Parecía que el tiempo se había detenido, que todo el universo se había paralizado.
Ahí estábamos los dos mirándonos el uno al otro, él serio viendo mis ojos verdes y pequeños y yo nerviosa viendo sus tiernos labios y a la vez también a sus ojos marrones.
Me iba a besar, eso estaba claro y yo... me moría de ganas de que lo hiciera.
Pero cuando cerré los ojos e intenté acortar algo más "la distancia" entre los dos no sentí sus labios contra los míos.
Solo sentí como él se empezaba a reír.
Y eso me molestó y mucho.
Abrí los ojos de golpe, lo fulminé con la mirada y me marché de allí dejándolo perplejo.
-Lana, espera.-Dijo persiguiéndome por toda la casa.
No contesté y seguí caminando.
Justo cuando iba a subir el primer escalón me alcanzó, me cogió como un saco de patatas y me llevó al jardín.
-¡Bájame!-Gritaba una y otra vez.
-Está bien, te bajaré con una condición.
-¿Cuál?
-Que me expliques porque te has enfadado.
-¡NI LOCA!
-Vale, pues ahí te quedas.-Rió mientras me paseaba.
-¡Bájame!
-Pues dímelo.
-Primero bájame.
-¿Me lo vas a decir?
-Sí.
Por fin mis pies volvieron a tocar el suelo, cuando me recuperé del pequeño mareo comencé a correr por todo el jardín.
Connor en seguida me alcanzó, me atrapó entre sus brazos y esta vez me tiró al suelo colocándose encima de mí y agarrándome de los brazos para que no me pudiera escapar.
-¿Quieres jugar? Pues juguemos.-Dijo riendo maléficamente.
Me agarró con una mano solo y con la otra empezó a hacerme cosquillas.
Yo empecé a reír sin parar aunque intentaba parecer enfadada no podía evitarlo.
-¿Sigues enfadada?
-Sí.
Después de un rato volvió a preguntármelo obteniendo la misma respuesta.
-¡Guerra de cosquillaaaas!-Exclamó Hera apareciendo en la puerta del jardín.
-¡Quillas, quillas!-Dijo Axel.
Ambos corrieron hasta donde estábamos y entre los tres no me dejaban escapar.
Pero tuvieron que parar porque yo comenzaba a ponerme roja y ahogarme.
Los niños seguían y fue Connor quien les convenció para que me dejaran respirar.
Y así fue como empezamos los cuatro a hacernos cosquillas los unos a los otros.
Después de un rato les dije a los niños que fueran a jugar a otra cosa pues el chico debía seguir trabajando.
Nos dejaron a solas rechistando un poco.
-¿Quieres agua?
-Sí, por fa.
Asentí y fui a la cocina a por ello y se lo llevé de nuevo.
-Gracias.-Me sonrió.
-De nada.-Le devolví la sonrisa.
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EL SECRETO DE MI JARDÍN
RomanceEl jardín de los Sullivan siempre ha tenido una gran belleza y viveza gracias a Viviana, la dueña de la casa. Sin embargo, los últimos dos años no se ha podido ocupar de esta pequeña explanada que ha ido perdiendo poco a poco esa alegría que invitab...