría de hambre y luego me la pasé viendo una serie norteamericana con mi mamá.

Me quedé dormido en el mueble y cuando me levanté ya eran las 7 am. En ese momento me acordé de un meme que vi hace mucho que decía: "sabes que creciste cuando te duermes en el mueble y amaneces ahí"; justo pasó mi mamá.

- Hasta que te levantaste - dijo ella.

- No puedo creer que me hayas dejado en el mueble, mientras tú te habrás ido a dormir bien cómoda a tu cama.

- Es que pesabas mucho y tu sueño no era tan ligero que digamos, pero a lo menos te tapé, si hubiera sido otra tipo de madre...

- Me hubieras cargado y llevado a mi habitación.

- Ya no seas llorón. Anda báñate, cámbiate y baja para que me ayudes a hacer el desayuno.

No se qué le pasaba ese día a mi madre, estaba con un humor de perros. No quería decirle nada más porque lo único que vería sería mi vida frente a mis ojos. Cuando ella se molesta me lanza lo primero que tiene a la vista, lo cuál es gracioso y doloroso.

Subí a mi habitación como ella dijo, me alisté y bajé a la cocina.

- Ya mamá, ¿en qué te ayudo?

- En nada, ya terminé de preparar el desayuno. ¡Come!

Es en serio - me dije.

- Ya... está bien.

- Sebas... por cierto... en un momento saldrá el Pie de manzana del horno y quiero que te lo lleves cuando vayas a saludar a los nuevos vecinos.

Ok... esto ya es demasiado raro. Ahora mi madre actúa como en las películas de Hollywood, en donde el vecino saluda al nuevo llevándole algún postre. Creo que la serie norteamericana que está viendo la está cambiando demasiado.

- Mamá... es mi último día de vacaciones. ¿En serio tengo que hacerlo? - le dije, de mala gana.

- ¡Hazlo! - me lanzó una mirada asesina.

- Ya... ya... está bien.

Preferí no discutir con ella. El Pie ya estuvo listo y se lo llevé a los nuevos vecinos, con demasiada pereza.

Cuando toqué el timbre, me abrió un chico, el cuál hizo que casi se me caiga el postre al suelo. Este y yo nos miramos, perplejos. Era Luis, aunque no parecía él, su belleza había cambiado, ya no estaba tan radiante como antes, tenía la mirada apagada y grandes ojeras, como si no durmiera nunca.

- Lu... ¿Luis? - titubeé.

- Ho... hola. Ven... ven pasa - dijo este, nervioso.

- Claro... - pasé temeroso - ¿dónde dejo esto?

- Ponlo en esa mesa de allá y acompáñame a la sala. Tengo que decirte algo.

Dejé el Pie y luego fuimos a la sala. Era mi oportunidad para hablarle sobre lo que pasó y pedirle perdón, pero este me ganó con la palabra.

Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora