Eight

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Se sentó en el segundo vagón del metro, mirando fijamente del otro lado de la ventana cabizbaja y junto con su gorra puesta, viendo con cierta tristeza a la mujer que consideró su madre

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Se sentó en el segundo vagón del metro, mirando fijamente del otro lado de la ventana cabizbaja y junto con su gorra puesta, viendo con cierta tristeza a la mujer que consideró su madre.

Irina la observaba casi igual, esperando su siguiente tren subterráneo y así ambas podrían escapar del S.S.E.R, que las estaban buscando por todos lados.

Krysten no quería irse, quería irse con Irina y asegurarse de que ella estuviera a salvo una vez que estuviera en Bélgica, pero si quería vengarse y desaparecer tendrían que separarse.

—Te noto decaída, querida—habló una voz en el asiento de al lado, pero aún así siguió mirando las orbes de su entrenadora y madre adoptiva.

—Es solo que no quiero irme...pero debo hacerlo.

—Si quieres dejar el pasado atrás, debes pensar en tu presente y así tendrás futuro.

Volteó con su seño fruncido, observando al hombre mayor de canas y de lentes sonreírle con tranquilidad, llevando un portafolio a su lado.

Curvó sus labios en un intento de sonrisa, analizando las palabras que nunca se le habían pasado por la mente.

—Mi nombre es Stan Lee, por cierto.

Asintió levemente, suspirando cuando el tren subterráneo avanzaba cada vez más rápido.

Hasta perder de vista los ojos de Irina Solavoff.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por aquella voz calmada, haciéndole recordar el porqué estaba ahí.

Su cabello tan rojo como la sangre se encontraba suelto y llevaba uno de sus trajes negros y ceñidos al cuerpo que le dejaban mucho en qué imaginarse, pero no podía desconcentrase.

—¿Enserio quieres resolver esto a golpes?

Despacio y con la gracia de una gacela caminó por las sombras de los aviones y los helicópteros, manteniendo su cabeza baja y dejando que su melena negra igual que la noche cubriera la mayor parte de sus ojos, inspeccionando todos los movimientos de cada integrante de ambos bandos, sin necesidad de ser vista.

Escuchaba la conversación sin intervenir, y veía al nuevo recluta de Tony Stark quitarle el escudo a Steve Rogers y aterrizar en uno de los aviones, cayendo en pose heróica.

Sus ojos oscuros se quedaron más tiempo observando el perfil de su ex-novia, conteniendo las ganas de aprisionarla contra uno de los vehículos aéreos y comerle la boca.

Pero seguía con resentimientos.
De verdad ¿Quién carajos drogaría a su pareja?

—Entregarás a Barnes y vas a venir con nosotros ahora, porque si no es con nosotros, será con un escuadrón de fuerzas especiales al que no le importa ser amistoso—Tony dijo en un intento desesperado y en vano de cambiar de opinión a uno de sus amigos.

La Sømbra (Natasha Romanoff) #marvelawardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora