CAPÍTULO UNO

24 1 0
                                    

Todo comenzó cuando él entró al salón mientras yo veía la televisión.

Pensé que me encontraba sola en casa por eso tan solo llevaba una camiseta gris larga que usaba como vestido y una braga roja de encaje.

Él se sonrojó al encontrarme de esa forma, al igual que yo, que me tapé rápidamente con la manta que tenía en el sillón de al lado.

-Perdón.-Dijo rascándose la cabeza nervioso.

Yo lo miré desafiante sin mediar ni una palabra.

-¿Cuánto tiempo piensas quedarte ahí parado? ¡Vamos! ¡A trabajar!-Le dije malhumorada al ver que no reaccionaba.

-Sí, sí, perdón.-Dio un paso hacia su izquierda pero se volvió a parar.

Esta vez sin mirarme.

-Venía a... decirte que necesitaré unos guantes nuevos.

-¿No tienes suficiente con los que hay en el almacén?

-No... Están rotos y sucios.

Resoplé y quise levantarme pero me acordé de como iba vestida.

-Sal al jardín, iré a cambiarme y te ayudaré a encontrar algunos.

Él asintió y me regaló una pequeña sonrisa antes de salir al exterior.

Comprobé que volvía a estar sola y subí a mi habitación, busqué en mi armario unos shorts, un sujetador, unos calcetines y unas zapatillas y salí al jardín.

Miré a mi alrededor percatándome del cambio brusco que había pegado nuestro jardín.

Hacía ya algo más de dos años que mi madre había empezado a descuidarlo, y por lo tanto, más de dos años desde que no salíamos ninguno a esta zona de la casa.

Las flores y plantas estaban muertas, de color marrón y muchos bichos rondeaban por el suelo, las macetas e incluso las paredes del covertizo.

-Connor, ¿dónde estás?-Pregunté al no verlo por ninguna parte.

No recibí ninguna respuesta así que supuse que estaría ya buscando en el almacén.

Me acerqué a la puerta de este, cubierta por las enredaderas ya secas.

Busqué el picaporte y tiré de él unas cuantas veces sin éxito alguno.

Cogí aire e intenté de nuevo abrir la pequeña caseta; esta vez utilicé tanta fuerza que me caí hacia atrás.

Cerré los ojos pensando que de esa forma no iba a hacerme tanto daño y me sorprendí al notar el suelo tan blando.

-¡Cuidado!

Abrí los ojos al escuchar la voz del jardinero y me percaté que me había amortiguado la caída.

-Perdón.-Dije impulsándome hacia arriba para intentar levantarme.

Cuando conseguí ponerme de pie le ofrecí mi mano.

-Gracias.-Me sonrió aceptando mi ayuda.

-De nada.-Le devolví la sonrisa.

Nuestros ojos se cruzaron y quedaron hipnotizados durante mucho tiempo.

Por primera vez lo miré prestando mucha atención en todo su físico.

Connor era alto y delgado, aunque con los brazos bien trabajados, su pelo era corto, liso y del mismo color que sus pequeños ojos castaños. Tenía una barba que lo hacía demasiado atractivo y un pendiente en la oreja izquierda. Además lucía un lobo feroz tatuado en blanco y negro en su antebrazo derecho.

-¿Qué hacéis?

El silencio fue interrumpido por mi hermano mellizo Joel que venía de buscar a los pequeños de la casa, Hera y Axel.

Di media vuelta y sonreí a mi hermano.

-Estábamos buscando unos guantes nuevos, los otros están sucios y rotos.

-No quedan guantes, habrá que comprarlos.

-Por eso no los encontrábamos.-Me encogí de hombros y sin decir más entré a la casa en busca de mis hermanos.

-¡Tataaaaaaaaa!-Vinieron los dos corriendo hacia mí.

Yo sonreí y abracé a ambos a la vez.

-Os echaba de menos.

-¡Y nosotros!-Contestó Hera.

-¡Sí!-Axel subía los brazos para que lo cogiera.

-Si me das un beso.-Le dije señalando mi mejilla derecha.

Él no dudó y me dio lo que le pedía.

Joel entró en ese momento sonriendo como solía hacer cuando necesitaba un favor.
-¿Qué quieres?
-Dinero, Connor necesita unos guantes nuevos, ya sabes.
Bajé a Axel al suelo y le pedí que subiera con Hera a jugar a su habitación.
Cuando estuvimos a solas contesté a mi mellizo.
-¿Y no tienes tú o qué?-Lo miré mal.-El que trabaja aquí eres tú, ¿eh?
-Ya pero...
-Joel, no le voy a dar de mi dinero ahorrado. Tú también tienes que colaborar.
-¿No te parece suficiente que lleve y traiga a Axel y Hera de la escuela?
-Pues no, soy yo la que se pasa todo el día limpiando la casa y cuidando a los pequeños cuando no están en la escuela.
-Porque quieres.
-Porque quiero no, para que mamá pueda descansar después de tantas horas trabajando, pero tú trabajas solo media jornada y podrías echarme de vez en cuando una mano, no sé...digo.
-Que sí, que lo que tú digas maja... Deja de darme la lata.
-Por lo menos págale a Connor los guantes... Si tampoco son tan caros...
-¿Si lo hago te callarás?
-Sí.
-Vale.-Buscó en su cartera y salió al jardín de nuevo.
Un minuto después entraron los dos chicos, Joel se subió a su habitación y Connor salió a por el material que necesitaba.

Aproveché que volvía a estar sola para ir a mi habitación y poner la música a tope mientras bailaba a lo loco mirándome al espejo que estaba incrustado en mi armario.

Sonreía feliz al ver que mi propósito de adelgazar esos kilos de más estaba dando sus frutos.

-Ya est...-Irrumpió un Connor colorado en mi habitación.-Perdón.-Dijo dándose la vuelta.

En seguida me bajé la camiseta que tenía subida debido a la observación y análisis que estaba haciendo a mi barriga.

-No pasa nada, ya puedes mirarme.-Reí algo incómoda.-¿Qué querías?

-Nada...solo venía a decirte que ya tengo los guantes nuevos.

-Ah, vale.

Nos quedamos en silencio durante unos segundos hasta que Connor bajó tras despedirse con un 'hasta luego'.




EL SECRETO DE MI JARDÍNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora