CAPÍTULO DOCE

30 0 0
                                    

Me pasé toda la mañana y tarde nerviosa por la charla que teníamos pendiente el jardinero y yo.
Nos habíamos pasado unas cuantas horas hablando por Whatsapp la noche anterior y sentí cierta conexión con él.
Admití en mi cabeza que era realmente atractivo, pero tenía miedo de pillarme de él pues bastante había sufrido años atrás.
Ya sé que habían pasado algo más de dos años desde que aquellos dos hombres me habían roto el corazón y que ya era hora de superarlo, pero el ver como se comportaban los chicos con nosotras no me hacía gracia.
Tenía miedo de salir dañada, por eso me había prometido que no me volvería a enamorar.

El timbre sonó sacándome de mis pensamientos.
Me levanté a abrir rápidamente y allí me encontré al chico de pelo castaño con una gran sonrisa.
-Hola Lana.
-Hola Connor, pasa.-Le devolví la sonrisa.
Él entró y empezó a caminar, pero cinco pasos adelante se volvió para mirarme.
-¿No vienes?
-Sí, ¿dónde quieres hablar?
-¿Qué te parece si vamos al cobertizo y mientras me preparo hablamos?
Asentí con la cabeza y lo seguí.
Era una buena idea pues seguramente si nos quedaramos por la casa mi familia nos interrumpiría.
-He pensado que podría construiros un cobertizo nuevo y más grande.
-Por mí genial, pero deberías preguntar primero a mi madre, aunque seguro que también estará encantada.
-Luego se lo diré entonces.
Asentí con la cabeza y me quedé mirando como cogía las herramientas necesarias y las ponía en el carretillo.
Nos quedamos en silencio sin saber como empezar la conversación.
Sin embargo, él se atrevió a dar el primer paso.
-Siento mucho haberme reído el otro día cuando...bueno ya sabes.-Se ruborizó.
-No te preocupes.-Le sonreí.- De todas formas creo que no habría sido buena idea.
<<Aunque me muera de ganas por besarte>> Pensé.
-¿Por qué?-Me miró a los ojos.
-Pues porque...yo...estoy bien así, sin nada.
-¿Me vas a decir que no sientes cierta conexión conmigo?
-N...no...-Mentí.
-Entonces, ¿por qué el otro día sí querías besarme?
-Pues no sé...me dio por ahí.
-Ah, o sea que tú te lías con los chicos cuando te da por ahí, ¿no?
Lo miré horrorizada, sentía que empezaba a enfurecerme pero me prometí unos días antes que eso se había acabado.
Conté hasta diez y lo miré.
-No, no quería decir eso...Lo siento.
-¿Qué sientes? Lana, sé que nos conocemos muy poco y que no te fías del todo de mí, pero no sé cómo...ni porque pero estoy empezando a sentir cosas por ti.-Estiró sus brazos en busca de mis manos.-Y el otro día sentí que tú también sentías lo mismo. No sé cuánto es ni que significa exactamente, pero estoy seguro de que me atraes y me gustaría empezar algo contigo, ir despacio y ver que sucede. Me pareces una chica guapísima con esos ojos verdes, esa sonrisa tan bonita, ese pelo tan suave de color violín. Pero a parte me pareces una chica muy tierna, amable y lista.

Ahora la que se ruborizó fui yo.
¡Hacia tanto que no escuchaba a alguien hablar así de mí!
Quería sonreír y besarlo, olvidarme del pasado, pero no podía.
La imagen de Adam besando a otra después de haberse acostado conmigo y haberme dicho que siempre sería yo la única vino a mi cabeza.
Me aparté de él.
-Lo siento pero...no puedo.-Salí huyendo como la cobarde que era.
Él gritaba mientras me seguía hasta que me pareció oír a mi madre decirle que me dejara sola.

Me encerré en mi cuarto y comencé a llorar.
Quería avanzar pero no lo conseguía, quizá mi madre tenía razón y necesitaba ayuda de un especialista.
(***)

A la tarde siguiente me quedé en mi habitación con la excusa de que me encontraba algo mal y así no me encontraría con él.

Sé que debía disculparme por haber huido el día anterior pero me moría de la vergüenza y no sabía que decirle si quiera.

Me dediqué a sudar la gota gorda mientras bailaba al son de la música que sonaba a través de mi gran altavoz de color morado.

Ese que me regaló cinco años antes mi padre por mi cumpleaños.

Sonreí al recordar aquel momento, pero cuando volví al presente noté como una lágrima avanzaba por mi mejilla derecha.

¡Cuánto lo echaba de menos! 

Sin embargo recordar aquel día en el que nos abandonó hizo que sintiera más rabia que tristeza.

En parte entendía que quisiera alejarse de su "mujer" pues esta le había sido infiel, pero también él tenía parte de su culpa por haberla descuidado durante esos últimos años.

Al principio, cuando leí la carta que me había escrito me enfadé muchísimo con mi madre, ¡ella había tenido la culpa de que nuestro padre nos dejara! 

Estuve más de un mes sin dirigirle la palabra hasta que me contó el motivo de su infidelidad.

No compartía su punto de vista, pero en parte la llegué a entender.

Además ella tuvo que seguir adelante con cuatro hijos a cargo y eso tenía muy buen mérito.

Fue cuando empezó a trabajar en aquel bar para que no nos faltara de nada; lo malo que no la veíamos casi.

Hasta en este momento... Esta semana había cambiado su trabajo por uno mejor y estaba disfrutando a tope de sus hijos, sobre todo de los pequeños.

Volví a sonreír.

Sonreí por mi madre, por todo el esfuerzo que sacaba cada día por cuidarnos.

¡Se merecía lo mejor! ¡Y ojalá encontrara un hombre que le hiciera feliz de nuevo!

Dejé atrás mis pensamientos y decidí salir de mi cuarto.

Quería ser valiente por una vez en la vida, aunque solo fuera para disculparme y estar bien con el jardinero.

No quería lamentarme más por nada ni nadie así que tras beber un trago de agua elegí la ropa que me iba a poner después de pegarme una buena ducha.

Antes de nada tendría que quitarme los restos de sudor, ¿no?

(***)

Sonreí al mirarme en el espejo y me dije unas palabras de ánimo antes de dar la cara.

Comprobé que estaba a solas con Connor, pues sabía que mi hermano estaría trabajando y Viviana en el parque junto a los peques.

-¡Por fin se te ve el pelo!-Dijo mientras se levantaba tras haber cortado alguna rama del suelo.

-¿No estás enfadado conmigo?

-¿Yo? ¿Por qué iba a estarlo?

-Porque...ayer salí huyendo.

-No te preocupes, entiendo que necesites tu espacio.-Me sonrió.

Asentí con la cabeza devolviéndole la sonrisa.

-Aún así siento que debo disculparme así que...Lo siento, siento haber sido una cobarde ayer.

-Disculpas aceptadas.-Me miró a los ojos.

Lo miré sonrojada durante unos segundos en silencio hasta que decidí preguntarle si quería ayuda.

-No hace falta, pero si insistes...-Rió.

-Quiero aprender a cuidar del jardín, ya que no tengo nada que hacer...Además cuando termines tu trabajo alguien tendrá que hacerse cargo, ¿no?

-Así que me vais a echar...

-¡Nooo! Me refiero a cuando termines de revivir el jardín, recuerda que solo te queremos para eso.

-¡Oh, eso ha dolido!-Dijo llevándose una mano al corazón.

-¡Mier**! No quería decir eso es que...

-Tranquila, sé para lo que me habéis contratado.-Rió.-Solo intentaba hacerte reír.

-Pues lo has conseguido.-Le sonreí.

Y así empezamos a quitar la mayoría, por no decir, todas las plantas muertas para más adelante plantar unas nuevas.



EL SECRETO DE MI JARDÍNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora