One

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Caminó con tranquilidad y elegancia, esquivando casa uno de los cuerpos inertes de aquellos hombres

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Caminó con tranquilidad y elegancia, esquivando casa uno de los cuerpos inertes de aquellos hombres.

Sus botas de tacón resonaba por todo el lugar, siendo acompañado por el sonido de las tuberías goteando contra el suelo y los cables rotos lanzando chispas hacia todos los lados posibles, creando un ambiente de suspenso.

El líquido espeso y caliente color carmesí abarcaba la mayor parte del suelo, ensuciando la mayor parte de sus botas, pero ni siquiera eso le importa cuando frente a sus narices lo que necesitaba.

Se limpió un poco la sangre que habitaba la mayor parte de su cara y se sentó con tranquilidad en la silla giratoria, moviendo sus dedos con maestría sobre el teclado y teniendo sus ojos fijos en la pantalla de la computadora, viendo pasar la información y las imágenes con rapidez.

Uno de los hombres se arrastró como pudo a tomar su arma, tratando de hacer el menor ruido posible.
Pero fue en vano, ya que sin siquiera mirarlo le disparó en una de sus piernas, haciendo que gritara de dolor, dolor que ella ignoró para continuar con su tarea, dejando a aquél agente sufrir.

Dejó de teclar al ver los archivos que necesitaba, donde entre ellos se resaltaba uno con colores rojos en señal de peligro.

Su información también aparecía en la pantalla, pero era mucho menos que los de aquel hombre quien le dió la vida, el bastardo que quiere matar a sangre fría.

Una de sus manos se adentró en uno de sus bolsillos, sacando un USB con suficiente almacenamiento para sacar todo de la computadora.
Y sin perder el tiempo, lo colocó, dejando que el aparato hiciera su trabajo.

Se levantó tomando camino hasta el hombre que se retorcía de dolor, agarrándolo por el cuello y estrellándolo contra la pared, haciéndolo jadear.

Su rostro tenía hematomas y sangre bajaba sin detenerse por su frente, su traje de agente estaba empapado de sangre sin contar los incontables agujeros de bala, en los cuales caían grandes cantidades de sangre.

—¿Quién es su jefe?—habló con un acento marcado en su voz, mirando a aquél hombre de cabello castaño con frialdad, asustándolo.

Bajó su mirada a la parte derecha del agente, donde el apellido Watson se encontraba escrito en grande y en negrillas.

—¿Te apellidas Watson?—y sin esperar respuesta, continuó con su interrogatorio—te lo repetiré una vez más, ¿Quién es tu jefe?

Watson permaneció callando, aguantando el insoportable dolor que su cuerpo emitía, mirando fijamente las orbes marrones, casi negras, de su atacante.

Al no recibir respuesta aparte de su respiración acelerada, encaja dos de sus dedos en una de sus heridas de bala, lo que provocó que un grito saliera de lo más profundo de la garganta del castaño, sintiendo toda la sangre bajar como un río fluyendo por sobre sus rodillas y llenar la mano de su atacante.

Los sacó lentamente, disfrutando su cara de sufrimiento y llevando sus dedos a sus labios, probando aquél líquido de sabor metálico, pero que lo sentía dulce y delicioso.

Volvió a mirarlo, viendo lágrimas en los ojos verdes de Watson, los cuales poco a poco parecían dejar de tener su brillo.

—Si me dices quien es tu jefe, tal vez decida dejarte con vida—habla tomando el cuello de su última víctima viva, la cual parecía querer huir de ahí a toda costa.

Watson se quedó unos milisegundos en silencio, mirando fijamente los ojos de su contrario, teniendo un pequeño hilo de sangre bajando por su labio, el cual manchaba sus dientes y le producía unas inmensas ganas de vomitar.

Y con las pocas fuerzas que le quedaban, habló:

—Fury...Nick Fury—suspiró con algo más de tranquilidad en su cuerpo, viendo todavía la sangre que se esparcía por  el cuerpo del agente—¿Q-quién eres?

Se le quedó mirando fijamente, aún con su frialdad puesta en sus ojos, causándole un escalofrío que le recorrió toda su adolorida espalda.

—Soy la sømbra—y justo cuando terminó esas palabras, sus uñas se clavaron en la yugular del castaño, el cual se ahogó con su propia sangre y cayó abruptamente al suelo, teniendo la mirada de la pelinegra sobre él.

El pitido de la computadora fue quien la trajo devuelta a la realidad, por lo que caminó con total tranquilidad hasta el USB, el cual se encontraba en verde, lo que le indicaba que ya toda la información se encontraba almacenada.

Aún su mano llena de la sangre ajena tomó el objeto entre sus manos para guardarlo en el mismo bolsillo, tomando de paso en pequeña encendedor de metal.

Lo miró con atención, viendo la pequeña llama flameante que parecía tener más vida que ella.

Krysten Vólkova ya no tenía vida.

Con ese último pensamiento inundando su mente tiró el encendedor al conjunto de bombonas de gas, donde una de ellas tenía una fuga causada por ella.

Esta vez tronó hasta la salida, donde a lo lejos pudo escuchar a los helicópteros de S.H.I.E.L.D acercarse con velocidad cuando recibieron la llamada de auxilio minutos atrás.

Y lo último que sus ojos vieron fue una melena roja como la sangre bajar de un quinjet antes de desaparecer, literalmente, de entre las sombras, donde ella parecía más cómoda.

Entre las sombras que la persiguen, entre las sombras que la acompañan.

Entre las sombras de un pasado que lucha por escapar.

Porque es así, sus sombras son lo único que tenía, y esa era la parte que no le gustaba...

La Sømbra (Natasha Romanoff) #marvelawardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora