CAPÍTULO OCHO

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Parecía que el tiempo se había detenido, que todo el universo se había paralizado.

Ahí estábamos los dos mirándonos el uno al otro, él serio viendo mis ojos verdes y pequeños y yo nerviosa viendo sus tiernos labios y a la vez también a sus ojos marrones.

Me iba a besar, eso estaba claro y yo... me moría de ganas de que lo hiciera.

Pero cuando cerré los ojos e intenté acortar algo más "la distancia" entre los dos no sentí sus labios contra los míos.

Solo sentí como él se empezaba a reír.

Y eso me molestó y mucho.

Abrí los ojos de golpe, lo fulminé con la mirada y me marché de allí dejándolo perplejo.

-Lana, espera.-Dijo persiguiéndome por toda la casa.

No contesté y seguí caminando.

Justo cuando iba a subir el primer escalón me alcanzó, me cogió como un saco de patatas y me llevó al jardín.

-¡Bájame!-Gritaba una y otra vez.

-Está bien, te bajaré con una condición.

-¿Cuál?

-Que me expliques porque te has enfadado.

-¡NI LOCA!

-Vale, pues ahí te quedas.-Rió mientras me paseaba.

-¡Bájame!

-Pues dímelo.

-Primero bájame.

-¿Me lo vas a decir?

-Sí.

Por fin mis pies volvieron a tocar el suelo, cuando me recuperé del pequeño mareo comencé a correr por todo el jardín.

Connor en seguida me alcanzó, me atrapó entre sus brazos y esta vez me tiró al suelo colocándose encima de mí y agarrándome de los brazos para que no me pudiera escapar.

-¿Quieres jugar? Pues juguemos.-Dijo riendo maléficamente.

Me agarró con una mano solo y con la otra empezó a hacerme cosquillas.

Yo empecé a reír sin parar aunque intentaba parecer enfadada no podía evitarlo.

-¿Sigues enfadada?

-Sí.

Después de un rato volvió a preguntármelo obteniendo la misma respuesta.

-¡Guerra de cosquillaaaas!-Exclamó Hera apareciendo en la puerta del jardín.

-¡Quillas, quillas!-Dijo Axel.

Ambos corrieron hasta donde estábamos y entre los tres no me dejaban escapar.

Pero tuvieron que parar porque yo comenzaba a ponerme roja y ahogarme.

Los niños seguían y fue Connor quien les convenció para que me dejaran respirar.

Y así fue como empezamos los cuatro a hacernos cosquillas los unos a los otros.

Después de un rato les dije a los niños que fueran a jugar a otra cosa pues el chico debía seguir trabajando.

Nos dejaron a solas rechistando un poco.

-¿Quieres agua?

-Sí, por fa.

Asentí y fui a la cocina a por ello y se lo llevé de nuevo.

-Gracias.-Me sonrió.

-De nada.-Le devolví la sonrisa.

EL SECRETO DE MI JARDÍNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora