Igor.
A la mañana siguiente fue el comienzo del fin.
Y mucho más adelante, yo entendería que todo había sido mi culpa, pero sería un mentiroso si dijera que no disfruté la avalancha de desgracias que trajeron mis acciones, incluso si mi propia vida se había visto comprometida.
Primero escuché la puerta de la iglesia abrirse con un golpe fuerte. Eddie brincó de la cama de inmediato y sacó una navaja de su bolsillo. Yo lo miré extrañado, había estado despierto la mayor parte de la noche, esperando, esperando el golpe, esperando que alguien rompiera los muros de este lugar y me salvara.
Pero era un buen inicio.
Las pisadas de varias personaron resonaron por encima de nosotros con fuerza, tenían que ser por lo menos cinco hombres.
Eddie me miró confundido y yo le devolví la misma extrañeza, era posible que aquello no tuviese nada que ver conmigo ni con mi plan, que solo vinieran a dispararnos como deberían haberlo hecho desde hace muchísimo tiempo. Pero Eddie se colocó los zapatos en tiempo récord y luego me abrazó.
Me levantó de la cintura y me apretó contra él. Sus manos temblaban, sin saber porque, le sujeté la cara y lo miré a los ojos. Por primera vez, creí ver que quizá tenía miedo.
Y me alegré profundamente de que, aunque fuera solo un poco, como una brisa leve y despreocupada, el miedo le rozara las facciones y el cuerpo.
—Eddie ¿Qué está pasando? —pregunté.
Él me miró con los ojos entrecerrados, estaba contando los pasos arriba para saber cuando estaban lo suficientemente cerca. Todos parecían moverse de manera extraña en direcciones opuestas.
—No lo sé —respondió él, y después se agachó a mi lado para sujetarme la cara.
—Tengo miedo —me susurró.
Yo contuve el impulso de sonreír. Me apreté las comisuras de la boca hasta que casi sentía que me dolía. Bien, me parece excelente que tengas miedo, me parece justo que empieces a hacerte a la idea de que vas a sufrir y en cuanto tenga una oportunidad me voy a encargar de hacerte ver que fue gracias a mí.
—¿De qué?
Pero en ese momento no me respondió. Un grito interrumpió toda nuestra conversación, era la voz de Maurice desde arriba.
—¡Edward! ¡Necesito que salgas! —exclamó.
Eddie se quedó quieto un momento, me dio un beso corto en la mejilla y me ordeno que me quedara abajo, que no me moviera o subiera. Yo asentí, y para cuando llegó al final de las escaleras volvió a mirarme. Algo en sus ojos aquella mañana se veía diferente.
Pensar que tan solo hace unas horas había estado jugando con las partes de otro ser humano parecería imposible de creer para alguien con tanta belleza y que podía mostrar tantas caras.
Cerró la puerta tras de él y yo subí las escaleras de inmediato para poder escuchar lo que estaba pasando, si era lo que yo me esperaba, definitivamente no podía perdérmelo.
Seguí el sonido de sus pasos hasta que se detuvo, cerca del altar.
Maurice habló primero.
—¿Qué hiciste, Edward? ¿¡Que demonios estabas pensando!? —gritó.
—No sé de que hablas.
—De lo que hiciste con Víctor ¿Cómo fuiste capaz de...? —Maurice se quedó callado, seguramente sentía mucho asco en ese momento y eso también me hizo inmensamente feliz.
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Killing Eddie
Mystère / ThrillerIgor se ha quedado encerrado en un lugar de pesadilla con un psicópata que ha jurado amarlo para siempre. Ahora, solo tiene dos certezas absolutas: Eddie no va a permitir que se vaya de su lado jamás. Él ya no sabe si quiere hacerlo. La locura...