Capítulo 19.

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"Daniel Pov's"

Las cosas en mi vida no eran buenas hasta que conocí a Rose.

Esa niña tímida pero con un carácter fuerte fue lo que me impulsó a hablarle a mis padres sobre mi orientación sexual, que aunque no me aceptaron y me dieron la espalda, ella siempre estuvo allí para apoyarme. Me dejó una bonita enseñanza; es que debo de enfrentar mis problemas sean cual sean, y que si no resulta, no debo de preocuparme, pues en esta vida hay personas por las que vale la pena luchar.

Cómo lo es en este caso. Me dijo que luchara por Theo, me explicó que ellos son más sensibles con sus emociones, cosa que ya yo sabía pero que no me importó en el momento en que fuimos a ese bar. Lo dejé de lado por otra persona y como dice Rose, en efecto yo estando en su lugar, hubiese armado el griterío de la vida. Es por eso que hoy voy a dar batalla por él, sin importar si me tengo que humillar, sé que cometí un error y debo repararlo.

En este momento voy en mi auto, rumbo a su casa. Apesar de que es el hermano del Alpha, es muy independiente. Tiene su propio espacio y trabajo. Lo admiro mucho.

Llego y aparco lo más correcto que se me puede dar, pero la verdad es que en estos momentos no me interesa si el auto queda bien aparcado precisamente. Me bajo y voy hasta la puerta, las luces están apagadas pero sé que él está aquí. Toco un par de veces pero no responde.

No me voy a rendir fácilmente.

-Theo, ábreme. Quiero arreglar las cosas.- digo, sin embargo no obtengo respuesta. Vuelvo a tocar.- Vamos, sé que estás aquí.

Sigo tocando hasta que me duelen los nudillos. La verdad ya me estoy hartando.

-¡Theodore Ivanov!, ¡Vas a abrir esa puerta en éste instante o yo entraré por la fuerza, pero me vas a escuchar!- grito pero recibo nuevamente el silencio.

Se lo advertí.

Me alejo un poco de la puerta y alzo mi pie para darle la primera patada. Doy tres patadas más y por fin la puerta cede. Entro como toro cabreado y miro por todos lados para empezar a buscarlo, aunque no tengo que esforzarme mucho, pues el señor drama está sentado en el sofá levemente inclinado con sus codos apoyados en sus rodillas y tiene las manos entrelazadas.

-Con que estabas todo el tiempo escuchando que tocaba, ¡Y no abrías!- chillo indignado.

Pero su mirada me da a saber que yo soy el menos indicado para reprochar nada. Dejo caer mis hombros y procuro relajar mi semblante. Me acerco a él y me agacho a su altura y tomo sus manos. Pero él reacio, se endereza, así, alejándose de mí.

-Hablémos, cosita.- le pido colocando mis manos en sus rodillas.

Él ríe con amargura cuando lo llamo así.

-Tú y yo no tenemos nada de que hablar, Daniel.- auch.

Me duele que me trate así, siempre me llama por diminutivos tiernos y bobos, y lo extraño.

-Sí que tenemos, sé que fui un completo tonto el día que fuimos al bar, pero te juro que no lo hice con intensiones de hacerte sentir mal.

-Ja, claro.- hace una pausa mirando para otro lado, pero yo pongo mi mano en su barbilla para que pode esos bonitos ojos que tiene nuevamente en mí. Celebro internamente cuando no se aparta.

-Daniel, yo sé que para ti es difícil dejar tu antigua vida así de repente, pero entiende que yo te quiero, y quiero que estés solo conmigo y para mí. Pero entenderé si no quieres, jamás te obligaría a estar con alguien que no quieres.- endurece su rostro.

«¡Y es que...! Es difícil, Daniel.
Toda mi vida me crié para aprender a aceptar a mi mate tal cual sea, siempre pensé que esa persona me amaría igual, pero llegas tú y mira.»

La Luna y la Bestia. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora