XVII

71 77 75
                                    

Gilbert


Está siendo un fin de semana extraño. Vinimos a Solus para pasar un par de días divertidos pero nos acaban de decir que mañana no podemos ir al colegio. Pasado tampoco. He preguntado a ver si el miércoles pero mamá me ha dicho que seguramente el miércoles tampoco. Seelie al parecer tampoco va a ir a la escuela de teatro del viernes. Está un poco molesta porque le gusta mucho esa escuela. Siempre vuelve a casa con mil cosas que contarnos y nos enseña lo que aprende allí. Es todo muy extraño pero al menos ya no me pide tantas veces que le haga fotos para su book porque en esa escuela se los actualizan cada poco. Bueno, la verdad es que de vez en cuando sí que me pide que le haga fotos. Dice que lo hago muy bien y que podría ser fotógrafo de mayor. No sé si eso me gustaría. Me aburro un poco haciendo fotos a Seelie y a veces es algo peligroso incluso. Creo que no es lo mío...

—¿Tú qué crees, Gilb?

Me giro hacia quien me acaba de hablar. Es mi hermana Keite. Siempre pregunta mi opinión incluso cuando Noe está con nosotros. Y eso me hace mucha ilusión.

—Creo que no me gustaría ser fotógrafo.

Gordon se echa a reír y comienza a dar saltos alrededor, repitiendo mis palabras. Pero Keite sigue mirándome con esos ojos grandes y verdes que tiene.

—Me refería a lo de no ir a clase —se explica ella sin importarle que su gemelo se esté riendo todavía.

Noe me despeina el pelo un instante y me da un beso en la mejilla.

—Nuestro Gilby siempre está en las nubes —dice en alto nuestra hermana mayor. Y se acerca a mi oído—. Y eso es genial. No cambies nunca, hermanito.

Noe siempre me hace muy feliz y con ella estoy todo el tiempo sonriendo como hago ahora.

—No me importa no ir al colegio —reconozco.

—Yo quiero ver a mis amigos —se queja Gordon.

—Y yo tendría que ensayar para la obra de estas navidades —añade Seelie de brazos cruzados.

Iba a ser la protagonista en la obra de su escuela y con todo este lío, se va a perder uno de los ensayos de esta semana.

—Mientras tanto, puedes ensayarla aquí con nosotros —le propongo.

Ella levanta la cabeza y sonríe. Sonríe mucho. Y ya no parece estar triste.

—Robert, ¿te gustaría hacer de Homero? —le pregunta Seelie.

—¿Quién es...? —le dice éste, girándose hacia ella con el ceño fruncido.

—Es un señor muy valiente y muy fuerte que cruza mares y océanos para volver a casa.

Seelie siempre suena así de rara cuando habla de sus cosas.

—Y... ¿tú de qué haces? —sigue preguntando.

—De su mujer.

Robert ya estaba emocionándose pero Noe entonces se mete en la conversación.

—Seelie, que vuestra obra es una reinterpretación de La Odisea muy muy libre y no sé yo si...

—¿Entonces me muero? —dice ahora Robert, algo preocupado.

—¡Dobe, no te muedaz! —grita su hermana Damie, echándose a llorar, abrazándole con fuerza.

—No, no se muere, tranquilo —le calma Seelie, cogiéndole la mano.

—¡Dobe, poh favó! ¡No te muedaz! —sigue insistiendo Damie, haciendo reír a Robert incluso.

Él coge a su hermanita en brazos y la besa hasta hacerla reír. Se quieren tanto como nosotros nos queremos. Eso es genial.

—Yo tampoco puedo ir al colegio ni a mis clases de música —nos dice Âme-Sylvie con calma—. Pero si esto es lo mejor, hay que aguantarse.

—Podrías enseñarme algo y así mejoro mi currúquilo como actriz —le pide Seelie con emoción.

—Currículum —le corrige Noe mientras me acaricia el pelo.

—Cu... Currícu... lum... —practica mi hermanita hasta que le sale la palabra correcta.

Era muy complicada, pero ella es muy inteligente y aprende rápido.

—También podemos hacer obras de teatro para todos, y conciertos... —propone Noe—. Todo lo que queráis. Los mayores estarían encantados con todo eso. Hasta podrían participar.

—¡Es una idea genial! —exclama Seelie, animada de nuevo por la idea de Noe.

Todos empiezan a alborotarse y a planear mil cosas que hacer hasta que nos dejen salir de aquí. Pero no sé.

Yo...

—Tienes una voz preciosa, Gilby —me dice al oído Noe—. Seguro que a Âme le encantaría cantar una bonita canción contigo.

Miro a mi hermana mayor y me contagia la sonrisa.

—¿De verdad crees que canto bien? —le pregunto.

—Tienes la voz de papá —contesta entre todo el ruido que el resto está haciendo—. Yo sin embargo saqué la voz de mi madre.

Se pone a cantar de forma extraña, haciéndonos reír a todos. Me agarra al terminar y me abraza un momento, casi apachurrándome.

—Tú cantas muy bien también, que te he escuchado —le digo al oído.

Ella sonríe y me guiña un ojo.

—Pero eso es un secreto —y se lleva el dedo a los labios.

Yo imito el gesto, prometiéndole que guardaré silencio.

Porque haría lo que fuera por mis hermanos.


Resist (with love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora