XXV

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Irene


No sé qué debo hacer. Antes de que todo esto sucediera, lo tenía algo más claro: iba a dejar pasar unos días para poder tranquilizarme y pensar qué hacer con todo lo que se me venía encima. Solamente eso. Tener unos días tranquilos para mí misma, para relajarme y tomar las decisiones correctas. Todo eso iba a suceder después del fin de semana en Escocia con Laura, George y el resto de invitados. Ese era mi plan. Pero todo se vino abajo cuando tuvimos que quedarnos aquí encerrados, de forma indefinida, esperando saber si algún extraño virus nos había infectado. Todos están cada vez más preocupados por ello pero yo tengo otras cosas en la cabeza.

Hèctor se revuelve a mi lado de la cama con pereza. Amanece un día más en esta lujosa mansión en mitad de la nada, relativamente cerca de la capital escocesa. Siento de nuevo un gran peso que se instala en mi pecho cuando le escucho desperezarse. Le estoy mintiendo. No le estoy contando lo que sucede y siento que el engaño crece cada día más. Debo decirle todo, explicarle lo que sucede. Se lo debo. Él me quiere y me ha repetido hasta la saciedad que le cuente lo que me pasa últimamente porque, sea lo que sea, podremos solucionarlo juntos.

Pero esto no es algo que se pueda solucionar.

—Bon día, reina... —murmura mientras me da un beso en la frente, sonriente—. ¿Llevas mucho tiempo despierta?

—No, unos minutos —miento—. ¿Quieres ducharte tú antes y...?

Hèctor agarra mi brazo cuando estoy empezando a incorporarme para salir de la cama.

—Por favor, Ire —me pide—. ¿Ya a estas horas?

—Es que...

¿Qué? ¿Qué disculpa voy a ponerle hoy? ¿Cuántas disculpas más voy a tener que inventarme hasta decirle la verdad?

—Dime lo que sea —me susurra, como si alguien pudiera escuchar lo que estamos hablando—. Puedo soportar lo que sea que tengas que decirme, te lo prometo. Lo que llevo mal es esta incertidumbre.

—De verdad, Hèctor, no es...

—No, por favor, no vuelvas a decirme que no pasa nada —me pide con seriedad—. Eso no, no lo soporto más.

—No es momento de hablar...

—Estamos solos, ¿por qué no puedes contarme lo que sea?

—Porque estamos en esta casa con mucha gente.

—En esta habitación estamos solos —me recuerda.

—Pero yo...

—¿Estás viéndote con otro? —me suelta de golpe—. Si es así, puedes explicarme lo que...

—¡No estoy con otro! —exclamo.

—Entonces has estado con otro —sentencia—. Ire, amor, podemos hablarlo y yo te aseguro que intentaré entender lo que haya pasado. Yo te quiero, y si tú todavía me quieres...

Sus palabras duelen un mundo ahora mismo. Duele que me recuerde todo el amor que me tiene. Porque estoy ocultándole la verdad y cada día que pasa duele un poco más.

—Hèctor, por favor te lo pido... —le ruego al borde del llanto.

Él se da cuenta de mi estado y suspira. Se queda unos segundos en silencio y vuelve a besar mi frente, acariciando mi mejilla al momento.

—Muy bien, como quieras —me dice, rindiéndose y levantándose de la cama—. Algún día espero que me cuentes lo que te está sucediendo. Me gustaría ayudarte, de verdad —me mira desde la puerta del baño que tenemos dentro de la habitación, con la mano en el pomo de la puerta—. Al menos prométeme que arreglaremos esto antes de comenzar con el rodaje de Fate; Laura no nos perdonaría que las cosas salieran mal.

Sonríe con su broma mientras entra al baño para darse una ducha rápida mientras yo me quedo hecha polvo con aquella última frase. Dios mío, Laura. El proyecto de Fate. Lo nuevo de Coincidence...

Dios mío...

Vuelvo a echarme a llorar, presa del pánico. Y es que estoy perdida.

Se ha echado todo a perder.


Resist (with love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora