II

182 82 33
                                    

Jorge

—Tenemos que hacer esto más a menudo.

—¿El qué, cariño?

—Venir los dos solos a Londres.

Mi mujer sonríe con mi respuesta.

—Venimos muchas veces —me recuerda.

—No me refiero a trabajar. Estoy hablando de esto.

—¿Quieres ir más de compras? ¿En serio?

Sé que a Laura no le gusta ir de compras. Solamente disfruta en las librerías o en una buena papelería. Poco más. Antes sí que parecía entusiasmada paseando por las calles más comerciales de Londres pero creo que las tiene demasiado vistas después de haber estado años viviendo aquí. Ni siquiera ahora, que vivimos en Edimburgo, parece disfrutar de unas rápidas compras en Oxford Street.

—Son compras navideñas —le digo, esperando que eso cambie la situación.

—Ni siquiera hemos podido venir en metro —me reprocha, haciéndome reír.

Así que era eso...

—Pero tenemos muchas compras —le explico—. Tiene que ayudarnos Brice —me acerco a sus labios y los beso más tiempo del que ella parece que esperaba—. Te prometo que la próxima vez nos escapamos solamente para ir a Covent Garden a cenar, coger el metro hasta Harrods y comprar té en Fortnum&Mason.

Y ella me regala su sonrisa como recompensa.

Seguimos caminando por la concurrida calle en donde cientos de miles de millones de trillones de personas entran y salen de las tiendas que se ubican unas seguidas de las otras. Ropa, cosmética, alimentación, juguetes, electrónica... Ya va cayendo el sol y en breve las luces navideñas comenzarán a lucir a nuestro alrededor. Y sé que eso sí que va a animar a mi mujer.

—En otra escapada también podríamos ir a algún otro sitio algo más lejos...

Me hace gracia que a veces siga proponiendo de forma velada un viaje, así que le sigo el juego.

—¿Dónde tendría que ser?

—Bueno, podríamos ir unos días más allá de Francia...

—¿Alemania?

—Sigo en huelga —me recuerda.

—Esa mujer es inmortal, yo te aviso.

Laura me mira con enfado, preparada para contraatacar.

—Esa mujer dirige no sólo su país, sino todos los de su alrededor. Además, para su propio beneficio. Si ella quiere continuar con...

—Vale, vale —le concedo entre risas—. Nada de Alemania. Bien, entonces...

—Un poco más... —y parece estar pensando la ubicación exacta—. En realidad, me gustaría ir más allá de Alemania también.

—¿No conoces Ámsterdam?

Hace un gesto de agotamiento que me vuelve a hacer reír.

—Sabes dónde quiero ir, George, no sigas torturándome...

Cojo a mi bella mujer entre mis brazos al instante. Ella ríe con aquel rápido movimiento y me insufla vida con ello.

—Dime dónde quieres ir e iremos —le prometo.

Y ella sabe que no necesito hacerle esa promesa porque iría con ella al fin del mundo sin tan siquiera pedírmelo.

—Es que verás... Hay unos lugares concretos de Fate que...

Resist (with love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora