7. M-I-O.

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Igor.

La palabra prisión y el nombre de Eddie me suenan los dos a lo mismo. Sea como sea, estoy encerrado en el lugar más peligroso que pude encontrar. No sé nada de Winston, pero de si algo estoy seguro es de que, si se cruzó con alguien como este sujeto, mi hermano está muerto.

Pronto yo estaré muerto también, o algo mucho peor.

No sé porque Eddie me pasa los dedos por la cara con frecuencia, yo no tengo otro remedio que aguantar. Quisiera escupirle, morderle. Cuando se levantó para subir por las escaleras traté de acercarme al archivero para ver que podía encontrar, pero me fue imposible. El dolor en la pierna me respondió con una risotada que estaba teniendo pretensiones muy altas. No sé como voy a moverme de aquí, y no sé lo que planea hacer conmigo.

Es irónico que me sienta eternamente agradecido con él por no sacarme más que un diente. Y aunque el dolor es tan palpable que me recorre toda la mandíbula y se transporta por mis nervios como un veneno, sé que esto iba a ser muchísimo peor.

Lo único que sé es que se llama Eddie. Tiene nombre de niño, pero es tan grande como cualquier animal salvaje. Impredecible, y un completo demente.

Y estoy a su merced.

Con la pierna en este estado jamás lograré subir una sola escalera, mucho menos atacarle porque con toda la sangre que he perdido es casi imposible que no me haya muerto hasta ahora.

Lo que más me sorprende de todo es que el doctor Branch este buscándome. Suena a una broma de mal gusto, ese hombre que me lanzó directamente a este infierno ahora resulta que me necesita. Nada de esto tiene sentido, quizá lo que quiere es desaparecerme porque tiene miedo de que alguien salga de aquí y exponga todo esto. Lo que sea que este sucediendo en este lugar, es algo turbio y maquiavélico, y Maurice Branch tiene una parte fundamental en ello.

No puedo dejar de recordar a Winston.

No puedo dejar de recordar lo emocionado que estaba por trabajar en este lugar, por meterse de lleno en esta pesadilla a voluntad propia. Yo me sigo pellizcando el lóbulo de la oreja para despertar. Pero este dolor no podría ser un sueño. Eddie se levanta de repente de la cama, donde permaneció todo el día sin pronunciar una sola palabra. Solo lo he visto pasearse por la habitación sin decir absolutamente nada.

Me da tanto terror su silencio como sus palabras. Lo he visto mirándome en ocasiones fijamente, por un rato largo e incluso podría jurar que no parpadeaba. Mantenía los ojos estáticos y muertos como un cadáver, pero fijos en mí. Me ha erizado la piel, nunca he visto una mirada más desquiciada y peligrosa.

Tengo grabado su rostro con tinta en mi memoria, mis peores pesadillas se reducen a juegos de niños cuando tengo que soportar a Eddie mirándome por un rato largo sin parpadear. En ocasiones movía ansiosamente las manos, como si le picaran por hacer algo, yo solo me he quedado en silencio esperando a que finalmente me apretará el cuello para matarme, pero no parece que sea el caso.

Afuera se escuchan personas, leves quejidos e incluso voces. Por la luz que proyecta la diminuta ventana, sé qué aún es de día. Quizá son las 6 de la tarde aproximadamente, porque la iluminación parece pálida y desconcertante.

Eddie se ha levantado de un momento a otro sin decir nada, como acostumbra. Solo miró por encima y calculó algo con su mente. Luego se puso en camino a las escaleras, se detuvo antes de dar el primer paso hacia arriba, volvió a mirarme, más tranquilo, parpadeando con regularidad.

Tiene las manos manchadas de sangre.

—No te tengo que recordar que no hagas nada estúpido ¿cierto? -Inquiere con voz tranquila.

Killing EddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora