10. Pienso contar hasta que ya no respires.

3.5K 480 361
                                    

Eddie.

Nuevamente he pensado en matarle.

Lo intento, ahora sé que no debo, en realidad no puedo asesinarle, pero la voluntad es una cosa que siempre he manejado a mi antojo. Nadie me lo impide, en realidad, soy libre de hacer lo que quiera con Igor y justamente por eso no puedo acabar con él, porque las posibilidades son más interesantes. Hace dos noches solamente me he descontrolado un poco, quizá fuese la terapia, quizá los medicamentos, no tengo idea. Hay algo verdadero, a fin de cuentas, y es que después de tenerlo tan cerca dudo mucho que pueda volver a tenerlo lejos.

No sé que me sucede, para ser sincero. Sigo observándolo y me pregunto porque no puedo terminar de romperle el cuello con la mano, estoy seguro de que podría sentir en los dedos mientras sus tendones se retuercen. Me siento enfermo, de alguna manera. Enfermo de él.

Desde que llegó, no hace más que generarme cosas que me fastidian, y al mismo tiempo, es como si me hubiera despertado de un trance. La idea de no saberme solo completamente me resulta tan atractiva ahora que la soledad no me parece más que una compañera funesta que no quiero de vuelta. No espero que nadie me pregunté porque hago lo que hago, estoy seguro de que nadie me entendería y al final de cuentas solo tiene que tener sentido para mí.

Pero es inexplicable, y temo que sea efímero en la misma medida en que temo que pueda durar para siempre. De lo primero, me fastidia la idea de tener que volver a mi aburrida rutina en este lugar, sé que no se supone que esto sea un resort de vacaciones, pero aquí tengo ventajas que me he ganado a pulso, y como no tengo nada de lo que preocuparme, tengo mucho tiempo para meditar, y meditar es peligroso porque jamás me lleva a nada bueno, así que me jode pensar en que le voy a matar y luego he de volver a mi estado normal.

Lo segundo, me aterra un poco más, pero me resulta sumamente atractivo. Si esta sensación no desaparece nunca, Igor podría convertirse en una especie de motor para mí, les daría sentido a muchas cosas que hasta ahora nunca han tenido, y de la misma manera, se convertiría en mi única debilidad. Es un poder demasiado grande para entregárselo a un niño como él.

La cama de la enfermería es un poco más grande, me he acomodado para que se vea forzado a recostarse en mí. Me resulta interesante este momento, jamás ninguna criatura se me acercó al pecho de esta manera, desde que soy racional, solo me han tratado de alcanzar el pecho para acabar conmigo, no para comprobar que tengo un corazón. Nunca lo he permitido. Y, sin embargo, con él es diferente y extraño, y lo peor de todo este asunto es que me gusta.

Desde que tengo memoria consciente, solo he hecho dos cosas con todo lo que me gusta; lo vuelvo de mi propiedad, o lo destruyo. Sé que desde el primer momento Igor me pertenece, saberme dueño de su voluntad me genera un cosquilleo en el estómago, pero tengo miedo de que aprenda a notar no solo el poder que tengo sobre él, si no la influencia que tiene sobre mí.

Sé lo que tengo que hacer, lo he aprendido. Ya no tengo dudas.

En la mañana, me he despertado primero que él. No recuerdo haber dormido y descansado desde hace años, todas las noches para mí aquí han sido un constante ulular de voces, sonidos, pasos, minutos y muertes que contar.

Anoche quería estar despierto para contar la respiración de Igor. No sé porque, pero las cosas más simples sobre él me generan fascinación: su piel, su aroma, su cabello, y su respiración. Quiero conocer lo más mínimo de su cuerpo.

Quiero saber como dañarlo. Quiero aprender sus puntos débiles para poder someterlo si es que necesito hacerlo. Pero no puedo engañarme por mucho tiempo, hay razones de peso más allá de mi necesidad por controlarle.

En la mañana, me quedo mirando su cara cuando el sol le golpea un poco, tiene la piel blanca como el papel, pero su cabello es tan negro como la noche. Admiro, que a pesar de haberle hecho sangrar como lo hice, sus labios sigan conservando un tono rojo tan intenso que me parece imposible que aún tenga sangre que no haya estado a mi merced. Es tan solo un niño, quizá tenga unos veinte años, y ha vivido suficiente como para llegar hasta mí.

Killing EddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora