Two

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Ambas, tanto la Sømbra como la Viuda Negra, entraron en silencio al quinjet con sus maletas en mano, sin darse una mirada

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Ambas, tanto la Sømbra como la Viuda Negra, entraron en silencio al quinjet con sus maletas en mano, sin darse una mirada.

Natasha decidió ser la piloto, y esta solo recibió un asentimiento de la pelinegra, mientras que ella estaba colocando las maletas de ambas en un lugar seguro para evitar perderlas.

El quinjet era prestado por S.H.I.E.L.D, y esto en cierta manera le molestaba a nuestra fémina protagonista.
Enserio, ¿Algún día le dejarán de recordar que ahora trabaja para el director de aquella organización? Pues al parecer no.

El principio del viaje fue en silencio, solamente con el ruido de los motores presente al igual que las transmisiones de interferencia de la radio de comunicación, donde la ojiverde les daba indicaciones a su jefe de por dónde iban.

Silenciosamente se volteó en su asiento, dejando que la nave fuera recto para poder ver a su compañera.

Krysten tenía entre sus manos una vieja muñeca de trapo, toda rota y sucia, con un ojo de botón y el vestido negro rasgado, y el cabello amarillo atado en dos pequeñas coletas viejas.

Miraba ese juguete con melancolía, que no se molestó en ocultar, lo acariciaba como si fuera lo único que tenía y parecía querer saltar de la nave en cualquier momento.

Natasha, decidida, dejó el piloto automático y se levantó, caminando hasta sentarse al lado de la pelinegra, la cual solo tenía ojos para aquel juguete.

—¿Qué es eso?–preguntó buscando algún tema de conversación, pero Krysten no se giró a responderle, y esto hizo pensar a la pelirroja.

Ese juguete debe de ser muy importante para tenerlo todavía aún con su estado demacrado y viejo.

Hasta que algo hizo 'click' en su cerebro.
La vez que Wanda le contó solamente a ella lo que vió en la mente de la chica; ese era el juguete de la historia.

Apoyó su cabeza en el asiento, teniendo la mirada puesta en el techo.

—Yo...antes de ser heroína y tener al equipo, tuve una hermana–Krysten dirigió su atención a la pelirroja, pero sin quitar la vista de la muñeca—no era de sangre, pero para mí lo era...su nombre era Yelena.

››ambas estuvimos en la KGB, y a ambas nos entrenaron para el proyecto Viuda Negra, crecimos juntas y yo...solo me escapé y la dejé sola ahí, sufriendo.

Las lágrimas no tardaron en acumularse en sus ojos, de solo recordar que no pudo volver por ella por miedo a que la atraparan la hacía sentir culpable, y sobretodo siendo ella la hermana que siempre quiso tener.

Y sus padres, Melina y Alexey, ¿Qué sería de ellos? No eran sus padres biológicos, pero los llegó a querer como a unos.
Y a esa familia le dió la espalda hace tantos años...

Esta vez, Krysten si giró su cabeza para verla, y Natasha la miró por igual, ambas con lágrimas en los ojos.

—Esta muñeca, me la dió mi hermano cuando tenía nueve–habló acariciando delicadamente el rostro del juguete, teniendo el corazón en la garganta—donde me entrené y me crearon, no me dejaban tener alguna distracción, así que Ryan se las ingenió para cocerme una.

Volteó la muñeca, dejando su espalda a la vista de la espía rusa, donde una mancha oscura reposaba en ella.

—Nunca pude quitar la mancha de sangre, la mancha de su sangre–Natasha siguió con lágrimas en los ojos al igual que ella, Krysten tratando de seguir conteniendo su dolor.

Pero no podía, las imágenes de su hermano mayor siendo atravesado por una bala en su frente no la dejaban dormir desde que fue obligada a disparar, y siempre se culpaba.

—¿Por eso asesinaste a aquél hombre en el bar?–preguntó con voz rota la de ojos verdes, recordando la escena sanguinaria cuando la conoció.

—El fue uno de tantos que me crearon, si no fuera por ellos y mi padre él estaría vivo–respondió en un susurro con la voz quebrada—casi no recuerdo su rostro.

—Puedo ayudarte–la de cabellos negros volvió a mirar a la pelirroja, frunciendo el entrecejo al no entender—déjame ayudarte a enfrentar tus demonios.

—¿Enserio crees que podrías soportarlo, Nat?–su sobrenombre en sus labios sonaba extrañamente bien, pero solamente podía concentarse en las palabras de su compañera—Nadie permanece a mi lado cuando me conoce bien, por eso hago todo sola.

La única forma de evitar que nuestros demonios nos consuman es dejar que salgan a la luz...

—Creeme que lo he hecho, pero ellos siempre vuelven a mí.

Ahora solo se miraban, viendo como un destello todo el lío de emociones que eran los ojos de sus contrarios.

Ese momento parecía no acabar, y ninguna quería que lo hiciera.

—En la KGB...al terminar el proceso de entrenamiento nos hacen un acto de graduación...y nos esterilizan–repitió la misma historia que alguna vez le contó a Bruce Banner antes de desaparecer—es eficiente, un agobio menos...

Krysten solo negó, guardando delicadamente la muñeca en su maleta.

—A mi me hicieron lo mismo, solo que...diferente.

—¿A qué te refieres?

Ella bajó la cabeza, recordando lo doloroso y horrible que fue su proceso de “estirilización”.
Las imágenes aparecieron como una película en su mente, lo que le trajo un sabor amargo.

—A mi...me inyectaron un suero creado por los S.S.E.R, se suponía que sería como el Capitán América o como el Capitán Rusia.

Natasha sintió una opresión en el pecho al escuchar el nombre de pila de su padre adoptivo, pero se quedó callada escuchando la historia de la de ojos marrones.

—Pero eso no sucedió y...me volví una alterada genéticamente, pero trajo como efecto secundario la esterilización...

››el suero mató desde dentro todos mis órganos reproductivos, sin dejar nada vivo–con lágrimas apunto de bajar por sus mejillas, siguió;—Sangré durante semanas hasta que descubrieron que el suero me había esterilizado como efecto secundario, pero eso a nadie le importó, ni siquiera a la persona a la que llamé padre.

Los recuerdos parecían querer matarla psicológicamente, no dejaban de atormentarla y perseguirla hasta el cansancio, su vida era una mierda.

La pelirroja la observó en silencio, teniendo varias preguntas rondando por su cabeza.
¿Tan crueles fueron con ella? ¿Era una alterada? Las respuestas a sus preguntas tendrán que ser respondidas por la fémina, pero tendría que ser luego.

—¿Aún crees poder ayudarme?–sus orbes marrones parecían estar llenos de desilusión, venganza, oscuridad y dolor, pero tenían anhelo...esperanza.

Algo que Krysten nunca, en sus veinticinco años de vida, había hecho frente a alguien.

—Lo prometo, pero tendremos que terminar esta misión antes.

—cierto, ese tuerto lo que quiere es estar en mi estantería mientras bailo la Macarena en su cuerpo sin cabeza–Romanoff soltó una carcajada por lo bajo, que le contagió una sonrisa a la pelinegra.

Tal vez, Natasha tenga otra oportunidad para estar enamorada.
Y tal vez, Krysten se esté enamorando de la pelirroja...




La Sømbra (Natasha Romanoff) #marvelawardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora