3. Inocente de mí.

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Eddie.

Estoy hasta los cojones de despertarme a media noche, de mirar el maldito techo para identificar los sonidos, para contar los pasos y hacerme una idea de quién esta caminando encima de mí, para comenzar a idear una manera fácil y rápida de deshacerme del problema y que me permitan regresar a dormir o al menos a intentarlo, tampoco soy imbécil. Siempre tengo que recoger, limpiar y dejar la basura afuera para que alguien se la lleve en la mañana.

¿Cuándo van a entender estos hijos de puta?

Luego, hacer todo eso me toma no sé cuánto tiempo y finalmente se hace hora de escuchar el sonido de la maldita campana que nos despierta a todos, o al menos a mí, porque yo soy quién la toca desde el techo de la iglesia. Y nunca puedo dormir después de que la campana suena, es una regla que puse y no pienso cambiar.

Después de casi una semana de dormir sin interrupciones, escucho que caminan desde la iglesia. Bueno, quizá no sea tan malo después de todo, podría cortarle un par de dedos al bastardo, y amenazar a los hombres de Branch para que me traigan un poco más de comida. Tal vez me apetece un helado, o un pastel.

Puedo ver el destello del cuchillo en la almohada incluso aunque esta oscuro, aquí siempre esta oscuro, pero el cuchillo es una respuesta reflejo, una necesidad agradable que brilla con luz propia. Me gusta pensar que el filo me guarda el mismo cariño que yo a él. Incluso en ocasiones me susurra desde el oído que se esta impacientando, que nos falta algo.

Nunca le respondo a tiempo, porque no soy un desquiciado como todos estos idiotas, pero para ser sincero, si he querido decirle que no pasa nada, que siempre aparece en la ventana un pajarito tarde o temprano.

Aquella noche llegaba más tarde de lo acostumbrado. No me permiten tener relojes aquí, pero he aprendido a identificar el tiempo por los sonidos afuera. Demasiado silencio indica horas tardías de la noche, gritos desesperados no puede ser otra más que la mañana, gente que se sienta en las bancas de la iglesia solo puede ser la tarde.

Pero entrar aquí de noche significa castigo. Lo he dejado claro muchas putas veces, pero parece que voy a tener que dejar correr el carrete y que el cuchillo hable, de nuevo.

Me pongo las botas solo por formalidad, porque atarme los cordones me ayuda a concentrarme y a contar. Vale, se ha quedado quieto, tal vez se vaya a tiempo. Y luego, otro paso, no, él ya ha decidido su destino y yo también. He contado dos series de siete, lo que significa que esta parado cerca del altar, perfecto.

Subo las escaleras en el silencio más perfecto que he logrado hasta ahora. Me enfundo el cuchillo detrás de la espalda y es terriblemente gratificante sentir el frio de la muerte tan cerca, me ha hecho sentir poderoso.

Camino detrás de él para llegar a la puerta principal, cierro con cautela mientras este sujeto me muestra ingenuamente la espalda, y luego colocó el pasador que esta debajo. Incluso aunque corriera, jamás alcanzaría a abrir a tiempo.

Puedo ver su silueta, pero no le reconozco.

Me colocó con precisión detrás de mi mejor amigo, Jesucristo. El hippie de mármol que siempre me mira con desaprobación, como si quisiera decirme algo con esos ojos suyos tan juzgadores. O al menos eso era lo que hacia antes, porque una noche me he cansado y le he pintado los ojos de negro con un marcador robado. Quise sacárselos, pero eso dañaría el mármol, y a pesar de que es prejuicioso sigue siendo el único aquí a quién puedo contarle todo.

Cuando el individuo voltea hacia el altar me veo tentado a ser un poco más dramático que de costumbre, pero me detengo por un segundo a observarle. Definitivamente no le conozco de nada. No es un hombre, es un puñetero niño y yo detesto a los niños.

Killing EddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora