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Los días pasaban y con ellos los exámenes que había que presentar. Fue una semana cansada psicológicamente para todos, como lo era siempre que se acumulaban trabajos. Zayn estacionó su motocicleta cuando llegó a la escuela, no había pasado por Niall, quedaron en verse ahí para poder ir a su clase juntos. Miró la hora en su reloj, faltaban veinte minutos para entrar, minutos suficientes para fumarse un cigarro. No perdió tiempo sacando la cajetilla de la mochila, tomó el encendedor entre sus largos dedos para poder encender el cilindro lleno de nicotina. No había una mejor manera de empezar el día que llenándose los pulmones de humo.

Fumó viendo todos los perímetros posibles, con el único objetivo de encontrar a un rubio. Fumó hasta que el cigarro llegó a su final, expulsando la última exhalada. El clima era frío y las personas continuaban entrando en el instituto; pero a él sólo le importaba una es especifico. Se sentía de buen humor hoy, luego de tener relaciones con Horan se sentía mucho más energético, más activo y ahora la sensación que cosquilleaba en su garganta lo hacía sentir mejor. O por lo menos fue durante el periodo que no se dio cuenta de cómo una chica se dirigía hacia su persona con algunos libros en su mano. Los ondulados cabellos rubios de Perrie eran la envidia de cualquiera ahí, sus ojos azules hipnotizaban a cualquier hombre, su busto bien desarrollado, cintura curveada más esos labios tan deseables. No culpaban a Malik por querer a esa hermosura, fuera de bromas y muy pegados a la realidad, ella era preciosa en todo el sentido de la palabra.

Malik escuchó tacones, pero Niall Horan jamás usaría tacones así que los ignoró, pero no pudo ignorar la figura que se posicionó frente suyo. Cabía decir que estaba recostado en su motocicleta, como solía hacerlo cuando coqueteaba con chicas. Perrie lo miró a los ojos, esos ojos cafés que alguna vez le fascinaron, aunque por qué mentir, de vez en cuando los recordaba.

—Hola. —saludó ella.

—Hola. —dijo él cortante, viéndola unos segundos antes de que su vista volviera a otro lado para buscar a su macho.

—¿Niall viene en camino?

—Sí. No creo que le guste verme contigo. —dijo sincero. —¿A qué has venido? —preguntó ahora con la mirada más relajada. Ella continuaba teniendo su encanto.

—Supongo que sigues dolido por lo nuestro. O al menos eso quiero pensar. Sinceramente vine a hablar, a aclarar todo lo que pasó. —dijo rápidamente.

—Tú me terminaste. —metió sus manos en su chaqueta encogiéndose de hombros. —Eso pasó.

—No actúes como si fuera la culpable, me engañaste, más veces de las que pude contar. Muchas personas me lo confirmaban pero quería creer en ti, ¿sabes? Lo que hice fue sólo darte un poco de tu misma medicina. Pero no he venido a discutir. —dijo antes de que el morocho articulara alguna palabra. —Sé que has cambiado, y yo también lo he hecho.

—¿Qué insinúas? —alzó una ceja.

—Creo que podemos darnos otra oportunidad. Estoy dispuesta a hacerlo, esta vez en serio. No sé qué es lo que hay entre Niall y tú, pero sí sé que tú no eres homosexual, más que nadie lo sé. ¿Estás dispuesto a volver a retomar lo nuestro? —dijo colocando una mano en el brazo del moreno.

Zayn la miró a los ojos, todos los momentos que había pasado con ella se le vinieron como una ola violenta a la orilla de la playa. No habían sido tan malos, es más, había disfrutado bastante de lo que podía recordar. Ella se acercó, recordando al igual lo bien que eran cuando estaban juntos, cuando hacían diabluras a escondidas pero nadie los agarraba. De cuando eran compañeros de crimen. Lo malo de ella fue amarlo demasiado, quizás más de lo que se merecía.

—¿Quieres volver a estar conmigo? —preguntó en un susurro al oído del más alto.

Fue un carraspeo de garganta que los hizo voltear. Ambos voltearon a ver de quién se trataba, sacando al moreno del trance que ni siquiera se dio cuenta en que estaba. Perrie se dio la vuelta alejándose un poco del cuerpo ajeno a ella, tomando en cuenta la mirada de advertencia que un rubio le dedicaba. Malik logró apreciar el rostro rojo de su novio, la rabia brotándole de los poros, como un volcán a punto de explotar. Sus puños casi púrpura por la presión que ejercía en ellos, controlándose inmensamente para no ir hasta donde esa maldita rubia y estrangularla.

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