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La primera reacción de Cheryl fue cubrir los ojitos de Bear. Su boca formaba una perfecta o, no pudiendo creer lo que veía. Liam fue el primero en reaccionar, viéndola con espanto. Se supone que ella estaría con sus amigas en una clase de pijamada. A los segundos fue Josh, con la respiración agitada, cubriéndose su cuerpo desnudo. La adulta no sabía ni qué demonios hacer, si correr a ellos y pegarles hasta matarlos, gritar, mandar a su esposo a la mierda o sólo salir de ahí. Consideró que en un momento como este lo más sabio era no decir nada, los hechos que estaba presenciando hablaban por sí solos. Se dio la vuelta, tratando de bajar las escaleras con cuidado pero con rapidez, sujetando con fuerza a su hijo. Liam salió tras de ella desnudo, no había tiempo de vestirse, pero casualmente debía buscarla.

—Cheryl, quizás es lo que estés pensando, pero déjame justificarlo. —pidió casi trotando al lado de ella. Se volteó para verlo con fuego en los ojos.

—¿¡Justificarlo!? —gritó histérica. —¡Me lo juraste, me juraste que no había nada entre ustedes dos! —Josh, quien ahora se estaba poniendo los pantalones, logró escuchar esos gritos. Su pecho estaba al máximo y esa confesión hizo que se diera una paliza mentalmente.

—Mi amor, tú sabes que...—decía balbuceando, Cheryl trataba de empacar ropa a duras penas con su hijo en brazos.

—¿Qué? —soltó un bufido. —¿Qué sigues siendo un maldito gay? ¿Acaso fingiste amarme, darme un hijo sólo para que nadie se enterara de que te gustan los penes? —gruñía con cualquier pensamiento que se le ocurriera primero. Payne la miró.

—¡Claro que no!

—¡Maldición Payne! —estaba eufórica. Ese grito hizo que Bear comenzara a llorar, el llanto del pequeño trajo a ambos a la realidad. Ella se disculpó con su hijo, dándole un beso en la cabecita, meciéndolo de un lado a otro para calmarlo. —No quiero que nos busques, no quiero saber nada de ti. Hazme caso y no habrá consecuencias. Te llamaré para los papeles del divorcio.

Eso paralizó por completo al director. Definitivamente esto se le había salido de las manos, no quería que se llevara a su hijo, carajo, él no era nada sin ese pequeño. Pero algo más le retumbó en la cabeza, la palabra divorcio se repetía sin cesar. ¿Ella estaba hablando en serio?

—No puedes hacer eso. —su voz salió ahora de enfado, esa voz ronca de león furioso que poseía.

—No me hagas reír, a todo esto, tú eres el que lleva las de perder.

Salió de la habitación con la poca maleta que había logrado hacer. Bear lloraba, pidiendo los brazos de su padre pero la chica ni siquiera había puesto atención a eso. Liam salió con ellos hasta la puerta, sin importarle el frío tremendo de la noche o que los vecinos lo vieran desnudo. Sentía la impotencia en sus puños, la tristeza en su corazón, el enojo de no hacer nada y la culpa del asunto porque muy en el fondo sabía muy bien que era su culpa, absolutamente todo. Quiso tener a las dos personas que ama pero no se podía, era una o la otra.

Sintió su alma irse cuando el auto de Cheryl se alejó de ahí, pero en su cabeza no podía despegar la mirada de su hijo. Eso fue lo que más lo hizo sentir como una mierda. Le dio un golpe a la pared, dándose la vuelta para encontrarse a su mejor amigo vestido y con lágrimas en los ojos. Devine lo miraba con disculpa y arrepentimiento, no sabiendo que hacer, si consolarlo o simplemente irse lejos.

Decidió irse, no podía soportar un momento más en esa casa. Pasó al lado del director, sintiendo como tomaba su mano.

—No, no, no, no me dejes tú también...—lloró abrazándolo. Se sentía como un niño indefenso, quería que le dijeran que todo estaba bien, pero no era así.

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