Extracto del diario de Winston.

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Agosto de 2017, 40 días lejos de casa y una eternidad mirando al vacío.


Edward Bramhall era el único sujeto de prueba aparentemente perfecto. Al principio de mi estancia en Ashton Hall, no era nada más que un desquiciado metido en un sótano. Me escondía en los pasillos porque su sola presencia me perturbaba. Era muy común que estuviera metido en riñas, en cosas sangrientas. Y jamás parecía removerse con nada ni con nadie.

No sé como empezó el proyecto, no sé quién lo financia ni quién podría prestarse para semejantes horrores.

El proyecto Apollo era una de las inversiones mejor hechas, decía Maurice cuando me había ofrecido trabajar como su ayudante. En ese momento, estaba borracho. Me había tomado dos botellas de Merlot y tenía la cabeza ligera. De cualquier manera, incluso aunque hubiese estado sobrio, dudo mucho que me hubiera negado.

Era dinero para comer más, para que Igor fuera a la universidad, para la hipoteca de la casa.

Por supuesto, el pago era esplendido.

Todo había comenzado con un pequeño accidente del terapeuta. Maurice Branch era solo un novato y empezó a tratar a los veteranos de guerra para ayudarlos con sus duelos. Lo primero que se hacía era suministrarles una cantidad adecuada de Amital de sodio intravenosa, y con esto, maleabilizar la capacidad de responder preguntas y de hablar sobre traumas con mucha facilidad.

Y entonces se dieron cuenta de algo.

La maleabilidad para hablar no era el único efecto del Amital de sodio. La droga por si sola podía causar alucinaciones, y cuando Maurice descubrió, lenta y periódicamente, que se podía guiar la terapia no solo para obtener información, si no para crearla, todo cambió. Un veterano de guerra, bajo los efectos de la droga, podía ser dirigido a "creer" firmemente en situaciones que jamás habían ocurrido si se le guiaba correctamente.

Al principio eran cosas simples, se guiaba a pacientes comunes a creer que tenían una edad superior a la verdadera, y estos, despertaban de la hipnosis convencidos de que así era.

Pero luego se arriesgo a más. Convenció a un paciente de que Dios necesitaba que asesinará a uno de sus familiares, y cuando este lo hizo, la idea se creó.

O al menos, eso fue lo que me contó.

Empezó a trabajar en una forma más potente del Amital de sodio que no dejará un solo vacío, que permitiera guiar a las personas hasta un estado perfecto de emociones irreales que creyeran que eran genuinas. La idea encantó a muchos militares, terroristas, y pronto encontró un lugar perfecto para comenzar su investigación y que estaba lleno de sujetos de prueba.

La prisión de Ashton Hall se volvió entonces la casa del proyecto Apollo, nombrado en honor del primer paciente que había terminado muerto por una sobredosis de la formula mejorada de la droga.

Hasta que había aparecido Edward Bramhall con su extraña mentalidad y su incapacidad para sentir. Era una maquina de matar, y tras varios meses, Maurice había guiado y moldeado sus recuerdos. Yo mismo nunca he sabido que es cierto y que no en el registro de vida de Edward Bramhall, solo sé que se convirtió en el sujeto perfecto.

E incluso para una persona como él, condenada, maligna. La terapia de hipnosis era simplemente un horror. Una cosa podría haber sido trastocar el cuerpo de alguien, pero jugar con su mente era una cosa tremendamente inhumana.

Branch lo dirigía para que creyera infinidad de cosas, para que hiciera cualquier acción, Y Eddie respondía sin chistar. Cuando se equivocaba o hacia algo mal, el mismo Maurice lo guiaba a castigarse, y él obedecía sin una pizca de duda en sus ojos.

Muchos pacientes no habían soportado al quiebre mental y su cerebro terminaba por fallarles, y morían, perdían alguna capacidad motriz, cualquier fallo los hacia de inmediato inútiles.

Todos excepto Edward.

Y mientras yo le sujetaba firmemente a las corres, él me miraba con los ojos negros de una criatura enjaulada. Yo sabía que estar en su cuerpo era una pesadilla incluso para él, y que solo se prestaba para obtener beneficios banales como vivir lejos de los reos o la posibilidad de escoger que comer.

La droga aumentada de Maurice era dolorosa, causaba espasmos, y tenía fallas. Por lo tanto, no estaba lista aún.

Pero Edward era la clave para que lo estuviera.

Lo ví día tras día sufrir los efectos de la terapia. Gritaba en su iglesia, se golpeaba con las paredes a si mismo y había tenido miles de intentos de quitarse la vida, al menos al principio.

Jamás pensé que fuese a durar tanto, y en el fondo, yo deseaba que muriese por mis propias razones. Y para frenar todo aquello.

Sin embargo, jamás hice nada. Solo seguí las instrucciones, lo miré a los ojos y aquel día creí verlo llorar, de miedo, de dolor, de impotencia.

No pude sonreír, y siempre, siempre, me apartaba cuando las alucinaciones de Edward me gritaban como si llevará un hierro ardiente en la garganta.

La pesadilla apenas había comenzado. 

Killing EddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora